Triana: todo es de color
Nueva edición del debut del pionero grupo andaluz, conocido como ‘El patio’, en digital y con nuevas mezclas
Ha pasado medio siglo desde su edición y el debut de los sevillanos Triana, conocido como El patio, suena igual de radical, colorista, psicotrópico y moderno como cuando lo gestaron Jesús de la Rosa, Eduardo Rodríguez Rodway y Juan Jose Palacios. Disco fundamental en la historia de la música en castellano, el trío logró llevar a las listas de éxito su propuesta innovadora de fusión de las raíces andaluzas y flamencas con los sonidos del rock y la música progresiva de los 70. Ahora, con motivo de la efeméride se edita una edición, en formato digital y con nuevas mezclas. El primer disco de Triana, sin título pero conocido popularmente como El patio, cumplió medio siglo el lunes pasado, día 14. Para celebrar el aniversario redondo, se ha publicado una nueva edición que contiene nuevas mezclas de las canciones del álbum, realizadas el año pasado por el ingeniero de sonido Luis Villa.
El trabajo cuenta con la aprobación de Eduardo Rodríguez, único miembro vivo de Triana y el auténtico valedor del enorme legado del grupo. El patio se grabó en los míticos estudios Kirios de Madrid con Pepe Fernández, Juan Vinader, Pepe Loeches y Luis Calleja como ingenieros de sonido. El arte del disco fue obra del pintor Máximo Moreno, con quien el grupo inició una relación que se extendería en los siguientes discos, trabajos que definieron el movimiento conocido como Rock Andaluz, una sonoridad, un repertorio y una estética que bebían del rock progresivo anglo de Pink Floyd, King Crimson o Yes, y lo mezclaban con una cultura flamenca milenaria enraizada en el ADN de los tres miembros del grupo ,llevada al presente con las enseñanzas de pioneros como Smash y Silvio.
CARRERA PREVIA
Triana surgió de la inquietud artística de su compositor principal, teclista y cantante, Jesús de la Rosa, sevillano de 1948 y nacido en una familia numerosa en la que su hermano mayor, Manuel, era el vocalista de la Orquesta Macarena. Además, su padre siempre fue un aficionado al cante. Apodado El Grande por su enorme envergadura, Jesús trabajó como platero y aprendiz de mecánico ajustador. Tímido, callado, divertido y noble, en su familia sorprendió cuando su afición por la música se empezó a convertir en su medio de vida, ya que él era el único que nunca se arrancaba a cantar en casa en las celebraciones familiares.
A de la Rosa llegaron a llamarle el Tom Jones andaluz cuando abrazó la cultura hippie y salía a la calle con barba y vestido con una amplia túnica. Se cuenta en Sevilla que tiraba de su potente voz e, incluso, se atrevía con el mítico It’s Not Unusual, del cantante galés. Pasó por formaciones como Los Inquietos, Los Comet y Los Ceros, en este último haciéndose cargo del micrófono, y allí se curtió de actualidad con versiones de Procol Harum, Cream, Jimi Hendrix, The Doors, Otis Redding, Small Faces o Spencer Davis Group a finales de los 60. Jesús, que compartió galas con Los Bravos y llegó a cantar con ellos, acabó en Tabaca, un grupo que le daba importancia a las voces, como Solera, y en el que conoció a Eduardo. Hippie y buscavidas en Torremolinos, donde ligaba con extranjeras tocando rumbitas a la guitarra, Eduardo despuntó comercialmente con Los Payos, autores de éxitos como María Isabel y cuyos miembros acabaron posteriormente en bandas de éxito como Alameda y Yerbabuena. Y los astros se alinearon para la formación de Triana cuando apareció el batería gaditano Juan José Palacio, conocido como Tele, alias que surgió de su trabajo en Correos y Telégrafos, y que había pasado previamente por proyectos como Los Soñadores y los más conocidos Gong.
SEVILLANOS Y CALLEJEROS
Triana, que casi fichan a Lole y Manuel en sus inicios, hizo historia con la “música callejera sevillana” de seis discos entre 1975 y 1983. Su mayor éxito fue Sombra y luz, y su cumbre artística el debut ahora remezclado, en el que lograron el apoyo de Teddy Bautista –“orientador musical”, voz de Los Canarios y luego director de la SGAE–, y para cuya grabación tuvieron que firmar letras de 30.000, 60.000 y 90.000 pesetas, ya que no tenían un duro. Se arriesgaron incluso a pasar por la cárcel, pero hicieron historia gracias a clásicos como Sé de un lugar, Abre la puerta, Todo es de color o quizás su culmen, En el lago, más de seis minutos de ensoñación psicodélica trufada del piar de pájaros. De la Rosa la compuso en una visita a un pantano en el que iba acompañado de un amigo. Tomaron un tripi y el resultado fue esta maravilloso viaje onírico que incluye versos como “el pájaro blanco echó a volar en nuestros corazones, en busca de una estrella fugaz”.
El disco, que bebía tanto de la raíz andaluza como de los pasajes progresivos de Pink Floyd y King Krimson, tuvo una repercusión mínima. Se cuenta que vendió solo 73 copias en dos meses y medio, llegando a estar entre los saldos de Discoplay al precio de unas irrisorias 20 pesetas. Solo el trabajo incansable sobre los escenarios hizo que Triana saliera adelante a partir de la edición de su segundo disco, Hijos del agobio y del dolor, donde se atrevieron con letras más políticas. Al final, vendieron más de cuatro millones de discos y ya son historia; y todo, saliendo de aquel colorista patio, del que se consideran invitados músicos de varias generaciones como Kiko Veneno, Estrella y Soleá Morente y miembros de Los Planetas, Lagartija Nick y Sr Chinarro.
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