"¿Ya habrá gente en la plaza del Ayuntamiento?". "Dicen que está lleno, como en el Chupinazo". "Venga ya, no flipéis". A Zupo Equísoain se le han quedado muy grabadas estas palabras. Las que intercambiaron sus jugadores, en el autobús, mientras se dirigían al Consistorio pamplonés, donde iban a ser recibidos por las autoridades municipales e iban a brindar su última hazaña a los ciudadanos. A la afición. Y la hazaña era, ni más ni menos, que la Copa de Europa. El máximo galardón continental a nivel de clubes. El que coronaba al Portland San Antonio como uno de los grandes equipos del balonmano europeo.

Hace 20 años, un 28 de abril como el de este miércoles, el conjunto que por entonces entrenaba Equísoain -actualmente a los mandos del BM Nava de la Liga Sacyr Asobal- se proclamaba campeón de la Champions. En un escenario inmejorable y a rebosar, el Palau. Ante un rival acostumbrado a ganarlo -por entonces- casi todo: el Barcelona. Tirando de épica. Perdiendo sobre la pista azulgrana, pero haciendo valer su buen resultado de la ida. Confirmando, una vez más, el potencial de un equipo de ensueño que enamoró a la afición del balonmano, que caló hondo en la sociedad navarra y se convirtió en un fenómeno de masas, y que puso el nombre de Navarra en el mapa del deporte europeo como hasta entonces sólo lo había hecho el gran Miguel Induráin.

Aquel Portland de Richardson, Garralda, Buligan, Iackimovic, Kisselev, Olalla, Ambros, Mainer, Hombrados, Jáuregui o Barbeito, entre otros, hizo historia. Arrebató la Copa de Europa a un Barça que se había proclamado cinco veces consecutivas campeón de la máxima competición continental. En un partido vibrante. Con 7.500 almas en las gradas, 500 de ellas navarras, que por momentos se comían literalmente a las voces azulgranas.

El San Antonio, comandado en el banquillo por Zupo y presidido por el fallecido Fermín Tajadura, se plantó en el Palau con un 30-24 logrado en la ida en el Universitario. Bendita victoria y bendita renta. En Barcelona perdió por 25-22, pero hizo valer su ventaja para coronarse rey de Europa. El partido se disputó a corazón abierto y no se decidió hasta el final. Con jugadas que quedarán en la retina para siempre. Como el penalti que Iackimovic transformó en el suspiro final y que pocos quisieron ver. O el balón que robó Mainer y que convirtió Olalla en el gol definitivo. El que llenó de júbilo el banquillo navarro y confirmó que la Copa de Europa se iba para Navarra.

Zupo: "Salió todo perfecto"

Un año antes de este título, el 30 de abril de 2000, el Portland ya se había estrenado en Europa ganando la Recopa. Posteriormente, el 29 de octubre, los navarros sumaban a sus vitrinas la Supercopa de Europa y lo hacían también ante el Barça. Un aperitivo que sirvió de "motivación" para poner la guinda: la Champions. "Ganar la Supercopa antes, en el Universitario, nos dio alas. Nos sirvió de motivación. Pudimos quitarnos el miedo de vencer al todopoderoso Barcelona. Así que los jugadores fueron mentalizados al Palau y con hambre de conseguir la Copa de Europa", recuerda Zupo Equísoain.

El técnico navarro preparó la final a conciencia. Cada detalle. Cada situación. Y, al recordar el trascendental siete metros que convirtió Iackimovic, le viene a la memoria una anécdota poco conocida: "Durante la semana preparamos el lanzamiento de los penaltis. Barbeito se iba a encargar de tirarlos. Estuvo toda la semana preparándolos. Y en el primer penalti que nos pitaron en el Palau cogió el balón Iackimovic. Los lanzó todos y los metió todos. Fue algo que lo decidió él. Cuando un jugador está con confianza, hay que dejarle", dice entre risas. "Si no llega a meter el último, el que fue por encima de la cabeza de Svensson, nos quedamos sin copa", añade.

No fue la única anécdota de aquella final. Un evento en Barcelona obligó al Portland a hospedarse en una localidad de las afueras y de madrugada recibieron la visita inesperada de hinchas radicales para evitar que descansaran. "Lo que no sabían es que, en nuestro hotel, había una convención de la Policía Nacional. Así que salieron los policías a las ventanas y a la calle y huyeron rápidamente", recuerda con una carcajada.

Son las pequeñas píldoras de recuerdo de una final soñada. De un partido en el que, pese a la derrota, salió "todo perfecto". "Es posiblemente el que más nervios he pasado. Cuando más avanzaba el tiempo, más me daba cuenta de que íbamos a lograr la Copa de Europa. Eso son palabras mayores. Ganar una Champions ante el Barça, en un Palau lleno, con todas las autoridades allí... No hay palabras, es inenarrable". Y con un añadido: "Ser campeón des Europa siendo navarro, nacido en Pamplona, de la escuela de balonmano de Maristas, cantera del San Antonio y tras pasar por todas las categorías como jugador y entrenador fue lo máximo".

El trofeo, en la sede del IND

Hasta su desaparación en 2013, el San Antonio cosechó los trofeos más prestigiosos a nivel nacional y continental. Entre ellos la Copa de Europa, título que este miércoles cumple su 20º aniversario. Este trofeo se encuentra actualmente en una vitrina en las dependencias del Instituto Navarro de Deporte, en el Navarra Arena. En concreto, en una segunda balda, rodeado de dos Copas del Rey y dos de Liga.