En 1924 el Ayuntamiento de Estella-Lizarra convocó un certamen literario, musical y artístico con motivo del IV centenario del nacimiento de Fray Diego de Estella. El afamado pintor y excelente retratista navarro Javier Ciga Echandi (1877-1960), obtiene el primer premio en la sección de pintura con un retrato al óleo del homenajeado. Este hecho es el objeto de este artículo, así como la exposición temporal de este mismo pintor: Figuración y Esencia, que dentro de los actos de conmemoración del quinto centenario (2024), tendrá lugar en el Museo Gustavo de Maeztu del 5 de julio al 27 de octubre.
CONMEMORACIÓN DEL IV CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE FRAY DIEGO DE ESTELLA (1924)
El certamen literario, musical y artístico, fue el eje troncal del IV centenario. Este evento recuerda a otros certámenes municipales. La conmemoración a modo de juegos florales tuvo lugar en los primeros días de agosto, coincidiendo con las fiestas patronales. La primera noticia sobre su organización, la encontramos en las actas de la sesión municipal de 21 de febrero de 1923.
Los documentos que nos permiten investigar este evento son las actas municipales, el libro del centenario titulado Fray Diego de Estella y su IV Centenario y el libro de Actas de la Junta Organizadora. Las secciones del certamen fueron tres: Literaria, Musical y Artístíca y para ello se nombraron los jurados que debían calificar y dotar los premios. En lo que respecta a la sección pictórica, estuvo formada por el Rvdo. Padre Capuchino Santos de Tudela, el arquitecto don Ricardo Ros y don Narciso Aguirre. Así mismo se definió el condicionado en cuanto a lo relativo a los premios y a la presentación de los trabajos bajo lema y demás requisitos.
La prensa de la época recoge con gran profusión los actos conmemorativos del día 2 de agosto. La Voz de Navarra, El Pensamiento Navarro y Diario de Navarra que dedicaba toda su portada además de las páginas dos y tres a las fiestas locales y al homenaje. A las seis de la tarde del día 3, tuvo lugar la solemne entrega de premios en el magnífico teatro de la ciudad conocido como La Teatral Estellesa. En lo que se refiere a la sección artística, el tema obligado era el retrato de pintura al óleo de Fray Diego de Estella; el ganador fue el pintor pamplonés Javier Ciga Echandi, que recibió el diploma, el premio de 500 pesetas y una gran ovación. Fuera de concurso, el pintor estellés Eladio Aguirre, recibió una mención de honor
ANÁLISIS PICTÓRICO DE LA OBRA
El lema elegido por Javier Ciga para presentarse al concurso, fue Lizarra elección muy oportuna que le vinculaba a la ciudad del Ega con su topónimo en euskera, lengua que tanto amaba. La obra premiada pasó a ser propiedad del Ayuntamiento. Su ejecución presentaba la dificultad de ser un retrato post mortem por lo que se tuvo que basar en obras anteriores en concreto en el grabado de Fernando Selma, realizado en Madrid en 1785, para ilustrar la obra: Tratado de la vanidad del mundo, conservado en la Biblioteca Nacional de España. En distintas fuentes y en concreto en la inscripción del grabado anteriormente mencionado se cita el retrato original en la casa de Fray Diego. Este retrato coetáneo al retratado y probablemente pintado del natural, estaría colgado en su casa y habría sido encargado por su madre y pintado por un artista del taller de los grandes pintores de Felipe II, como fueron Sánchez Coello y Antonio Moro. Desgraciadamente esta obra que podía ser de gran interés, se hallaría en paradero desconocido. El retrato de Fray Diego conservado en la iglesia de San Pedro de la Rúa, por sus características formales podría datarse a principios del siglo XX e incluso haberse presentado al mismo concurso ya que tiene lema, y como hipótesis de trabajo podría tratarse del anteriormente citado Eladio Aguirre. Esta obra presenta escasa calidad por su rigidez, hieratismo y falta de naturalidad aunque aparece bien contextualizado en cuanto a su atuendo, y en su actitud de escribir con la biblioteca al fondo.
Ciga en este retrato histórico consiguió dotarle de veracidad y naturalismo. Sobre un fondo neutro de colores pardos amarronados con distinta intensidad de luz, consiguió crear una cálida atmósfera y un interesante efecto de ilusión espacial. Se trata de un retrato sedente de medio cuerpo en posición ligeramente ladeada, consiguiendo así romper la frontalidad y concentrando el interés en la actividad intelectual del retratado a través del libro y la pluma y sobre todo en su rostro, que denota la psicología e inteligencia de Fray Diego. La luz que entra por la derecha ilumina rostro y manos. Cabe destacar el preciosismo de los detalles, desde el brillo de los muebles, el claveteado del sillón o el verismo del cabello que sobresale de la tonsura franciscana en su cabeza.
La figura se ejecuta sobre una base de rigor dibujístico muy bien ejecutado. La plasticidad del modelado del rostro está pintado a base de juegos de luces y sombras que dan realidad y rotundidad, consiguiendo esa jugosidad y carnosidad, acentuando el realismo para llegar a un naturalismo en un ejercicio de interpretación sublime. Esta obra aúna la dignidad y captación psicológica del retratado, ya que con ser importante la apariencia física, Ciga no se queda ahí y horada en el interior del ser humano, hasta llegar a sacar el alma del retratado. El aforismo de Anatole France: “Un buen retrato es una biografía pintada”, define bien la actividad de nuestro pintor en este género, ya que incorpora al retrato todos aquellos detalles que pueden relatar las diversas facetas y vicisitudes del retratado, siendo un compendio de vida. Se puede decir que Ciga se documentó sobre la obra intelectual de Fray Diego, compartió con agrado ese humanismo y naturalismo y lo supo reflejar en la obra pintada.
