Tras la proyección de Un amor, de Isabel Coixet, el Zinemaldia programó este miércoles The Royal Hotel a competición, en el que Kitty Green también disecciona el machismo, la opresión, el abuso, el consentimiento y las dinámicas de poder. Donde la catalana falla, la australiana acierta de pleno con una propuesta mucho más audaz y mejor perfilada.

Green plantea un acercamiento al estado de la cuestión desde el género. Para ello, se sumerge en un thriller psicológico al borde del slasher, enmarcándose en ese tipo de propuestas en la que los villanos se encuentran con la horma de su zapato, al estilo de Death Proof (2007), de Quentin Tarantino, o de La caza (2020), de Craig Zobel.

Todo ello, no obstante, subyace en las lindes de la propuesta de The Royal Hotel. Son cuestiones que están ahí, que flotan en el ambiente. No en vano, en su momento más álgido, en el paroxismo que Green filma nunca se pasa la línea.

Al igual que en su anterior trabajo, The assistant (2019), vuelve a contar con Julia Garner, conocida por su papel en la serie de televisión Ozark, como protagonista. No sólo eso, al igual que en aquella, opta por el explorar el sistema estructural de acoso que florece en el ámbito laboral.

Garner interpreta a Hanna, mientras que Jessica Henwick se mete en la piel de Liv. Ambas viajan de mochileras por Australia, pero una vez llegan a Sydney, se quedan sin dinero. Es por ello que deciden contratar los servicios de una empresa de trabajo temporal que les ofrece empleos de camareras en un remoto rincón de la isla, en plena zona minera, en una sociedad absolutamente masculinizada y donde lo único que se puede hacer es beber y, después, seguir bebiendo.

Resuena la propuesta, sin duda, con Un amor: el viaje de lo urbano a lo rural, el machismo implícito y el desfile de prototipos de hombres que, todos, siguen teniendo lo mismo en la cabeza. En este caso son representados por el graciosete, el apocado y, directamente, el violador.

El acoso, por su parte, se narra, al igual que el resto de la propuesta conceptual, desde los márgenes. Así lo reconoció ayer la propia Green en la rueda de prensa que tuvo lugar en el Kursaal, en la que contó que su idea era la de levantar la película sobre “la tensión”, sobre la incertidumbre de no saber si lo que se ve es “una amenaza o un chiste” para concluir en un viaje iniciático de empoderamiento femenino, en el que unas mujeres descubren que son más fuertes que un oso Grizzly.