La Muestra Internacional de Cine y Mujeres teje un hilo sutil entre las creadoras de las películas programadas. Todas ofrecen miradas distintas y diferentes maneras de hacer cine. Ese fue el caso, el martes 11 de junio, de la catalana Patricia Franquesa, que presentó el documental sobre la sextorsión –chantaje sexual– y ciberacoso que sufrió hace 5 años. La directora se negó a convertirse en víctima, decidió dar la vuelta a la terrible situación y compensó la invasión, el miedo y la desprotección con la creación.

Estrenado en Austin en marzo de este año, Diario de mi sextorsión quiere “sensibilizar” sobre unos ataques que cada vez se producen más y que, en algunos casos, llevan a las personas que los sufren a tomar decisiones radicales.

¿Por qué decidió exponerse tanto y hacer una película sobre esta experiencia?

–Lo decidí el 2 de agosto de 2019, al día siguiente de darme cuenta de que me estaban haciendo chantaje. Estaba escribiendo el email disuasorio que la policía me indicó que mandara para que la gente no abriera las fotos y, de pronto, me pregunté qué me estaba pasando. Empecé a buscar en Google y vi que estas situaciones se están produciendo un montón en todo el mundo. Entonces me sentí un punto dentro de algo muchísimo más global y ahí es donde pensé que esta historia tenía un documental. Ese mismo día escribí una sinopsis de unas cuatro líneas en el móvil. 

Antes, cuando recibió el primer correo electrónico, ¿qué hizo?

–Llamé a la poli y me dijeron que no era una emergencia. Me sentí perdida, luego intentaba desconectar, pero el hacker o la hacker volvía a escribir y me di cuenta de que estaba atrapada en un sistema de chantaje digital que es invisible, pero está.

La estética de la película también llama la atención. ¿Por qué optó por construirla con mensajes de texto y vídeos suyos, algunos de los cuales están captado por webcam de su ordenador, casi como si la estuvieran espiando?

–Así es, quería construir el elemento formal con todos los elementos a los que el hacker podía tener acceso. Recuerdo que, durante la escritura de la peli, tenía un Excel con una pestaña por cada día del chantaje, en el que aparecían mis mensajes, los de la familia, de mis amigas, que eran como los personajes. A través de todos estos textos iba reconstruyendo los hechos y a la vez pensaba que, tal vez, el hacker estaba teniendo acceso a todo. Claro, es que me robaron el ordenador en mayo y el chantaje comenzó en agosto, así que hasta entonces no cambié ninguna contraseña. ¿Quién lo iba a pensar? Es que parece surrealista.

¿Qué huella le ha dejado esta vivencia? ¿Desconfía y sospecha más ahora?

–Sí, y no solo hacia el sistema, es decir, ¿quién protege nuestros datos? Justo el otro día leí un artículo que hablaba de que estamos viviendo la tercera edad oscura... Los más ricos y poderosos son los que tienen los datos, y nuestros sistemas de protección van tan lentos que, cuando llegan, los otros ya se han comido todo el pastel. Yo siento que solo somos elementos de estudio y consumidores de un sistema. Y eso me hace desconfiar. Quiero que esta peli consiga que se visibilice un problema que no se está solucionando, y no me refiero solo al chantaje, sino a nuestros datos a nivel de consumo.

Es que uno de los negocios más importantes de las empresas digitales es la compraventa de datos.

–Eso es, y no te estudian a ti como persona, sino que quieren saber cómo se mueven las masas. Imagínate que estás triste, te ha dejado el novio o yo qué sé, y el móvil te dice que lo que necesitas es esta película y sushi. Qué bien, ¿no? Tengo una amiga que me dice ‘quiero que la Inteligencia Artificial me diga lo que tengo que hacer’, porque tenemos tantas opciones que cada vez nos cuesta más decidir. Tener una Siri que te lo indicara aparentemente sería perfecto, pero igual tenemos que plantearnos hacia dónde vamos...

“Me sentí desprotegida por la policía; cuando llamé con el primer email, me echaron la bronca porque dijeron que eso no era una emergencia”

¿Se ha sentido desprotegida por la policía y por el sistema judicial?

–Totalmente desprotegida. Siempre digo que esta película ha sido mi protección, mi manera de disociar. Casi un diario de guerra. Cuando fui por primera vez a la comisaría, sentí como que me transmitían que me estaban haciendo un favor. Tenía sensación de abuso. Recuerdo que me dijeron que este tipo de casos les suceden a mujeres jóvenes como yo. Y que me sexualizaban repitiéndome una y otra vez que no me preocupara, que no iban a mirar las fotos. Yo les respondí que si tenían que mirarlas para hacer el trabajo, que las miraran.

Paternalismo.

–Sí, un paternalismo asqueroso y el tipo en plan guarro, ¿sabes? Por otro lado, es verdad que el sistema judicial ha ido lento, pero ha tenido éxito. Cinco años después, han cogido al ladrón del ordenador. Me ha dado respuestas. Eso sí, lentísimo. Yo era la típica pesada escribiendo emails preguntando y pidiendo ayuda. También cuando decidí postear las fotos, no solo lo vi como una forma de liberarme del chantaje, sino también de pedir cooperación a mis contactos, a los que les escribía para que, si les volvían a llegar las fotos, me las reenviaran para ir acumulando pruebas y entregárselas a la poli.

En la película lo cuenta, pero ¿cómo llegó a la decisión de postear las fotos? No debió de ser fácil.

