Fermín de los Reyes Gómez y Alberto Gamarra Gonzalo recapitularon en El nacimiento de la imprenta en Navarra –publicado por la editorial Mintzoa, que se podrá adquirir este domingo por 22,95€ con la compra de DIARIO DE NOTICIAS– la vida y obra de Arnao Guillén de Brocar, un varón “honrado y muy industrioso en el arte de imprimir” con el deseo de que esta investigación suponga la primera toma de contacto con el impresor para que su producción, al igual que ocurrió durante el siglo XV y XVI, no conozca de fronteras, de edades o de límites. Para recuperar el carácter mágico de los libros y de su historia.
Comienzan el prólogo con una declaración de intenciones: “Difundir la vida, pero sobre todo la obra, del impresor más grande que ha habido en el Reino de Navarra”, ¿hubo otros nombres anteriores a Arnao Guillén de Brocar?
Fermín de los Reyes: El valor de Brocar es haber sido el primero. La imprenta llega al país en 1472 y a Pamplona con Arnao hacia 1490. No hubo nadie antes, pero sí que hubo después. Por ejemplo, Adrián de Amberes o Pedro de Borgoña, pero que ya pertenecen al siglo XVI. Desde que lo deja Arnao hasta 1568 no hay impresores en Pamplona, aunque en Estella sí que tenemos a Miguel de Eguía –su yerno– hacia 1546, pero en lo que es el Reino de Navarra es el primero.
La imprenta hispánica no fue muy prolífica salvo en casos excepcionales, como ciudades universitarias o localidades con mayor desarrollo o estabilidad. ¿Cómo describirían la situación de la imprenta en Navarra en sus inicios?
F.R.: La imprenta llega a Navarra tarde, casi 20 años después, por lo que tiene la ventaja de que ya está avanzada. Al principio, era algo más rudimentaria, pero cuando llega Brocar –que tenía cierta experiencia– se produce un auge de la imprenta en todos los sentidos. De hecho, cuenta con distintas cajas y, además, las va mejorando e introduciendo. Así que estamos hablando de que se estaba ofreciendo bastante calidad con buenos materiales y con una estructura bastante buena en comparación con otras prensas que hay en los demás reinos.
Alberto Gamarra: Es decir, Brocar llega a un mercado editorial que está empezando a desarrollarse y es capaz de integrarse muy bien en las redes comerciales de la época. No solo imprime para Pamplona, también conoce lo que se está imprimiendo en otros centros editoriales, como Burgos o Zaragoza. De hecho, replica algunos éxitos editoriales y los reedita. Ofertaba sus servicios fuera de Navarra y llegó hasta Galicia o Aragón. De hecho, se convirtió en un referente en la producción de ediciones litúrgicas, que es un producto complicado de hacer porque exigía una mayor calidad material y textual.
¿Cómo fue el proceso de escritura a cuatro manos?
A.G.: La principal dificultad, la dilatada vida de Brocar y los diferentes sitios en los que trabajó más allá de Pamplona. Su obra llega a Alcalá de Henares, Burgos, Valladolid, Toledo, Salamanca, etc. Es un hombre que dejó una gran huella en la imprenta incunable del siglo XVI español. Por mi parte, puedo decir que me resultó costoso revisar lo que se había dicho hasta el momento. Muchas veces se han introducido errores o hay algunas informaciones que se encontraban completamente obsoletas, así que ha habido una revisión acerca de la tipografía que utilizaba, ilustraciones y hemos tratado de proporcionar el primer censo actualizado de dónde se ubican los ejemplares supervivientes de las ediciones de Pamplona. Por lo demás, ha sido un placer trabajar con Fermín.
F.R.: A todo esto se añaden las dificultades de que Brocar pasa por muchas localidades y realiza muchos encargos que resultan casi inabarcables. Fue un pionero, un gran editor y comerciante que vio un mercado y copó una gran parte. Pero, además, hay ediciones de las que no se conservan ediciones o están incompletas.
Y, en ese sentido, ¿cómo se reconocen cuáles fueron sus marcas de impresor? Porque mencionan que llegó a tener hasta ocho cajas de diseños con diferentes cuerpos...
