A Stalin Sampedro, nacido en Ecuador e ingeniero informático de profesión, el “bicho del emprendimiento”, como dice él, le mordió hace ya más de dos décadas, aún en el país andino. Tenía su trabajo y su sueldo, pero su jefe vio en él a un buen vendedor y lo situó en el área comercial de la compañía. Le fue bien. 

“En ese trabajo una gana según lo que venda, a comisión”, cuenta Sampedro, quien recuerda la trayectoria que lo ha traído hasta Pamplona, donde tiene su propio negocio de importación de productos de alimentación tropicales. Las ventas le fueron bien y Stalin invirtió los beneficios en la cría de avestruces. Llegó a tener 175, sin tener una idea muy clara de qué hacer con ellas. “Hasta que en una feria en Amsterdam (Países Bajos) hice los primeros contactos para poder vender y exportar su piel”, explica.

La semilla del emprendimiento 90 ya estaba plantada.. A las avestruces siguió la exportación de mangos, fruta tropical cada vez más demandada en Europa y que Sampedro vendía al grupo francés Aucham y posteriormente de plátanos. Los ingresos le sirvieron para diversificar y cultivar, hasta que en 2021, fue víctima de un secuestro que terminó por cambiarle la vida. 

“Aquello nos aterrorizó, sobre todo a mi familia, y decidimos salir de nuestro país”, explica Sampedro. Y se decantaron por Pamplona. El director del colegio de los jesuitas donde estudiaban mis hijos fue compañero de estudios del director de Pamplona y esa coincidencia fue decisiva para que escogieran la capital navarra, donde Stalin trata de reconstruir, desde este lado del mundo, la empresa de comercio internacional que fundó en Ecuador. 

Con una red de distribuidores ya activa

Así nació Delices Fruit Corp Spain Sociedad Microcooperativa, dedicada a la importación de y distribución de productos tropicales y platanitos chips. La ha puesto en funcionamiento de la mano de Anel (Asociación Navarra de Empresas Laborales) y en colaboración con distribuidores de Madrid, Bilbao, Zaragoza y Vitoria. “En Madrid trabajo con los supermercados de Casa Elías”, explica Sampedro, quien ha conseguido ya que su actividad le permita vivir y mantener a su familia, pero que quiere crecer. 

Sampedro apuesta de momento por los chips de plátano frito, un snack que se vende sobre todo en las tiendas de productos latinos y que poco a poco va ganando adeptos también entre la población local. Es cuestión de trabajo, de insistir, dice. Y, sobre todo, de vender.  

Después de dos años duros, los frutos comienzan a llegar. “Cada historia de emprendimiento es una historia de vida”, dice Ignacio Ugalde, presidente de Anel. La de Stalin Sampedro es una historia de vida también junto a una familia que tuvo que dejar su hogar y una vida hecha. “Mi hijo mayor -recuerda- tenía su primera novia cuando tuvimos que salir de Ecuador. Él lloraba al marcharse y yo lloraba con él”.

Fue duro. Sus notas bajaron. Pero la integración finalmente ha sido positiva. “Los tres jugaban al fútbol y lo primero que hice fue apuntarlos en equipos aquí”. El mayor de los tres ya está en la universidad, explica su padre con orgullo. “Hace un doble grado en ADE con ciencia de datos, tras obtener un 13,3 en la EVAU, una nota muy buena”. 

No hay recetas. Emprender es un gusanillo, “un bicho que pica”, en palabras de un ecuatoriano hoy agradecido al modo en que la ciudad lo ha acogido, que puede vivir con la tranquilidad y seguridad que aquí se da por hecha y falta en otros países. “El emprendedor debe ser tozudo, te estrellas y te levantas. En un negocio como este -reflexiona- te encuentras con gente que no te paga porque no le da la gana. Es verdad que ganas dinero, pero también pierdes, a mí me ha pasado. Pero hay que tener la perseverancia para seguir. El mejor vino está por llegar”, dice.