–Durante los dos meses de chantaje, mi amiga Moni y yo bromeábamos diciendo que la jugada maestra sería cuando las posteara yo misma. Pero era para reírnos un poco de la situación, porque yo creía que ya se cansaría y pararía él solo. Claro, en el fondo yo no las quería publicar, pero cuando se creó el perfil de Ariana graciosa, conseguí la IP y me volvió a escribir. Ahí ya me quedé desarmada, así que, pensé que, como última opción, mejor colgaba las fotos yo. Lo misterioso es que en cuanto las publiqué dejó de escribirme...

¿Misterioso?

–Piensa que, entonces, yo ya tenía todas mis redes privadas. Así que ver que el hacker paraba de escribir me hizo pensar que era alguno de mis contactos... Es que te entra la paranoia.

¿Cómo fue lo de esperar la respuesta de la gente después de ese post? 

–Había un punto de sentirme que es ridícula. Hice el post con Premiere y recuerdo que lloré cuando tuve que poner los giffs para tapar mi vagina porque si no me lo iban a censurar. Lloré mucho y me sentí ridícula, Estaba nerviosa porque habían pasado uno o dos minutos desde la publicación y nadie estaba dando like. Pero era en plan wal, acabo de publicar esto, mis fotos y nadie estaba dando like. Creía que era una exagerada y me hice un poco de gaslighting, que esto es muy propio de las mujeres. Como nos han dicho tantas veces que somos unas locas exageradas...

Seguramente, durante el chantaje pasó por un carrusel de emociones. Incredulidad, angustia, rabia... ¿Llegó a sentirse víctima?

–Aunque en el fondo tengo una autoestima frágil, debo de ser muy orgullosa porque nunca me quise victimizar. Me sentía como cuando alguien te intenta tirar y tú giras y vuelves a ponerte de pie. No quería ser víctima y me daba mucha rabia cuando la gente me decía ‘pobre Pati’. Y la peli me ayudó a ponerme en una situación diferente. Fue mi manera de girar. Culpa no he sentido nunca, pero vergüenza, rabia y miedo, sí. Es que esta persona lo sabía todo, mi DNI, que hacía documentales, dónde vivía. Bueno, y lo sigue sabiendo, por el hacker está libre. 

Y Patricia Franquesa está exhibiendo esta película, ¿le da miedo que vuelva a atacar? 

–Sí, claro, piensa que el tipo o la tipa está libre. En el fondo, creo que es muy posible que vuelva y conteste. Tiene mi email, mis fotos, mis contactos, mi móvil... Me puede enviar un WhatsApp o escribirme en Instagram y espiarme. No me parecería nada loco que me volviera a escribir, así que esta es mi carta de denuncia.

“Quiero que el hacker vea la peli para que se dé cuenta de lo que pasa en el otro lado. Tomo el mando. El cine es el antídoto”

¿Y le preocupa?

–Sí. Y el final de la peli es agridulce. La parte dulce es haber hecho la peli, apostando, así, por el sharing is caring, pero el malo sigue libre. Quiero humanizar al hacker y pensar que seguro que es muy buen padre o muy buena madre, que les da besos a sus hijos cuando se van a dormir, pero que también elige hacerle esto a otra persona. El otro día leí la campaña de un chico de Estados Unidos de 17 años que se suicidió porque un hacker se hizo pasar por una chica de su edad, le mandó una supuesta foto suya y le pidió una a él. Se la mandó y le pidió 300 dólares. ¡Y se suicidó por 300 dólares! Es perturbador. No sé si la persona que está al otro lado haciendo el chantaje se acaba de dar cuenta de lo que hace. 

Han robado parte de su identidad y del poder sobre su intimidad. ¿Cómo se recupera el control?

–Haciendo una película (ríe). Yo reescribo mi historia. Quiero que el hacker vea la peli para que se dé cuenta de lo que pasa en el otro lado, señor o señora. Tomo el mando. El cine es el antídoto.

¿Y el humor? 

–Me acuerdo de que, un día, le dije a Moni que daba gracias por los memes porque me hacían ver que todo el mundo sufre. A veces veía uno y decía ‘¡qué trash!’, pero entendía la oscuridad que contenía. Usar el humor tenía que ver con sobrevivir; es un mecanismo de defensa.

¿Cómo fue recibida la película cuando la estrenó en Austin (Texas)?

–Recuerdo que estaba súper híper mega nerviosa, presenté la peli y me sentí en una primera fila que tenía esos asientos tan americanos, grandes, y la gente estaba comiendo nachos. Eso me gustó porque esa sala estaba pensada para el cine de entretenimiento y quería ver cómo funcionaba mi proyecto y qué pensaba la gente. A mi lado se sentaba un tío de unos 50 años, que cuando se acabó, aplaudió y me dijo ‘good job’. Y me alegró muchísimo. En general, me encanta lo que está diciendo la gente que la ve. Es muy bello cuando haces algo, y más si es una creación tan personal, y ves que funciona. 

Justo cuando empezó el chantaje, la habían seleccionado en Locarno con ‘Querida Sara’, su primer largo documental. ¿Qué tipo de historia le interesa para ponerse a grabar? 

–Pues Querida Sara también tiene un punto personal. Luego me di cuenta de que todo tenía que ver con cómo las dos nos íbamos acercando hasta que yo fui a Afganistán a conocerla. Al inicio es una peli muy distante y luego se vuelve muy cercana. De momento, me gusta hacer cosas que trabajo en mi corazón. Es como entender los puntos universales; lo que siento yo, lo que sientes tú y lo que sientes alguien de China puede ser lo mismo. Me encanta trabajar con la emoción. Cuando lloro, entonces sé que lo que estoy sintiendo es real. Agota, pero es como si utilizara mi propia membrana sensitiva para entender por dónde ir.

Hay que cuidarse también, y dejarse cuidar.

–Sí, y a mí me cuesta un montón recibir amor.