- La llama tricolor (azul, roja y verde) del movimiento paralímpico iluminó el cielo de Tokio durante la ceremonia de apertura de unos Juegos que no cuentan con la participación de deportistas afganos, homenajeados en la gala, pero sí con un equipo de refugiados que abrió un desfile que contó con 162 países.

Sin público en el estadio por las estrictas medidas de seguridad para hacer frente a la pandemia, los pocos asistentes a la ceremonia pudieron disfrutar de una historia desarrollada en un aeropuerto y con las alas de los aviones como protagonistas, como metáfora del impulso que mueve a los deportistas con discapacidad a cosechar éxitos.

La bandera japonesa fue llevada hacia el centro del estadio por seis destacados deportistas paralímpicos al compás del piano de Nobuyuki Tsujii, un joven pianista ciego que ya ha actuado en el Carnegie Hall de Nueva York.

Ese momento musical dio paso a la entrada en escena de una hélice gigante que fue enviando globos rojos, verdes y azules, mientras unos bailarines de danza contemporánea, dirigidos por Kaiji Moriyama, se movían con las ráfagas de viento.

Los primeros en desfilar fueron los seis integrantes del equipo de refugiados, el afgano Abbas Karimi, tres sirios (Ibrahim Al Hussein, Alia Issa y Anas Al Khalifa), el taekwondista de Burundi Parfait Hakizimana y el iraní Shahrad Nasajpour.

La delegación afgana, que no pudo estar presente en Tokio debido a la crisis migratoria y política que está sufriendo el país tras la llegada de los talibanes a la capital, no cayó en el olvido. El Comité Paralímpico Internacional quiso tenerlos presentes luciendo su bandera en señal de solidaridad con sus deportistas y un voluntario fue el encargado de desfilar con ella.

El broche final lo puso el encendido del pebetero. Kuniko Obinata, triple medallista en esquí alpino, Takeuchi Mashiko, exjugador de tenis de mesa y medallista de oro en Tokio'64, y Mayumi Narita, ganadora de quince oros en natación, entraron al estadio portando tres antorchas, que se las dieron a tres ciudadanos anónimos. Éstos se las entregaron a los deportistas paralímpicos Yui Kamichi (tenis), Shunsuke Uchida (boccia) y Karin Morisaki (halterofilia), que fueron los encargados de subir los últimos metros, en sus sillas de ruedas, para encender el pebetero, que iluminó el cielo de Tokio con un chispazo provocado por mil fuegos artificiales.

La bandera afgana. La enseña del país asiático salió después del equipo de refugiados y de Islandia, siguiendo el orden del alfabeto nipón. Estaba inicialmente previsto que fuera un representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) quien portara la bandera afgana en la ceremonia, pero los organizadores lo descartaron finalmente para que fuera un acto más neutral, según explicó ayer el director de comunicaciones del Comité Paralímpico Internacional (CPI), Craig Spence.