Ritmos urbanos y tradición euskaldun, chándal y txapela se aúnan, entre el caos, el mestizaje, la reivindicación, la ironía, mucha frescura y cierta provocación, en la discografía de Chill Mafia, capaz de mezclar con desparpajo y sin ataduras a Laboa, Mendibil y Lete con la ranchera, el rap, los corridos y un sinfín de ritmos urbanos paridos desde un ordenador.
El colectivo creativo navarro se despide, Agur eta ohore, con un concierto en el espacio Cubec del BEC de Barakaldo este viernes,, 28 de marzo. “Ya hemos hecho lo que queríamos, así que una retirada a tiempo es una victoria”, asegura Tuli, uno de sus integrantes, en esta entrevista. “No hay lugar para la tristeza, no pasa nada; no se ha muerto nadie”, apostilla.
Tienen un tema llamado ‘Ay K Emoción’. ¿Mucha o más nervios?
-Hay emoción, más que nervios. (Duda). Bueno, algo de nervios también porque la plaza en la que torearemos es importante, nunca hemos nada así.
¿El del agur será su concierto más multitudinario?
-No sé, ya que por ahí está el concierto que dimos en Sanfermines y algún festival con mucha gente, pero va a ser algo enorme.
El viaje ha sido corto pero intenso.
-A mí no se me ha hecho nada corto, ya te digo (risas). Han sido cuatro años a fuego, muy intensos, pero ha estado muy bien.
¿De ahí dejarlo?
-Puede ser una de las razones. A ver, no ha sido algo concreto, sino varias cosas. Es que somos un poco disfuncionales, claro. Además, era difícil cuadrar las agendas con los trabajos de cada uno para quedar y hacer las cosas como nos gustaría. Y lo que queríamos ya lo habíamos hecho, tenía que terminar; y no ha sido mal ¿eh?
Para no terminar como en su canción, ‘Ídolo caído’, quizás?
-Eso es, para dejar un buen recuerdo antes de que la cosa decaiga. Esa es una versión de un tema que le gustaba a Kiliki.
En ella se habla de un ‘pavón real’. ¿Mick Jagger lo es? No hay quien le baje de un escenario.
-A ver (risas). No, pero (duda)… sí, lo es.
¿Cuando se juntaron tenía claro lo que buscaban o surgió de la espontaneidad?
-(Resopla). No había una idea prefijada pero sí tirábamos todos por lo mismo. Por algo empezamos con Ezorregatik X Berpizkundea, que significa renacimiento. Fue espontáneo pero había una idea común.
¿Qué veían muerto?
-Dicho así… igual la música en Euskal Herria. No tanto por el hecho en sí, pero sí por el tipo de propuestas que había. Eran muy similares a las de décadas atrás, faltaba algo fresco en nuestra opinión. Y ese renacimiento se ve reflejado hoy con una ezkaintza más abierta.
¿Creen que han contribuido a ello?
-Creo que sí, clarísimamente.
No es común dejarlo en alto, en el mejor momento de popularidad, aunque los ‘Chillma’ nunca han sido un grupo al uso. ¿Más colegas y colectivo, quizás?
-Un grupo de colegas ante todo. Además, aunque ni canten o hagan música hay un montón de gente más que se ocupa de otras cosas; y otras que están y no hacen nada y suben al escenario en ocasiones. Es que empezamos siendo una cuadrillica que íbamos juntos a sound systems, y así seguimos. En el caso del agur, creo que una retirada a tiempo es una victoria.
¿Les ha pesado vivir en Iruña, dormir en Bilbao y despertarse en Madrid?
-Puede ser, sí, demasiado ritmo y muy inesperado. Te cuento una anecdotilla graciosa: un día los demás me despertaron, me metí en el coche y media hora después, al preguntar adónde íbamos, me dijeron que a nuestro primer concierto. A mí esto me ha pesado y cansado, pero seguiré tocando. Me quedan años, ahora con La Txama, mirando a México; y nos va bien, con muchos bolos.
"Nunca hemos dicho que no a nada, no solo en lo musical. Por eso lo dejamos, si seguimos diciendo que sí a todo a ver dónde acabamos"
¿Les ha asustado la profesionalidad?
-No, pero sí pierdes armas con ella, y gracia. Demasiada seriedad.
Vacilaban en una canción con ir a Cancún o a Japón… ¿Qué tal de pasta?
