EL Toyota Rav4 es de esos todocamino que no pueden ocultar su origen, y más después de su remodelación estética de este pasado año, que le ha conferido una identidad más de todoterreno robusto. El hermano pequeño del imponente y prestigioso Land Cruiser es probablemente el más campero de todos los SUV compactos, especialmente por la sensación de solidez y consistencia que transmite y que viene a corroborar su actualizada imagen, que estrenó en 2010 paragolpes, ópticas y una parrilla cromada. Incluso en su versión de tracción delantera, la probada en esta ocasión y con el motor diésel 2.2 de 150 CV a 3.600 rpm, 340 Nm de par máximo de 2.000 a 2.800 vueltas y caja de cambios manual de seis marchas, sin duda más asfáltica que la de tracción total y menos que la dotada de caja automática, la sensaciones que transmite al volante son menos de turismo que otros modelos de la competencia y más de todoterreno, lo que viene a dar mayor empaque a este crossover en su tercera generación.
Coincidiendo con unos días de lluvia torrencial y con abundante nieve en cotas no muy altas, la prueba del Rav4 2.2 D-4D 4X2 Advance Cross Sport (sin rueda de repuesto y con kit reparapinchazos) ha sido toda una delicia. Es cierto que dinámicamente y sobre asfalto no es el mejor de su segmento, ya que no se siente tan preciso y ágil en los cambios de dirección enlazando curvas y sus frenos resultan un poco remolones (faltos de mordiente) en el primer tramo del pedal, lo que nos obliga a pisar con decisión, pero a pesar de ello se lleva con total naturalidad, gran facilidad de manejo y una confianza sobresalientes. No es un coche que invite a ir de carreras por la vida, si bien aporta una estabilidad y manejabilidad notables, con reacciones nobles y progresivas. Si fuera a hacer pistas, sin duda que lo preferiría a la competencia, aunque hay otros modelos más brillantes sobre asfalto. No se puede ser el mejor en todo en esta vida.
También por dentro convence plenamente este cada día más logrado Rav4. Su notable habitabilidad, en consonancia con unas dimensiones exteriores muy razonables (4,365 metros de largura, 1,815 de anchura, 1,685 de altura y 2,560 de distancia entre ejes) se combina con un maletero de 410 litros. Sin embargo, tan destacable como el espacio disponible es el detalle del suelo totalmente plano en las plazas traseras, lo que permite aprovechar mejor la plaza central. El elevado confort interior todavía sería mayor con un respaldo posterior ligeramente más alto.
BUENAS SENSACIONES La conducción de este conseguido SUV responde a lo que se espera de un moderno vehículo apto para afrontar todo tipo de exigencias. Por ciudad su superior altura hace de él un automóvil muy válido por la mayor visibilidad que le reporta (aunque se echa en falta un retrovisor exterior izquierdo con efecto panorámico), además de por el respeto que impone a esos conductores agresivos que no tienen en consideración al resto de los usuarios y entienden que la calle es suya y de nadie más.
En carretera, como ya hemos apuntado, responde también muy favorablemente, lo mismo que en autopista, donde sus prestaciones y agrado de utilización invitan a realizar largos desplazamientos. Las únicas pegas posibles a un motor suficientemente potente y de funcionamiento correcto llegan, en la unidad probada, de un pedal de embrague algo duro y difícil de dosificar en las salidas, así como por unos largos desarrollos de la caja de cambios, que permiten consumos contenidos en carretera y autopista, pero que si fueran más cortos facilitarían el uso de la cuarta marcha en ciudad sin sobrepasar los límites legales de velocidad.
Por lo que respecta a los rendimientos del propulsor, este diésel 2.2 D-4D (2.231 cc) aporta un empuje más que suficiente, sobre todo llegados a las 2.000 vueltas, y estira con rotundidad hasta entrar en la zona roja del tacómetro (4.750 rpm). Con una velocidad máxima de 190 km/h, un paso de 0 a 100 km/h en 10 segundos, un consumo en recorrido combinado de 5,7 litros y unas emisiones medias de CO2 de 150 gramos por kilómetro, nadie va a necesitar más motor ni tampoco se va a sentir desbordado por las prestaciones, que se encuentran en un acertado punto medio.
Por último, el equipamiento es de lo más completo, con la única pega de la antena a rosca, fácil de robar. La unidad probada, que contaba con extras como el navegador con DVD, arranque inteligente, pintura metalizada y techo solar eléctrico, subía su tarifa a 34.600 euros, pero por bastante menos, 28.950 euros, incluye de serie entre otros elementos: control de crucero, Bluetooth integrado en los mandos de audio del volante, antinieblas delanteros, sensor de iluminación y de lluvia, ABS con EBD, BA, HAC, TRC y ESP, climatizador bizona, airbags frontales, laterales, de cortina y de rodillas para el conductor, asientos traseros deslizantes y plegables, llantas de aleación con neumáticos en medidas 225/65 R17, reposacabezas delanteros activos, retrovisores exteriores plegables eléctricamente, retrovisor interior antideslumbramiento, volante de cuero y tres años de garantía ó 100.000 kilómetros.