Vivimos tiempos inciertos y convulsos, acelerados, de escaso conocimiento profundo, poca pausa y mucha, demasiada ansia y exigencia de inmediatez. Tiempos de violencia y guerras, en los que urgen la empatía, el diálogo y el camino por la vida en comunidad para hacer frente al individualismo.

Urge el ejercicio constante de pararse –y de separarse de las pantallas– para mirarse adentro y para mirar más allá del lugar adonde nos dirigen continuamente la mirada. Tomarse el tiempo para cultivar lo verdaderamente esencial.

En este contexto, el arte brinda la oportunidad de detenerse y contemplar. De reflexionar, cuestionar, recolocarse ante el mundo, hacerse preguntas, desaprender y volver a aprender a esperar.

Por eso, hoy 18 de mayo en que se celebra una nueva edición del Día Internacional de los Museos, este reportaje invita a cinco responsables de museos navarros a elegir una obra de arte de sus respectivos espacios que consideren clave hoy. La pieza que no deberíamos perdernos y que nos brinda la oportunidad de establecer un diálogo fructífero con estos tiempos.

Las paradas son en el Museo de Navarra, la Fundación Museo Oteiza de Alzuza, el Museo Universidad de Navarra (MUN), el Museo Muñoz Sola de Arte Moderno en Tudela y el Museo Gustavo de Maeztu en Estella-Lizarra.

Museo de Navarra: Capitel de Job

Para Mercedes Jover, directora del Museo de Navarra, una de las obras clave que alberga este espacio para reflexionar sobre el mundo actual es “el capitel románico procedente de la catedral de Pamplona que narra la historia veterotestamentaria de Job, el santo de la paciencia, que podemos asociar hoy al slow-living, la conveniencia de esperar a que las cosas discurran en el tiempo que necesitan”.

“A Job, el santo de la paciencia, podemos asociarlo hoy al ‘slow-living’: las cosas necesitan su tiempo”

Mercedes Jover - Directora del Museo de Navarra

Este capitel de hacia 1130 muestra “una historia compleja en un espacio mínimo”; desarrolla en viñetas, cual cómic del siglo XII, lo que el texto bíblico narra. “Me centro en el lado en el que se ve a Job orando-meditando en el ángulo superior izquierdo, mientras que a continuación aparece con su esposa mesándose los cabellos y rasgándose las vestiduras, manera como la cultura judía muestra el dolor ante la muerte de sus hijos, que le están contando los emisarios. En la franja inferior, hay varios frentes de lucha abiertos; por la izquierda los soldados sabeos atacan a sus rebaños vacuno y lanar y por la derecha el ejército caldeo mata a los cuadrúpedos y dromedarios. En el contiguo lado corto del capitel, los mismísimos demonios (imagen del mal y la ambición) acaban con la vida de los hijos y las hijas de Job”, ilustra Mercedes Jover, apuntando que esta pieza contiene “la muerte, el dolor, la desesperación y la necesidad de trascendencia y esperanza, que son verdades, sentimientos, anhelos que la persona tiene por su propia condición humana”.

Capitel de Job, la obra románica del Museo de Navarra que su directora, Mercedes Jover, invita a contemplar. Elena Aranda/Roberto Chaverri

“Si nos tomamos el tiempo para mirarlo, este capitel revela de una manera magistral que la ambición del mundo actual, la violencia, las guerras, el dolor de quienes pierden a sus hijos… desgraciadamente siempre nos acompañan”, concluye la directora del Museo de Navarra.

Museo Oteiza: 14 apóstoles que hacen comunidad

En un recorrido por el Museo Oteiza de Alzuza, Gregorio Díaz Ereño, su director, recomienda alzar la vista hacia el friso de los 14 apóstoles que el escultor de Orio creó para la Basílica de Arantzazu. Una obra de 1953 (vaciado en yeso) que sirvió de modelo para tallar el friso, en mármol de Marquina, que hoy preside la fachada de la basílica de Oñati.

