Carlos ya tiene listo “el traje” para los Goya del próximo 8 de febrero. “El único que tengo”, dice. A Lorena la vestirá Fely Campo como en otras ocasiones. Y es que ya es la cuarta vez que acuden con una nominación a la gala de los Goya. Tres de ellas consecutivas. La primera, él con Memorias de un hombre en pijama (2019); la segunda, los dos con Amanece la noche más larga (2023); la tercera, ella con Hanna y los monstruos (2024), y, este año, ambos de nuevo con Cafunè. A ver si a la cuarta...

¿Lista/o para una nueva gala de los Goya?

LORENA ARES: Eso siempre. Lo de estar nominados es la mejor parte. Luego, si ganas es genial, evidentemente, pero el viaje que haces justo antes de la gala, durante el cual más gente se preocupa por ver y conocer el cortometraje, y si, además, puedes asistir a esa fiesta que es tan divertida... Nos lo hemos pasado muy bien las tres veces, las cuatro mejor dicho, que hemos ido.

CARLOS F. DE VIGO: Sí, esta es la cuarta nominación, tres de ellas seguidas. Ese día también tiene su punto agotador porque, claro, el público en general ve la gala y ya está, pero nosotros tenemos que estar allí a las 17.00, la ceremonia acaba a la una de la madrugada y luego hay fiestas en las que ya cada uno decide hasta cuándo aguanta. Esto, más todo lo que llevas encima. 

¿A qué se refiere? 

C.F.V.: Al calendario de la animación. Estamos hablando de tres o cuatro años por película, en este caso, para un corto de 7 minutos. Además, para que tu trabajo sea elegible para los Goya, hay que hacer un número de festivales previos y promoción para darlo a conocer. Esto, más los dos meses de intensa comunicación que tras las nominaciones. Así que, cuando llega la gala, yo estoy para meterme en la cama (ríe).

El público en general no maneja los tiempos de la animación.

L.A.: A veces puedes acelerar procesos y tardar menos, pero nosotros trabajamos en diferentes producciones y proyectos a la vez. Además, Cafunè también nos llevó tres años porque tardamos en tener una animática, que es el patrón de la película. Y a la dirección de arte le dimos muchas vueltas hasta llegar a lo que buscábamos. De hecho, ya teníamos unos cuantos planitos animados cuando decidimos empezar de nuevo. Y aquí es donde entró Almu Redondo.

Profesional navarra que trabaja por todo el mundo. 

L.A.: Sí, ahora está en Sidney y ganó un Emmy por la dirección de arte que hizo para un capítulo de la serie Visions de Star Wars. Trabajó con nosotros y, aunque su intervención fue pequeñita, nos ayudó a enfilar el proyecto.

C.F.V.: Es una artista buenísima. En cada proyecto, nosotros siempre apostamos primero por el talento local. Aceptamos lo del teletrabajo, pero una película es una obra colectiva y requiere mucha comunicación. Yo lo comparo siempre con una orquesta; es decir, con el violista en Sidney y la trompa en Perú se puede hacer, pero la experiencia de que todos interpreten al mismo tiempo es otra. Con el cine ocurre lo mismo. Almu, por ejemplo, representa un perfil de artistas y técnicos nacidos en Navarra que están trabajando desde fuera y que buscamos y localizamos para ofrecerles no solo trabajar con nosotros en un proyecto, sino también que ayuden a las siguientes generaciones de navarros a comprender cómo es esta industria. Nosotros queremos hacer películas y otras cosas, pero también hemos adquirido compromisos que son muy difíciles de medir, pero son importantes.

¿Habla de crear cantera en Navarra para la animación?

C.F.V.: Eso es. Y desde el primer día también nos ha preocupado generar confianza de los artistas locales. Genéticamente, no hay nada que haga que un chico navarro no pueda estar al máximo nivel artísticamente hablando. No hay ninguna razón por la que no pueda. Pero sí hay algo que ocurre aquí y en todas partes, y es que cuando no hay un trayecto histórico, a la gente le cuesta creerse y verse al máximo nivel internacional. Nosotros como estudio y como productora somos ambiciosos, es decir, queremos que nuestras películas y proyectos estén al máximo nivel y lleguen todo lo lejos que puedan llegar. Aquí hay personas jóvenes que han podido ver cómo su trabajo se mezclaba con el que han realizado los hermanos Grangel con el diseño de personajes de Cafunè. Ese tipo de cosas generan confianza y, aunque, lógicamente no están al mismo nivel, sí sienten que están en el camino.

