- La Vuelta atravesó Navarra en una etapa sin ambiente. No hubo ni autógrafos en Pamplona, ni aficionados abarrotando las cunetas de San Miguel de Aralar, ni público golpeando las vallas en la anhelada llegada a Lekunberri. La situación de la pandemia impidió vivir una auténtica fiesta del ciclismo y las calles quedaron prácticamente vacías en los 151,6 kilómetros de una etapa que se desarrolló íntegramente en Navarra.

Desde primera hora de la mañana, la caravana de la Vuelta se instaló en el parque de la Runa de la Rochapea, en una burbuja inexpugnable para los escasos aficionados que se aproximaron a la zona. El alcalde de la ciudad, Enrique Maya, fue de los pocos que pudo acercarse a una salida en la que varios colectivos aprovecharon para mostrar sus reivindicaciones.

El colectivo de hosteleros volvió a manifestarse después de que el Gobierno Foral decretara el cierre al público de todos los locales, una medida que ha entrado hoy en vigor. Decenas de hosteleros silbaron al paso de la carrera y enseñaron proclamas como el ciclismo está bien, pero la caña después es otro rollo.

Pero esta no fue la única protesta. El colectivo Internazionalistak Auzolanean mostró varios mensajes en contra de la participación del equipo ciclista Israel Start-Up Nation. Pudieron verse dos pancartas, en Santo Domingo y en el puente de la Rochapea, con el siguiente lema: Boikot a Israel, no a la anexión y Palestina libre.

En este clima, el pelotón salió a las 13.35 horas de la Rochapea y circuló -de forma neutralizada- por el centro de Pamplona. Pese a las recomendaciones de no acudir a ver la carrera, algunos curiosos animaron al paso de los ciclistas. Un impresionante despliegue policial se encargó de recordar al público que guardara la distancia de seguridad en todo momento.

La mayoría de los presentes tropezaron con la carrera por pura casualidad, cuando querían ir a comprar el pan o regresaban a casa. "Quería volver a mi piso y no puedo pasar. No me parece bien que se celebre una carrera con tanta gente tal y como estamos", criticó Esther González.

Después de abandonar Pamplona, el pelotón se dirigió hacia Estella antes de ascender los puertos de Urbasa y Aralar. En la ciudad del Ega, a 85 kilómetros de meta, fueron bastantes los vecinos que -manteniendo la distancia- salieron a la calle al paso de los ciclistas.

El punto clave de la etapa estaba en los 9,4 kilómetros al 7,9% de pendiente media de ascensión a SanMiguel de Aralar, último puerto de la jornada. Los corredores tuvieron que afrontar las duras rampas sin el apoyo de la afición y no pudieron repetirse las espectaculares imágenes de 2014, cuando Aru se impuso en el mismo puerto.

La afluencia de público también fue testimonial en Lekunberri. La mayoría eran familias o grupos de amigos del pueblo. Asier Chávez y Uraitz Ariztimuñu siguieron la etapa a través de la pantalla que colocó la organización en la plaza principal y se desplazaron unos pocos metros para ver la llegada en directo. "No sigo demasiado el ciclismo, pero para una vez que pasa tenía que verlo", explicó Asier.

Sin embargo, también acudió público de otras localidades. José Porate se acercó desde Leiza con toda su familia para animar a su compatriota Richard Carapaz. Y unos pocos aprovecharon el último día antes de que entraran en vigor las nuevas restricciones en Navarra para venir de otras comunidades. Es el caso de Dani Fersenko (ciclista del Buruntzazpi) y Alexei, que llegaron desde Andoain. "Queríamos subir al puerto, que encima lo conecemos muy bien, pero no hemos podido. El ciclismo sin aficionados pierde mucho, pero es lo que toca en este momento", señaló Dani.

Marc Soler, ciclista del equipo navarro Movistar, logró el triunfo en Lekunberri. Una victoria en casa en medio de un ambiente atípico. El calor de la afición tendrá que esperar.

"Quería volver a casa y no me dejan pasar; no me parece bien que se celebre esta carrera tal y como estamos"

Vecina de Pamplona

"El ciclismo sin aficionados pierde mucho, pero es lo

que toca y tenemos que adaptarnos"

Ciclista procedente de Andoain