Leo que a los habitantes de Ripagaina los ayuntamientos de los que forma parte –Pamplona, Burlada, Eguës y Huarte– les van a acercar una encuesta sociológica, imagino que para indagar qué quieren, cómo y todo esto. Algunos de ellos llevan allá la friolera de 13 años y por ahora el único servicio público del que disponen es una bajera que hace las veces de asociación vecinal. 13 años más tarde y más de 10.000 vecinos más tarde no hay centro de salud, ni escuela infantil, ni biblioteca, ni nada de nada. ¿Lo habrá? Eso parece. ¿Cuándo? Vaya usted a saber.

En 13 años da tiempo para muchas cosas, así que qué no dará tiempo de hacerse en el futuro, con lo infinito que es. Por ahora, la escuela infantil sí que parece una relativa realidad y sus usuarias y usuarios quizá la estrenen tras el verano, pero volvamos a la encuesta. La encuesta supongo que quiere tantear si los vecinos quieren formar parte o no de un único ayuntamiento o seguir como hasta ahora pero con alguna figura común que lidere y ejecute. Había prevista una consulta sobre a qué ayuntamiento de los 4 querían pertenecer, pero se eliminó, con lo cual nadie nos dice que esta encuesta haga las veces de consulta encubierta pero sin capacidad de decisión final.

Más allá, en todo caso, de la situación, incluso de la ironía, lo realmente triste del asunto es que vivamos en una sociedad en la que a una unidad urbana clara como es Ripagaina, aunque forme parte de 4 ayuntamientos no se le puedan ofrecer con agilidad por parte de herramientas políticas e institucionales las soluciones necesarias. Cada cual ha montado su reino de taifas con sus límites geográficos y la figura de rango superior o se lava las manos o no dispone de capacidad efectiva real para erigirse en impulsora de las mejoras y servicios. Contribuciones pagarse se pagan. Impuestos pagarse se pagan. Servicios ya venga usted otro día. O año. O década.