Lo tradicional, lo antiguo, aquello que está en el origen, en la raíz, visto desde la contemporaneidad y lo escultórico. En muy pocas palabras, es lo que Néstor Basterretxea llevó a cabo cuando creó, en la década de los años 70 del siglo pasado, la Serie Cosmogónica Vasca. El antiguo Depósito de Aguas de Vitoria - Gasteiz acoge a las 18 piezas que componen un trabajo referencial dentro de la trayectoria del autor.

Ahora que se está conmemorando el primer centenario del nacimiento del artista, el espacio de Montehermoso recibe hasta el 29 de septiembre esta serie, que en la actualidad custodia el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Así, Akelarre, Gaueko, Mari, Eate... ya se encuentran en ese lugar de lo alto de la colina, donde antes hubo agua y ahora la piedra de las grandes paredes guarda cultura.

Además, la exposición se acompaña con la inclusión de una pieza musical, la que creó Sara Soto Gabiola de manera específica para esta serie. Todo ello, en este lugar tan singular de lo alto de la colina, termina por componer una muestra, cuando menos, singular.

De la colina a Lasarte

Además de las visitas guiadas que se van a producir estos meses a la exposición como tal, también se van a incluir recorridos que van a suponer unir esta muestra con las creaciones de Basterretxea para la iglesia de Lasarte. De esta manera, se quiere poner ambas visiones sobre las deidades en relación, pero sobre todo, ayudar al público a retratar el momento creativo del autor de Bermeo cuando generó ambas propuestas. 

Cabe recordar que en 1975, Basterretxea recibió el encargo por parte del Consejo de Cultura de la Diputación alavesa de realizar los objetos de culto del prebisterio de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. “Él se sentía muy contento con aquel trabajo”, recuerda Gorka Basterretxea, uno de los hijos del artista y quien se está encargando de coordinar los actos del centenario.

La exposición permanecerá abierta hasta el 29 de septiembre. Josu Chavarri Erralde

Partiendo de Barandiaran

Como explican desde Montehermoso, a finales de la década de los años 50 y durante la década de los años 60 del siglo pasado, Basterretxea se encontraba inmerso en una evolución estética que iba desde la expresividad emocional y figurativa, hasta el riguroso estudio de las relaciones entre forma y espacio. Sin embargo, en 1972, tomando como punto de partida el trabajo de investigación etnológica desarrollado por José Miguel de Barandiaran en su Diccionario de la Mitología Vasca, el artista inició un camino de análisis formal que terminó por desembocar en la creación de la Serie Cosmogónica Vasca. 

Esta nueva etapa le hizo abandonar de manera momentánea la abstracción más racionalista para volver a una expresividad simbólica, creando “una mirada cargada de signos y contenidos referidos a una cultura vasca concretada, en este caso, en la mitología”. El resultado se concretó en 17 esculturas en madera de roble y una en bronce, piezas que “ofrecen una apariencia tangible al universo más primigenio y sagrado del pueblo vasco; obras que conectan el espíritu de la escultura contemporánea con la cultura tradicional”. 

En 1973 el artista señalaba: “Por los caminos que estoy andando, que me ha parecido que hacía siglos los venía caminando, me encuentro con los nombres y los poderes de los genios y divinidades que fueron símbolos, creencias, amenazas, dolor, esperanza, formas de comportamiento en la dilatada noche de nuestra antigua vida”.