-La verdad es que algo hemos ganado, pero tampoco mucho. Ni hemos ido a México ni a Tokyo, como Berri Txarrak; ni mucho menos. Acabo de hablar contigo y me voy a trabajar a la radio. Disuelto el grupo iremos a pata, literalmente, ya no nos pagarán los taxis.
Era difícil saber cuántos miembros eran, entraba y salía gente del escenario constantemente. Jugaban con cierta anarquía.
-Sí. Me gustaría decirte que no, que era ordenado, pero no. A mí me gusta más ese componente anárquico; es algo natural, nada forzado. Igual que el hecho mismo de dejarlo.
Como la propia música del grupo, una batidora donde cabe casi de todo ¿no?
-Eso es. Se debe a que somos muchos y nos gustan cosas diversas. Todo es fruto de la mezcla, ya que no le hacíamos ascos a ningún estilo.
¿No han dicho que no a ningún estilo?
-No, lo que es parte de nuestro problema. En general, nunca hemos dicho que no a nada, no solo en lo musical. Por eso lo dejamos, si seguimos diciendo que sí a todo a ver dónde acabamos (risas).
¿Cómo creaban las canciones al ser tantos?
-Algunas venía de la idea de alguien y otras crecían de una base en la que trabajábamos los cinco, a ver qué salía. Y las letras, igual. A veces eran más personales y las traía alguien, otras se trabajaban en colectivo… Algunas nacen de conversaciones entre nosotros, sin más. Si nos hacían gracia, se escribía de ellas. O cuando nos daba asco algo.
El “con toíto el mundo me meto” podría ser su máxima ¿no cree?
-(Risas). Yo no diría meterme, diría reflejar, ni siquiera criticar. Solo mostrar.
En el libro sobre el 'Rock Radikal Vasco', de Javier Corral, muchas voces les destacaban como nietos del movimiento. ¿Lo ven?
-Lo tengo pendiente de leer, aquí, al lado. En lo musical no nos parecemos en nada, pero es un honor, estemos de acuerdo o no. En el Do It Yourself, hacerlo todo nosotros mismos sí, nos parecemos 100%.
Han cambiado las guitarras por el ordenador, claro.
-Algunas canciones nuestras sí llevan guitarras, pero tienes razón, todas parten del ordenador. Al final, ha democratizado la música, no necesitas a toda una banda e instrumentos. Tú solo puedes hacer una canción, lo que ayuda mucho.
Con motivo del 50º aniversario de ‘Bagare’ entrevisté a Gontzal Mendibil. Y os conocía, lo que me sorprendió positivamente.
-(Risas). Bueno, hay un cierto reconocimiento a esa gente, a Laboa, Lete, a él… Aunque no me gusta compararme con ellos, ya que sería algo excesivo, podría decirse que sí, que somos un eslabón de esa cadena.
Vayamos al concierto de despedida. Mejor en ‘Baraka’ que en Neguri ¿no?
-Pues sí, sin duda. Lucha de clases… Las primeras 5.000 entradas volaron y luego se pusieron más a la venta. Quien ande un poco bizi seguro que consigue alguna todavía. Seremos en torno a 7.000.
¿Qué veremos?
-Será un concierto más largo de lo habitual en el que participará mucha de la gente con la que hemos trabajado estos años. Y sonarán canciones que no hemos cantado habitualmente al ser colaboraciones en conciertos. Va a ser bonito y rondará las dos horas. La fiesta está asegurada, sin lugar para la tristeza. No se ha muerto nadie, no pasa nada.
"El último concierto va a ser bonito y rondará las dos horas. La fiesta está asegurada, sin lugar para la tristeza. No se ha muerto nadie, no pasa nada"
¿Más control que caos?
-Algo más medido sí estará, más que nada para no provocar romperles la cabeza a los invitados, pero siendo nosotros… Seguro que no será la cosa más ordenada del mundo.
¿Y después, qué?
-Habrá Djs, será una fiestica un poco larga. ¿Unas 16 horas o así, en total? Gaupasa absoluta, ya que es el último. Hay que celebrar.
¿Qué será lo primero que harán al bajar del escenario?
-Espero que llorar no, pero (duda)... No lo descarto.
¿Un epitafio para el grupo?
-Uf, menuda responsabilidad. Igual: bastante bien y muy buenas risas. Y ahora, cada uno a lo suyo.
¿Cualquier cosa menos acabar de concejal?
-Cualquiera menos policía (risas).