“En los momentos convulsos, trepidantes e invasivos en los que vivimos, esta obra de Oteiza nos ofrece serenidad, intimidad, introspección, pero no abandono, no abatimiento, ya que el friso está compuesto por 14 individualidades pero que, en su conjunto, construyen una comunidad, y solo mediante esta idea de unidad surge la esperanza ante un futuro desesperanzado”, afirma Díaz Ereño.

El friso de los 14 apóstoles que luce en el Museo Oteiza, símbolo de "comunidad y unidad" y, por lo tanto, de "esperanza", según el director de la Fundación de Alzuza. SONY DSC

“El desgarro físico que vemos mediante el vaciamiento de la materia no es dolor, es entrega, y así es como podemos tener esa esperanza tan anhelada en unos momentos vitales tan desgarradores”, apunta el director de la Fundación Museo Oteiza, asegurando que las obras que el polifacético creador alumbró para la Basílica de Arantzazu “conforman una de las creaciones más importantes del arte del siglo XX, dotada de un lenguaje que está siempre de plena actualidad”. En este friso, Gregorio Díaz Ereño encuentra “una poesía hondamente humana, en la que se destaca la idea de sacrificio y que, por lo tanto, aporta la idea de sublimidad que todo espectador exigente debe demandar”.

“Solo mediante la idea de comunidad y unidad surge la esperanza ante un futuro desesperanzado”

Gregorio Díaz Ereño - Director del Museo Oteiza

Contemplando las cabezas de estos catorce apóstoles, llama la atención “esa mirada de ciego, que –matiza Díaz Ereño– no es referente de ausencia, sino, más bien, es la clarividencia, ve con sus ojos místicos y eleva el alma sobre la materia y, por lo tanto, la escultura flota hacia arriba en una evocación que recuerda a las figuras de El Greco”.

En la realización del Apostolado, Oteiza abandonó lo que definía como “inauténtica riqueza exterior y melodramática del Arte Cristiano” para apostar por “una desnudez expresiva, descarnada, basada en un lenguaje primitivo, directo y metafísico”, subraya el director de su Fundación Museo.

MUN: Kandinski une arte, ciencia y espiritualidad

Un dibujo sin título de Vasili Kandinski del año 1941, de la última época artística del creador ruso en la que produjo cientos de acuarelas y dibujos en los que incluía elementos tomados de ciencias como la biología, la zoología o la embriología, es la obra del Museo Universidad de Navarra (MUN) elegida por su director, Jaime García del Barrio. “Se trata de una visión contemplativa de la naturaleza de uno de los artistas más emblemáticos del siglo XX y en la que se encuentran arte, ciencia y espiritualidad”, destaca de esta obra perteneciente a la Colección MUN gracias al legado de María Josefa Huarte.

“En esta época frenética se hace necesario parar y pensar, y reflexionar sobre lo que la ciencia aporta al arte”

Jaime García del Barrio - Director del MUN

Dibujo de Kandinski que une arte, ciencia y espiritualidad en el MUN. cedida

¿Y cómo nos habla esta obra hoy? “No cabe duda de que vivimos en una época frenética, en la que se hace necesario parar y pensar: hace poco más de un mes, celebramos el Slow Art Day y desde el MUN nos sumamos con una propuesta de contemplación y visual thinking frente a una obra de nuestra colección. También se hace ineludible detenernos a reflexionar sobre la influencia y las aportaciones en el arte de los constantes avances científicos, como en el caso de la Inteligencia Artificial”, reflexiona García del Barrio, invitando a disfrutar de la contemplación de este dibujo y, de paso también, de la exposición de Joan Fontcuberta que acoge actualmente el MUN, Florilegium, “que presenta una flora maravillosa creada con Inteligencia Artificial”.

