ésos que creían (o temían) que el videoarbitraje (VAR) iba a acabar con todas las polémicas arbitrales del fútbol se han equivocado por completo. Como era de esperar, el VAR está sirviendo muy bien para lo obvio -que no se concedan goles con la mano o tras flagrante fuera de juego, ni cuelen piscinazos, ni haya agresiones brutales a espaldas del árbitro, etcétera-, con la mala imagen que daban al fútbol esos errores lamentables, pero poco o nada puede hacer con esas otras jugadas, tan habituales en el fútbol, que están al límite de ser una cosa u otra. Ésas que ni después de ver varias repeticiones, desde varios ángulos, es posible asegurar qué se debe pitar. El arbitraje en el fútbol es mejor ahora, qué duda cabe, pero seguirá sin ser perfecto, para dolor de los amantes de la justicia deportiva y para gozo de quienes consideran las polémicas una parte más de la salsa de este deporte.