F.R.: Estamos ante un impresor con bastante potencial. Tenía esas cajas, fue haciéndose con otras y tenemos controladas 27 ediciones, aunque es probable que hiciera bastantes más. De hecho, hay seis de las que solo queda un ejemplar único en el mundo. Nos imaginamos que haya otras que están por ahí, pero no sabemos dónde. Pueden encontrarse en archivos, en bibliotecas privadas. Se pueden identificar una vez se localizan por medio de un análisis tipográfico, pero el problema principal es que nos llegue. Por ejemplo, unas fábulas de Esopo tenían un diminuto rasgo gracias al que se ha determinado que es de Brocar. No es difícil identificarlo si se cuenta con las ediciones.
A.G.: Por el contrario, también en la producción de Brocar sobresalen ediciones –sobre todo de la orden franciscana para los que trabaja– de las que se conservan más de diez ejemplares, y están repartidos por toda Europa. Es decir, la calidad que desprende el trabajo de Brocar en Pamplona –tanto su atención a ediciones litúrgicas como a otras– hacen que no se pueda entender el resto de la trayectoria. Gracias a Pamplona es contratado en grandes empresas editoriales, como la Biblia Políglota.
¿En qué sentido consideran que Brocar era un hombre innovador?
F.R.: Es el primero que llega al Reino de Navarra –es pionero–, se va adaptando al mercado; recibe encargos (seguros de libros litúrgicos) y se hace con ese mercado. Que no era fácil porque tenía que competir contra empresas –por ejemplo, la veneciana–. También es emprendedor; sobre todo, cuando se queda con la edición exclusiva de la obra de Nebrija. Por otro lado, tuvo que desviar encargos porque tenía una producción excesiva. Así que, lo que hizo fue subcontratar los trabajos a otro taller. Y algo que le hace excepcional es que consigue mantener talleres simultáneos hasta en cuatro localidades, además de Pamplona: Toledo, Logroño, Alcalá de Henares y Valladolid.
Entre 1512 y 1513 parece que se produce un pleito entre Brocar y Nebrija porque el gramático le acusa de “incumplidor” y de imprimir “en mala calidad”. ¿Supone esto una crisis para el prestigio del impresor?
F.R.: No mucho. Nebrija producía mucho y necesitaba distribuir los libros con rapidez. Llega un momento en el que Arnao no satisface estas demandas. Hay impresores en Sevilla y Salamanca que se aprovechan de la circunstancia, pero Nebrija se da cuenta. Así que no le supone más que unos pleitos en un momento muy concreto de su vida laboral. De hecho, es que entre 1514 y 1517 imprime la Biblia Políglota. Si hubiera tenido alguna merma en su prestigio, no la habría producido hacer. Era el mejor y obtuvo privilegios después de este incidente para las bulas de Cruzada.
A.G.: Las relaciones entre autor e impresor son a veces complicadas, sobre todo en aquel entonces, cuando estaba comenzando la imprenta. Lo que se ve con Nebrija es una defensa de la propiedad intelectual, que no se vea perjudicado todo el trabajo que había hecho y que haya un retorno económico que le satisficiera. Y, también, Brocar está relacionado con uno de los grandes negocios tipográficos de toda la época moderna: la publicación de las bulas de indulgencia. Sabía moverse en los ambientes cultos y de la élite eclesiástica y civil de la época.
¿Una vez muere Brocar es posible continuar su legado?
F.R.: Sí, pero no es lo mismo. Arnao deja el listón muy alto, pero con él acaba una época. Su yerno, Miguel de Eguía, trata de continuar con la producción de bulas, pero tiene problemas porque fue denunciado a la Inquisición y tuvo un proceso que frenó su actividad durante un tiempo. Era un gran impresor y un erudito. Pero los tiempos cambian, continúa Juan de Brocar entre 1538 y 1552 y, por último, le siguió su cuñado Andrés de Angulo. Son buenos talleres, pero no tienen nada que ver con lo que había sido Arnao. Miguel de Eguía todavía preserva cierto halo, pero se irá perdiendo con el tiempo. Sobre todo, por el desarrollo exponencial de las imprentas que copan el mercado. Con todo, hay que ser conscientes de que un taller que se inicia en 1490 en Navarra culmina su trayectoria en 1578.
¿Cómo creen que Brocar se adaptaría al mundo actual?
F.R.: Me lo imagino llevando un grupo editorial potente con bastante diversificación y, probablemente, se habría hecho accionista de alguna de las redes sociales. Sin duda, estaría a la altura de los grandes empresarios.
A.G.: En vez de Premio Planeta, hablaríamos de premio Brocar –se ríen–. Estoy seguro de que habría invertido en algún producto especialmente novedoso. Porque si algo demostró fue su olfato empresarial para detectar las innovaciones en la oferta cultural de la época.