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Por qué los salarios llevan dos décadas estancados en Navarra: el indicador que nadie mira

Los sueldos no han recuperado todavía el poder adquisitivo perdido por la inflación postpandemia y apenas han avanzado en las dos últimas décadas. Seis de cada diez empleados del sector privado no llegan a 30.000 euros y más de una cuarta parte no pasa de los 20.000

Por qué los salarios llevan dos décadas estancados en Navarra: el indicador que nadie miraJavier Bergasa

Ni el crecimiento del PIB ni el alza del Salario Mínimo han logrado que los salarios recuperen el poder adquisitivo perdido en Navarra. Los datos del último lustro analizados por la Encuesta de Estructural Salarial, que abarca de 2018 a 2023, reflejan una realidad de cierto estancamiento en el poder de compra de la ciudadanía, cuyas retribuciones medidas han crecido en torno a un 18,3% en el último lustro, un periodo en el que el IPC se ha incrementado algo más de un 19%. 

La mayor pérdida de poder adquisitivo se concentra en el periodo 2020-2022. Aunque desde entonces el comportamiento de los salarios ha sido algo mejor, esta cierta recuperación no ha bastado para recuperar lo perdido. Una situación que acusan además, en mayor medida, los jóvenes y aquellas personas sin un colchón familiar que les permita, por ejemplo, vivir en casa de sus padres y ahorrar para acceder a una vivienda-

Se trata, además, de un problema que arranca de lejos. Durante al menos las dos últimas décadas, el sueldo medio no ha avanzado por encima de la inflación, como consecuencia, sobre todo, de la creación de empleo en actividades de modesto valor añadido.

Este comportamiento en los salarios, que desde luego no es uniforme y depende en buena medida de los sectores, empresas y grupos de edad analizados, sí parece retratar una sociedad en la que los grandes números y la realidad han dejado de ir de la mano. Crece el PIB y baja el paro, pero la capacidad de gasto de las familias, zarandeada por las crisis y los golpes inflacionarios, no termina de recuperarse. Como consecuencia, muchos ganan por su trabajo relativamente poco y apenas un colectivo pequeño se encuentra en condiciones, a partir exclusivamente de su sueldo, de vivir holgadamente, ahorrar o, incluso, construir un pequeño patrimonio. 

Puesto en números: más de la mitad de los trabajadores de la Comunidad Foral, que cuenta con unos 270.000 asalariados en total, gana menos de 30.000 euros al año; una cuarta parte no llega ni siquiera a los 20.000 y uno de cada diez no llega ni siquiera a los 14.000. Por el contrario, en el otro lado de la escala, poco más de un 10% de los trabajadores supera los 50.000 euros al año, y apenas una cuarta parte supera los 38.000 euros al año.

El sector público mejora los datos

Todas estas cifras recogen además el efecto de las nóminas del sector público de la Comunidad Foral, con más de 30.000 trabajadores solo en el caso del Gobierno de Navarra, con unas retribuciones medias que en 2023 superaban ya los 43.000 euros brutos al año. Su aportación maquilla las cifras del sector privado, donde en torno a un 60% de los trabajadores estaría cobrando menos de 30.000 euros al año. De los cerca de 27.000 trabajadores navarros que pasan de 50.000 euros al año, al menos 7.000, una cuarta parte, se ubica en el sector público, que acoge a profesionales de alta cualificación como médicos.

En el sector público, además, los salarios crecen a mayor velocidad que en el sector privado.No tanto por las subidas anuales, ligadas a la inflación, como por la generalización de complementos variados y la activación de pluses de antigüedad conforme las plantillas cumplen años.

La pérdida de poder adquisitivo de los salarios, que en Navarra son más elevados que la media española pero que se sitúan muy por debajo de los que se paga en otros países europeos, es una constante en muchos sectores y estamentos sociales en las dos últimas décadas. Navarra, con una industria competitiva, ha sorteado mejor que otros territorios este estancamiento, pero no es ajena a ello.

Suben los beneficios empresariales

El elevado desempleo de la última década contribuyó a mantener a los sueldos a raya en numerosas empresas. Y, desde la pandemia, todo hace indicar que se ha mantenido cierta inercia. Los beneficios empresariales crecen a mayor velocidad que los sueldos, ampliando una brecha capital/trabajo de la que hoy se habla menos. 

