¿Cómo ha ido tomando forma esta nueva encarnación de Buena Vista?

Verás: yo hacía unas de presentaciones en las Islas Canarias en las que el instrumento que yo toco, el tres, era el epicentro. El tres es el cordófono nacional de Cuba y refleja la herencia de los ritmos africanos y la tradición guitarrística española. Después de esas presentaciones, el organizador de aquel proyecto, Javier Marichal, nos propuso recuperar el Buena Vista, había gente que lo quería volver a ver. Las caras más visibles ya no están, algunos se han jubilado y otros han muerto, pero la música está muy viva y el público sigue queriendo escucharla. También siguen vivos muchos músicos que colaboraron en el proyecto original, así que nos pusimos en marcha. Organicé el trabajo, hice orquestaciones… Concebimos un sonido propio para este proyecto, basándonos en el del proyecto original. Llevamos dos años tocando, hemos estado en América, en Europa… Ahora tenemos unos conciertos en España y el primero de ellos será en el Baluarte de Pamplona.

Entonces, en el grupo actual hay integrantes históricos y nuevas incorporaciones.

Sí, la mayor parte del grupo son miembros originales. Todos los que estamos en el proyecto llevamos toda la vida trabajando en la música tradicional, así que nos entendemos bien. Recreamos el sonido de Buena Vista, que es la mayor parte de nuestro repertorio, y sale todo de manera fluida.

El proyecto Buena Vista Social Club cristalizó en un disco mítico de 1997 que tuvo muchísima repercusión en todo el mundo. Llama la atención que tuviesen que ser artistas de fuera de Cuba, como Ry Cooder o Santiago Auserón, los que exportaran la música de la isla. ¿Les faltó, quizás, espíritu emprendedor?

Se conjugaron varios factores. Es común que vengan a Cuba músicos africanos a estudiar los orígenes de su música. De Nigeria, por ejemplo. Cuando vienen, no sienten la necesidad de conservar algo que tienen al alcance de la mano. Sus antepasados, cuando llegaron en el siglo XVIII, trajeron sus tambores y el ánimo de aferrarse a su cultura, intentaron mantenerla estática para no perderla. En el caso de la música cubana tradicional, los jóvenes parten de la tradición pero la mezclan con otras cosas. No sienten que necesiten conservar nada porque ven que hay gente que lo hace. Si solo conservas la música tradicional pero no innovas, estarías haciendo un gran museo. Es como si todos los pintores de España intentasen pintar como Velázquez, estaríamos todavía con Las Meninas. Por otro lado, para nosotros es complicado poner esta música en el mercado internacional, encontramos muchas trabas. Si una compañía de otro país quiere lanzar la música cubana, se encuentra con muchas zancadillas.

¿Qué papel jugó Ry Cooder en el proyecto original?

Ry Cooder era un gran conocedor de la música cubana, antes del disco de Buena Vista ya había venido con los Chiftains para investigar la huella celta en la música cubana, era la conexión entre la música gallega y la música cubana. Ahí participaron Ibrahim Ferrer, el pianista Rubén González… Hizo una gran labor, igual que la compañía discográfica World Circuit, que quiso divulgar esta música. Luego ya se vio que había mucha demanda en todo el mundo.

¿Y Santiago Auserón? Otro gran estudioso de la evolución de los ritmos y músicas de la negritud, de quien, por cierto, usted es muy amigo; de hecho, formó parte de su banda en los inicios de Juan Perro.

Exactamente. Antes del Buena Vista, Santiago Auserón le grabó un disco a Compay Segundo, fue su antología y yo participé. Después, cuando yo estaba en la banda de Juan Perro, los fines de semana que teníamos libres nos íbamos a casa de Santiago y teníamos grandes debates sobre estos temas. De él comprendí cómo el canto de los hispano hablantes guarda relación entre sí por los acentos. En esta área del Caribe, tenemos una gran conexión con África, pero también la tienen en Jamaica o Nueva Orleans. La música de los países anglófonos no suena igual, y es por el idioma, que condiciona lo que compones. No es lo mismo escribir para un idioma lleno de monosílabos y palabras agudas, como es el inglés, que hacerlo para otro en el que la mayoría de las palabras son llanas, como es el español. Santiago decía que la mejor manera de potabilizar el castellano para el rock’n’roll era poniéndole ritmo cubano (lo tararea), porque ya te lleva a “mira negra, dale, goza…”; son palabras llanas. Santiago es un gran estudioso y llegó a conclusiones muy interesantes.

Otro artista con el que ha trabajado mucho es Javier Colina, un pamplonica ilustre. ¿De dónde viene esa relación?

Conocí a Colina cuando vino a La Habana con Santiago Auserón para grabar el primer disco de Juan Perro. Después coincidimos en esa banda y encontramos muchos espacios comunes. Colina viene a Cuba y puede tocar en cualquier grupo de aquí, porque tiene el concepto de la música cubana clarísimo. En Madrid nos íbamos a tocar al Café Central, conectamos muy bien. He tocado en discos suyos y él en proyectos míos. Ademas de tocar el bajo, Colina canta muy bien y hemos cantado juntos en muchos festivales de jazz. También solemos ir a un club de jazz que hay en la calle Recoletos de Madrid y tocamos allí. Improvisamos, yo con el tres y él con el contrabajo. Tenemos una relación de muchos años, mucha afinidad musical y sobre todo, afinidad humana. Es como un hermano, le tengo mucho cariño.

Ya han hecho bastantes conciertos con este nuevo proyecto Buena Vista. ¿Qué podemos esperar del concierto de Baluarte?

Decía Silvio Rodríguez en una de sus canciones que “no es lo mismo, pero es igual”. El que quiera escuchar a Buena Vista, que vaya al concierto, porque va a escuchar a Buena Vista. Va a ver la casa de Buena Vista, pero pintada con otros colores. Ademas de su repertorio, incorporamos algunos temas que están en la órbita de Buena Vista, pero que no llegó a grabar; por ejemplo, el Manisero, que la popularizó Antonio Machín. Fue la primera vez que una música cubana logró vender más de un millón de copias, pero en el Buena Vista no la tocaron. Y no quiero desvelar más sorpresas. El que vaya, lo va a disfrutar. De hecho, podemos considerar que el concierto es una provocación; una provocación al público, para que quiera volver. El 16 vamos a Baluarte, en Pamplona, pero espero que sea la primera vez y tengamos que volver.