Esto se aplica especialmente bien al caso de ‘Cafunè’, que creo que nació en uno de los cursos que el estudio impartió dentro de un acuerdo de la industria con el Servicio Navarro de Empleo.

Sí, la idea fue de Chechu Ramírez, que ahora mismo trabaja en storyboard con nosotros. Un día trajo a clase un cómic sencillito que era súper emotivo. Y cuando lo vimos, nos encantó, nos hizo llorar. A partir de ahí, le comentamos que la historia podría trasladarse a un corto de animación, pero le explicamos lo que esto suponía, que no tenía nada que ver con escribir un cómic él solo, sino que el cine es un proyecto colectivo en el que se iban a añadir dos directores, sino también guionistas, músicos... Todos, con su huella autoral. Y dijo que sí, que le parecía una oportunidad muy chula y, de hecho, hemos intentado que participara en muchas fases del proyecto para que él también lo viviese como algo propio.

¿Qué supusieron aquellos cursos de formación?

C.F.V.: Recuerdo que los hicimos porque, si no, nos hubiéramos pasado todo este tiempo contratando a personas de fuera de Navarra. Personas que venían y luego se iban. Fuimos conscientes desde el principio de que había que trabajar, había que picar y ayudar a construir los cimientos de esta industria en Navarra. Fíjate que nosotros en principio no somos cortometrajistas, sino que más bien hacemos largometrajes, pero los cortos nos fascinan como lugar de experimentación y de aprendizaje. Y con esa idea proyectamos Amanece la noche más larga o Cafunè, para que también sirvieran de transición a quienes se estaban iniciando, para que vieran cómo era el proceso. Y aquello que iba a ser una experiencia, en el caso de Amanece se convirtió en una preselección a los Oscar y en un premio en Málaga y en una nominación a los Goya, igual que Cafunè, que ya también ganó en Málaga, es candidato al Goya y ya lleva unos 140 festivales y 34 premios. Ah, y también fue reconocido en Donosti. ¿Cuántas veces, en 75 años, has visto ganar premios a una película de animación en el Festival de San Sebastián?

"Somos ambiciosos, es decir, queremos que nuestras películas y proyectos estén al máximo nivel y lleguen todo lo lejos que puedan llegar"

Carlos Fernández de Vigo - Codirector de 'Cafunè'

Parece que las clases dieron sus frutos.

C.F.V.: Sí, al final, se te queda el sentimiento de haber hecho bien las cosas. El proyecto de formación surgió de la mano de agentes como Servicio Navarro de Empleo, Sodena, Clúster Audiovisual de Navarra y los estudios, y parece que entre todos hemos conseguido unir todas las piezas. Fue una inversión cara, y no solo de dinero, sino también de salud para nosotros...

LA.: Sí, recuerdo que tuvimos un cuatrimestre que consistía en 8 horas diarias de clase y, aparte, claro, teníamos nuestros proyectos. Otro eran cinco horas de clase y tres de prácticas... Más lo nuestro...

Pues tienen que estar satisfechos, porque esa inversión de tiempo y esfuerzo no solo ha dado sus frutos, sino que ha generado trabajos que están siendo reconocidos.

L.A.: Sí, y reconozco que eso también te genera un nivel importante de tensión, porque te preguntas ‘¿qué es lo siguiente que vamos a hacer?’ (ríe)

Es que han puesto el listón muy alto.

