Dicen que la muerte está tan segura de su victoria que nos da una vida de ventaja. Y algo parecido podría decirse del Padre Tiempo –o Cronos, o Saturno, o como quieran ustedes llamarlo–, que está también tan convencido de su triunfo que a veces le da a los deportistas larguísimas carreras profesionales.

A Rafa Nadal lo ha tumbado Zverev nada más asomar por Roland Garros, y en apenas tres sets, pero todos sabemos que no lo ha apeado el alemán sino los 37 años que tiene, y los 24 que lleva en el profesionalismo, y las mil y un lesiones. El desgaste o, como cantaba Neil Young, el óxido, que nunca duerme. Y te puedes negar a admitirlo, y te puedes rebelar, y quizás hasta puedas entonar algún canto del cisne sin desafinar –se le ha metido entre ceja y ceja pillar medalla en los Juegos–, pero si todo te dice que se acabó y que lo vayas asumiendo, va llegando el momento de admitirlo sin dramas. Rendirse a la evidencia no es rendirse.