EXPOSICIÓN DE JAVIER CIGA, EN EL QUINTO CENTENARIO (2024) DEL NACIMIENTO DE FRAY DIEGO DE ESTELLA
La Exposición de Javier Ciga en el Museo Gustavo de Maeztu, propone una reflexión sobre los conceptos de Figuración y Esencia, que son los definidores de su obra. Al mismo tiempo que supone un encuentro de estos dos grandes pintores, que compartieron una época y un mismo universo pictórico. Ambos expusieron en los salones parisinos y coincidieron en las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes de Madrid de 1915 y 1917.
La muestra se articula en torno a cinco ejes temáticos:
1. Dibujos de Academia y Realismo Social. Etapa de Madrid (1909-1911). En la Real Academia de San Fernando de Madrid, por medio de la estatuaria clásica aprendió las proporciones del cuerpo humano y el absoluto dominio del dibujo, además del estudio de la perspectiva, color y técnicas pictóricas, sin caer en el academicismo. Por otra parte, interpretó esa cruda realidad social haciéndose eco de ella, tomando parte por los más desfavorecidos. Los niños de la calle, el analfabetismo (sobre todo femenino), los borrachos, el mundo del hampa y la sordidez de los barrios más pobres, fueron temas de su pintura, participando así de esa corriente pictórica que llamamos Realismo Social tan en boga en la pintura europea de aquella época, lo que suponía un rasgo de absoluta modernidad.

2. Paisajes de París (1912-1914). Constituyen una de las experiencias más bellas y originales de su labor pictórica. Se caracterizan por el tratamiento de esa luz tamizada, grisácea, sugerente, brumosa y difuminada. Ciga, al igual que sus precedentes impresionistas, Monet, Sisley o Pisarro, hizo al Sena protagonista de sus pinturas para plasmar el efecto de las variaciones atmosféricas en los reflejos del agua, creando una nebulosa borrosa donde agua, cielo y atmósfera se confunden. Ciga experimentó los usos y técnicas impresionistas y postimpresionistas, en la mancha de color o la incorporación de otras influencias, como el constructivismo cezaniano, que aplicaría al geometrismo del caserío y a sus bodegones. Utilizó una pincelada vibrante, fragmentada, deshecha, gestual, que en el caso de Nocturno en el Sena, se encuentra entre el fauvismo y la abstracción.
3. Retrato. El retrato en Ciga de influencia posromántica, se caracteriza por sus fondos neutros y matizados, donde el autor concentra toda su atención en los rasgos físicos y psíquicos del retratado, resaltando por medio de la luz, rostro, manos, y poniendo énfasis en una mirada profunda que conecta con el espectador. Aunando por un lado, la fidelidad del natural y la dignidad del retratado y por otro, la captación psicológica. Ciga no se queda en la fachada física, horada en el interior del ser humano, y refleja su alma. Su genialidad en este género es mayor si cabe, en la serie de retratos infantiles de sus seres más queridos, caracterizados por su espontaneidad, ternura y cariño .
4. Paisaje. Este género fue muy querido para él, tanto de forma independiente como de fondo de otras obras. Mención especial merece el paisaje de Baztan, donde encontró ese locus o lurra, marco referencial de su pintura, con ese bucolismo que le define; todo ello aderezado con esa sensación de humedad, luz tamizada, envolvente y sugestiva, o el rabioso colorido del otoño baztandarra. Desde una actitud de contacto y comunión con la naturaleza, se entregará con fervor y entusiasmo al pleinairismo, elemento definidor de su paisajismo.Su actitud ante el paisaje del valle es totalmente intimista y parte de la experiencia emocional, vivencial, personal, traspasando así el mero modelo del natural para llegar a una expresión honda y trascendente.
5. Pintura etnográfica. Ciga recoge la vida en toda su complejidad: trabajo, ocio, romerías, idilios amorosos, vivencias en la plaza, salida de misa, ritos funerarios, emoción religiosa, o los tipos étnicos con sus rasgos y señas de identidad de aquella sociedad y cultura vasca. En este género, plasmó con emoción y sentimiento las esencias vascas de Navarra. En definitiva, trascendió la escena costumbrista para adentrarse y captar la esencia de este pueblo. Así mismo, pintó distintos tipos etnográficos. El tipo posee valor de arquetipo es decir, adquiere todos los rasgos que definen a la colectividad. Su labor se centró en plasmar los rasgos físicos, acompañándolos de una indumentaria específica, y de unas señas de identidad, como fueron: Alkatia, la Kiku, Kattalin. Todos estos personajes reflejan en sus rostros una vida difícil, pero sobre todo una gran dignidad moral.
SIGNIFICADO DE LA PINTURA DE CIGA
Podemos calificar a Ciga, como el maestro de la pintura serena, sin ampulosidades ni estridencias. Huye de la artificiosidad y de la complicación fácil. Su Pintura de Verdad no se quedará en la apariencia, sino que irá al interior más profundo. En su pintura etnográfica, plasmó con emoción y sentimiento, las esencias vascas de Navarra. En su obra, detrás de la apariencia sencilla, siempre hay un más allá muy rico conceptualmente hablando. El ser, conforma e impregna su obra, dándole un carácter existencialista que nos lleva a clasificar su pintura, como realismo trascendente o metafísico, en su acepción literal del término. Por encima de todo, Javier Ciga fue pintor de esencias y verdades e intérprete del alma y de la sociedad de su tiempo.
El autor es comisario de la exposición y presidente de la Fundación Ciga