C.F.V.: Nosotros no, lo hace el equipo. Es decir, es cierto que nosotros somos muy exigentes, pero con nosotros mismos los primeros. Y somos ambiciosos, porque, al final, cuando haces una película puedes querer que todo el mundo esté contento porque no hay correcciones y acabamos pronto, pero puede pasar que, así, luego no la conozca nadie o la critiquen y te avergüences de formar parte de ese proyecto y llegues a la conclusión de qe con estos directores no se llega a cosas chulas. Pero si sufres, como hemos sufrido todos haciendo Amanece, Cafunè o Hanna y los monstruos, y estamos sufriendo ahora con DinoGames y con Skizo, hay un resultado. Siempre digo que la película es un legado que queda como representación de una época, de una visión del mundo, de la vida. En concreto, Cafunè representa una mirada hacia la migración forzosa desde una perspectiva muy específica. Y, dentro de 50 años, la gente podrá entender qué pasó y preguntarse por qué la sociedad había permitido que pasaran estas tragedias diarias y terribles y conocer el punto de vista de parte de la ciudadanía, a través de los artistas.

¿Al final, esta tetralogía sobre el ser humano (‘Amanece la noche más larga’, ‘Cafunè’, ‘Skizo’ y ‘Tesla’) es un proyecto político?

Por mi parte, creo que no. Yo la veo un viaje hacia delante y esta nuestra visión desde hoy de cómo será el futuro. Política no porque, sinceramente, no me creo que ningún partido esté en contra de lo que cuenta Cafunè. Y en ningún momento decimos lo que hay que hacer. No entramos en la solución o en el enfoque políticos. Solo decimos ¿en serio? El corto no es una estadística de la página 23 de El País, sino que te muestra lo que está pasando y te invita a que ahora tú, desde el pensamiento crítico y después de ver esto, no un gráfico de datos, decide cuál es tu posición. 

Los datos no nos dicen nada ya.

Ese es el enfoque. Este proyecto no no es político, es humanista. Es decir, no le decimos al espectador lo que tiene que hacer, nosotros no adoctrinamos, no es nuestro papel, simplemente le pedimos que tenga en cuenta la emoción que le ha causado ver el corto. 

L.A.: Es que todos esos datos no nos llegan, estamos anestesiados. Los ves un día tras otro y es como que te entran por un oído y te salen por el otro. Puede que prestes atención un momento, pero luego te olvidas. Y nosotros queremos que la emoción perdure. En Cafunè trabajamos la emoción, nada más.

Imagen de 'Cafunè'. Cedida

¿Y cómo va ‘Skizo’?

L.A.: Tenemos parte del arte y de la animática, pero es un viaje interesante porque estamos cambiando el flujo de trabajo de animación. Queremos probar platós virtuales, estilos nuevos, pero el proceso es bastante locura. Así como Amanece era un cortometraje conversacional, de hacerte prestar mucha atención a lo que están diciendo, y Cafunè es más un sentimiento, para mí, Skizo es una batidora de cerebro porque se basa en responder a una pregunta: ¿dónde está el origen del mal?

CF.V.: Es una pesadilla. Es duro porque trata temas muy malos, aunque tratamos la parte de la realización para que sea una experiencia que te genere emociones, pero no rechazo. Si en Cafunè hubiéramos filmado la escena del naufragio, sería horrible de ver. Sin embargo, dentro de lo que es el contexto de la técnica de animación, consigues atrapar la mirada y el mensaje entra hasta el fondo. Skizo, en cambio, tratamos el origen del mal no desde la perspectiva de alguien que pierde la razón, sino desde la perspectiva de que, en un momento dado, todos podemos convertirnos en algo terrible. Hay personas que no están enfermas y sencillamente son malvadas. En este corto ofreceremos la visión de diferentes versiones de un mismo ser humano y proponemos una reflexión sobre de cómo muchas de las cosas terribles que suceden están contaminadas por comportamientos de unos y de otro.

También están con ‘DinoGames’, que es una peli familiar, más de entretenimiento.

L.A.: Sí, es un largometraje de animación familiar en la línea del cine de los 80 como Los Goonies o los Gremlins. Estamos tratando de hacer una película coral en la cual los niños se meten en un jaleo y ellos mismos tienen que sacarse las castañas del fuego. Volvemos a contar con los hermanos Grangel en el diseño de personajes y con Mikel Salas en la música. Nos llevamos muy bien con él, es un experimentador y ya estamos viendo que nos creará un coro de dinosaurios (ríe).