Hace más de un siglo, en 1896, un ciclista de raza negra, asomó en la París-Roubaix. Su presencia fue un acontecimiento, una rareza, puro exotismo, más si cabe en la Europa de finales del Siglo XIX. A Hippolyte Figaro le apodaron Viernes, al igual que el personaje de la novela Robinson Crusoe. Viernes era un caníbal. El apodo de Hippolyte, nacido en Isla Mauricio, remitía directamente al racismo. De él se supo nuevamente cuando el ruandés Joseph Areruya, otro ciclista de raza negra, se alistó al Infierno del Norte en 2019. Se pensó, equivocadamente, que el ruandés era el pionero entre los adoquines más famosos del mundo.

Él que sí ha alcanzado ese estatus entre las piedras, es Biniam Girmay, campeón de la Gante-Wevelgem. La Epifanía del ciclismo africano en una gran clásica. Girmay, apenas 21 años, se ha convertido en un héroe en su país, Eritrea, y en una celebridad en el planeta ciclismo. El hito de Girmay, que no competirá en el Tour de Flandes el próximo domingo porque prefiere estar con su mujer y su hijo después de semanas ausente de casa, es la herencia de Eritrea, un país que ama el ciclismo.

Eritrea se subió a la bici en la década de los 40 del pasado siglo. Colonia italiana entre 1890 y 1947, las bicis se colaron en el día a día de una nación cuya capital, Asmara, donde nació Girmay, se sitúa en el Valle del Rift, a 2.325 metros de altitud sobre el nivel del mar. Eso es un tesoro para el ciclismo. A la contribución al metabolismo de los ciclistas, se le ha de incorporar la tradición ciclista de una nación con seis millones de habitantes.

TRADICIÓN CICLISTA

Muchos de ellos adoran el ciclismo, que es el deporte nacional. Siempre hubo una rueda que seguir en Eritrea. Las competiciones, que se celebraban los fines de semana, eran un festejo para la población. En los campeonatos nacionales, donde compiten ciclistas profesionales y aficionados de categoría élite se reúnen 200 corredores. Miles de aficionados salen a la calles para animarles.

“De la cantidad sale la calidad”, explica Alex Sans, actual director del equipo Human Powered Health, y que durante años fue parte del organigrama Qhubeka, el equipo sudafricano que tanto contribuyó a la proyección del ciclismo del continente negro. “La salida natural de los ciclistas africanos se hacía a través del Qhubeka, pero el caso de Girmay responde al impulso de la propia UCI (Unión Ciclista Internacional) y su apuesta para dar oportunidades a ciclistas en el profesionalismo a ciclistas con escasos recursos. La UCI posee un centro en Sudáfrica y otro en Suiza al que acuden los ciclistas que han detectado los ojeadores en carreras locales. A partir de ahí se busca que mejoren sus prestaciones. Eritrea es la cantera del ciclismo africano”, describe Sans, gran conocedor del ciclismo africano por su papel en el Qhubeka, una estructura que alcanzó el WorldTour.

En la formación sudafricana compitió Daniel Teklehaimanot. Fue el primer ciclista de raza negra en alcanzar la máxima categoría del ciclismo mundial y en debutar en una gran vuelta. En su periplo, Teklehaimanot paladeó el Tour de Francia. Su equipo fue invitado en 2015. El eritreo lució el maillot de la montaña durante diez jornadas. Una conquista estupenda. “Tras aquello, el recibimiento fue multitudinario. Asmara entera salió a la calle para celebrar su logro. Una locura”, rememora Sans.GIRMAY, A CONTRACORRIENTE

De alguna manera, Girmay es la continuidad de esa cadena. Otro eslabón, si bien el ganador de la Gante-Wevelgem responde a otra tipología de ciclista, alejada del modelo tradicional que representaba Teklehaimanot. “En Eritrea, lo normal es que saliera escalador porque las subidas son tendidas pero largas. Hay que tener en cuenta que allí, un entrenamiento clásico es bajar desde Asmara, a más de 2.000 metros, hasta el nivel del mar y volver a subir. Sin embargo, Girmay es un corredor rápido y un gran clasicómano. Es un rara avis”.

Existen varios motivos que distinguen a Girmay. Los detalla Sans. “Hay que tener en cuenta que Girmay ha tenido un contacto con el ciclismo europeo siendo mucho más joven. De hecho, su adaptación ha sido perfecta. Domina la técnica, baja bien, rueda muy bien en el pelotón, sabe situarse, es rápido y es capaz de aguantar el frío”. No es una cuestión menor para un africano.

Rememora Sans que uno de los problemas de los ciclistas africanos con los que trabajó es que “sufrían mucho con las bajas temperaturas”. No parece el caso de Girmay, que despuntó desde joven tras desembarcar en la Europa ciclista. Es joven e irreverente. Hijo de los tiempos que corren en el ciclismo. “Ya en juveniles era de los pocos que podía discutirle carreras a Remco Evenepoel. Era un ciclista con mucha proyección y talento y lo está confirmando”, destaca Sans, que intuye en Girmay otro factor que le distingue respecto a otros corredores eritreos que destacaron antes que él.

MENTALIDAD AMBICIOSA

“Es un ciclista ambicioso. Eso es fundamental para rendir en la alta competición. Los ciclistas africanos con los que tuve contacto tenían una mentalidad más conformista. Para ellos, llegar al profesionalismo, a competir en Europa, era un fin en sí mismo. Creo que aún es pronto para que el ciclismo africano explote todo su potencial. Hará falta tiempo”. De momento, Girmay ha derribado ese muro. Piensa en grande.