Si algo define la situación actual del sector del vino es la incertidumbre que impera a la hora de la toma de decisiones. Atreverse en estos momentos a vislumbrar los derroteros que tomará el sector en el próximo año es a día de hoy un ejercicio muy complicado pero que se está intentando abordar. Y esta complicación viene dada en gran medida porque el mercado del vino se está moviendo en un entorno muy hostil que se ha generado principalmente por los conflictos geopolíticos.

Una crisis marcada por el aumento del coste de las materias primas, el alto precio de la energía y del transporte y por supuesto la elevada inflación que está afectando a los países incluidos en la eurozona y más allá de sus fronteras. En estos momentos, a una bodega el hacer llegar una botella de vino al mercado para que la disfruten los consumidores le cuesta actualmente más de 25% más que el año pasado. Y al no ser un producto de primera necesidad, es difícil aplicar este aumento en el precio, por lo que tiene que soportar unos gastos en origen muy superiores sin saber, además, hasta dónde puede llegar esta subida.

Este es el panorama en el que todavía se están sufriendo coletazos de los efectos de la pandemia que por ejemplo, afectaron a los suministros y al que el sector vitivinícola asiste como un actor más, como otros muchos sectores. También las exportaciones se están viendo muy afectadas ya que cada mercado por un lado, está inmerso en su ejercicio de recuperación de la pandemia y por otra parte, se enfrenta a los daños colaterales derivados de la guerra que mantiene Rusia con Ucrania y que está determinando la economía mundial.

En este contexto, la industria del vino está haciendo un ejercicio de adaptación al entorno buscando nuevas vías o bien, otras herramientas para reforzar la comercialización. Esto hace que la acuciante crisis llegue con ciertas armas para afrontarla.

Y así lo corroboran las últimas cifras de recuperación del consumo en el ámbito nacional que ronda en torno al 11% de subida y por otro lado, el incremento del valor del vino en el mercado exterior. La facturación del vino español en el mercado internacional está batiendo récords durante este año.

Sostenibilidad y digitalización

Así son las cosas y por delante, el sector vitivinícola se vuelca en los retos asumidos como son la sostenibilidad que se ha convertido en un eje transversal en cualquier planificación estratégica o bien, la digitalización que ayude a la competitividad de la industria vitivinícola. También, el enoturismo que está abriendo incluso un nuevo canal de venta, no sólo de vino, sino de experiencias integrales en torno a él.

Comenzando por el primer reto indicado, las denominaciones de origen cumplen un papel fundamental como instrumentos de sostenibilidad en sus territorios y además, en sus tres pilares: económica, social y medioambiental. También son palanca de cambio en el entorno rural, promoviendo su desarrollo y fomentan la economía circular. En el campo, la conciencia ecológica y de respeto con el medio ambiente es cada vez mayor. Una conciencia que influye a todo el proceso de elaboración, desde el campo hasta la mesa. Así también, el sector se defiende ante los efectos provocados por el cambio climático realizando labores más sostenibles y que además, va en beneficio de la conservación de viñedos más saludables para el futuro.

Por otra parte, la digitalización es también global, no sólo transforma los procesos de producción o de comercialización para obtener unos resultados más eficientes si no que además, en la viña permite la mejora de la trazabilidad o bien, la toma de datos y la investigación en esa búsqueda de la excelencia.

Esta revolución digital llega a la comunicación, promoción y a la comercialización para ofrecer nuevas vías que permiten fomentar el conocimiento, conquistar nuevos paladares y traspasar fronteras. Así, el comercio online está en auge y en concreto el llamado “social commerce” a través de las redes sociales, agiliza las transacciones. En este sentido el sector vitivinícola se sube al carro de las nuevas tendencias para las que lleva preparándose unos años a raíz de las nuevas necesidades provocadas por la pandemia que perjudicaba la relación social.

Por último, el enoturismo se ha revelado tal y como se anunciaba como un negocio o la manera de diversificarlo. El turismo del vino atrae riqueza a un territorio y potencia la difusión de una cultura y unas costumbres a los visitantes que perciben la identidad de una región y los rasgos que la caracterizan. En este campo, es relevante de nuevo, el papel desempeñado por la Denominación de Origen que divulga los valores de una tierra, en la que hunden sus raíces las cepas con las que se elaboran sus vinos. Según los datos obtenidos del Observatorio Turísitico Rutas del Vino de España de ACEVIN, en 2021 65.000 personas visitaron Navarra atraídas por este reclamo, llegando casi a doblar las cifras de 2019. Aumenta también el precio medio de la visita y el de las ventas en las tiendas de las bodegas.

Entre otras conclusiones, se advierte de que se mantiene la tendencia que otorga un gran protagonismo al consumo interno, que atrae al público local y de proximidad.