En pocas horas resulta que a dos periodistas de la BBC se les fue la olla al informar sobre Archie Harrison, que es, nada más y nada menos, que el hijo del llamado príncipe Harry y de la actriz Meghan Markle. El primer periodista en malmeter en el tema del nacimiento del bebé fue Danny Baker, un veterano locutor de radio que puso en Twitter una foto de un mono y la frase de que “el niño real sale del hospital”, refiriéndose al pequeño Archie. Pensar que un tipo así haya podido estar al frente de espacios de la radiotelevisión pública inglesa, hace pensar que, a veces, esta profesión necesita filtros que protejan al público de las locuras, por muy transitorias que sean y por más experiencia y antigüedad que posean quienes las dicen. Hay mucho que hacer contra el racismo que aflora a estos niveles. El segundo metepatas, Nicholas Witchell, resulta que es el mayor especialista en familias reales -lo que vendría a ser el Jaime Peñafiel británico- que ofrece su sabiduría real también para la BBC, que calificó al niño como “el primer angloamericano nacido en la familia real británica”, una frase que no asume, desde luego, que el matrimonio de los padres hubiera sido suficiente para dotar al niño de una nacionalidad británica. Pareciera como que, llegados a este punto en el que las redes sociales reproducen con mucha eficacia los mensajes racistas y homófobos sin que haya consecuencias, pues como que hubiera llegado el momento de soltar mentiras y todo tipo de barbaridades porque parece que, total, nadie llega al origen de quien las ha formulado. Es el caso de la candidata del PP por Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que se ha propuesto batir el récord de burradas soltadas en la campaña electoral, y eso sin que apenas haya comenzado. Quienes en la campaña sueltan mentiras y exabruptos deberían tener claro que se las recordaremos cumplidamente, por muy bien que les haya ido en las urnas con ellas.