Museo Muñoz Sola: Una pintura que nos regala el tiempo

Dos señoras en un interior, óleo sobre lienzo del pintor francés Luc Barbut-Davray (1862-1926) es la obra por la que se decanta Izaskun Gamen Burgaleta, técnica-auxiliar del Museo Muñoz Sola de Arte Moderno ubicado en Tudela. Una de las piezas “más representativas” de este espacio, asegura, que nos ilustra lo que era un interior burgués de fin del siglo XIX. “Un ambiente cálido nos acoge y nos hace partícipes de la charla de dos mujeres, posiblemente sobre el libro que sostiene una de ellas”, cuenta Izaskun Gamen.

“La pintura de Barbut-Davray te transporta a tu mundo propio y te ofrece el mejor regalo: el tiempo”

Izaskun Gamen - Técnica - auxiliar del Museo Muñoz Sola

'Dos señoras en un interior', óleo sobre lienzo de Luc Barbut-Davray, la obra elegida por la responsable del Museo Muñoz Sola de Arte Moderno (Tudela). cedida

¿Y por qué esta pintura y no otra? “Vivimos tiempos demasiado acelerados, sin apenas margen para la reflexión y la contemplación. Esta obra hace que te detengas por un instante y lleves la mirada más allá de la pintura. Mucho más allá de los propios muros del museo. Te transporta a tu mundo propio, un espacio seguro, donde incluso puedes descalzarte para disfrutar con ese libro que has aparcado durante tanto tiempo. Llenas una copa de vino blanco y te ofreces el mejor regalo: el tiempo. Por un momento eres ajeno al descontrol, al ruido, a la jauría del exterior”, concluye la técnica-auxiliar del Museo Muñoz Sola.

Museo Gustavo de Maeztu: La autoafirmación en un ‘selfie’ de 1919

En la sala tercera del Gustavo de Maeztu luce el Autorretrato del pintor alavés que da nombre al museo de Estella-Lizarra, la obra que la directora de este espacio, Camino Paredes Giraldo, considera que no debemos perdernos hoy.

'Autorretrato' de Gustavo de Maeztu (año 1919), visitable en el museo homónimo de Estella-Lizarra.

'Autorretrato' de Gustavo de Maeztu (año 1919), visitable en el museo homónimo de Estella-Lizarra. cedida

Este óleo sobre lienzo creado en el año 1919, y donado en 1947 por la familia Maeztu, conecta bien con el momento que nos toca vivir, según Camino Paredes, por varios aspectos. “Estamos viviendo tiempos inciertos en los que la verdad y la mentira van de la mano. En esta obra Maeztu realiza un selfie de sí mismo, y en él se reivindica como artista, ser humano que ama la belleza y a ella dedica su vida creativa. Maeztu pone en relevancia la importancia de la pintura como un exponente elevado de la creación artística. Y lo hace poniéndose a sí mismo como protagonista, con el orgullo de ser uno más en esa historia del arte a la que él se suma con admiración y respeto por los grandes: Goya, Velázquez, Rembrandt... Con este Autorretrato, Gustavo de Maeztu se siente seguro de sí mismo, de sus contrariedades y limitaciones. Es una obra de autoafirmación y orgullo”, destaca la directora del museo estellés.

“Maeztu realiza un ‘selfie’ de sí mismo en el que se reivindica como artista y ser humano que ama la belleza”

Camino Paredes - Directora del Museo Gustavo de Maeztu

Además, esta pintura “lanza un reto a los visitantes para que se detengan en la contemplación silente, respetuosa y directa”, añade Camino Paredes.

Con este Autorretrato el artista reivindica “el buen gusto, la excelencia, el amor por la exquisitez, por el conocimiento y la elegancia”. Y en este sentido, esta obra de Maeztu “aboga por la existencia de los museos, por el sentido que los museos tienen como reductos de producción de cultura de calidad, hitos de conservación de lo mejor que el ser humano genera, espacios para la reflexión y motores de positividad”, defiende la directora del museo, para quien la semilla de la creación artística debe germinar siempre “desde la transversalidad y la inclusión”.