La Agencia Tributaria, que no dispone de datos de Navarra, aporta información relevante en este sentido. Su Observatorio de Márgenes Empresariales muestra que desde 2019 los beneficios de las empresas, en concreto su resultado bruto de explotación, ha crecido más de un 50%, mientras que la ganancia media por trabajador ha crecido apenas un 23,2%. Algo más de un 31% ha crecido el volumen total de los salarios, impulsado por la intensa creación de empleo de los últimos años. 

Productividad alta, pero crecimiento muy modesto

Este desequilibrio en los márgenes, fomentado además por instituciones como el BCE, siempre temeroso de la inflación, o por la propia regulación y tradición laboral, no es sin embargo la única causa de este pobre desempeño de los sueldos. Todos los economistas apuntan a otra clave: la evolución de la productividad, que suele tener mucho que ver con el comportamiento de la inversión productiva.

Y ahí Navarra, una de las tres comunidades con tasas históricas de productividad superiores a la media de la Unión Europea, no lo está haciendo demasiado bien. La tasa anual de crecimiento en la última década es de apenas 0,14, frente al 0,12 de la media española, pero lejos del 0,32 de Madrid o del 0,52 de la CAV, las dos economías que más han mejorado en este sentido. Diferenciales pequeños, pero que, sostenidos en el tiempo, abren una brecha que luego cuesta cerrar.

Este bajo crecimiento de la productividad no es exclusivo de Navarra ni de España. La productividad ha crecido de forma sostenida en la Unión Europea en las últimas dos décadas. El crecimiento anual promedio del PIB por hora trabajada entre 2000 y 2022 se sitúa alrededor del 1,2%. Sin embargo, el ritmo de este crecimiento se ha reducido de forma notable. Entre 2000 y 2006, la productividad en la UE creció en promedio un 1,9% anual. Entre 2007 y 2022, el crecimiento anual promedio se redujo a 0,9%.

Esta desaceleración no es exclusiva de Europa; es un fenómeno generalizado en las principales economías desarrolladas (EE. UU., Reino Unido, Japón también han visto reducciones en sus tasas de crecimiento de la productividad). La crisis financiera global de 2008-2009 tuvo un impacto negativo, siendo los únicos años con tasas de crecimiento negativas de la productividad en la UE. La pandemia de COVID-19 también generó fluctuaciones, aunque con una recuperación posterior.

Europa a tres velocidades

El comportamiento ha sido desigual. Países del Este de Europa Polonia, Rumanía, Bulgaria, Lituania y Letonia han experimentado tasas de crecimiento de la productividad relativamente altas. Partían de niveles más bajos tras su transición económica y han convergido hacia la media de la UE gracias a la inversión, la modernización y la integración en el mercado único. Aunque sus niveles absolutos de productividad siguen siendo más bajos, su crecimiento ha sido dinámico.

Irlanda, por su parte, ha mostrado un crecimiento excepcional en productividad, a menudo impulsado por la atracción de grandes corporaciones multinacionales y su sector tecnológico y farmacéutico. Sin embargo, estas cifras pueden estar influenciadas por prácticas contables de las multinacionales.

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Países Alemania, Francia, Países Bajos, Bélgica y Dinamarca, que conforman el corazón de Europa, ya tenían niveles de productividad muy altos al inicio del período. Han mantenido un crecimiento positivo, pero a un ritmo más lento que en décadas anteriores. Se enfrentan al desafío de la "frontera tecnológica", donde es más difícil obtener ganancias de productividad adicionales.

España e Italia son dos de las economías donde el crecimiento de la productividad ha sido especialmente débil en comparación con sus pares europeos. España ha registrado una evolución de la productividad más débil que la media europea, creciendo a un ritmo del 0,77% anual desde 2000, frente al 1,05% de media en la UE-27. Esto ha provocado que España pase de estar por encima de la media europea en los años 90 a situarse por debajo en las últimas décadas. La brecha de productividad con economías avanzadas como Alemania o Francia se ha ampliado