La pandemia puso el mundo patas arriba y la enseñanza, como parte fundamental de nuestra existencia, no se quedó al margen. El confinamiento obligó a la comunidad educativa a adaptarse de la noche a la mañana a una enseñanza a distancia. Docentes, escolares y familias se implicaron para tratar de que los perjuicios de este tsunami de nombre covid-19 fueran los menos posibles. Y en ello siguen. Generaciones de niños y niñas, nacidas todas con una tablet bajo el brazo, que, sin embargo, estaban deseando volver a clase. Y es que, si algo ha dejado claro la pandemia, es que la enseñanza presencial es insustituible.No sólo ha destapado la existencia de una abrupta brecha digital que, de nuevo, ha afectado al alumnado más desfavorecido, sino que ha puesto en valor la importancia de las relaciones humanas, tanto profesor-alumno como entre compañeros, en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Porque instruir va más allá de transmitir conocimientos, mandar tareas y corregir exámenes. Y aprender tampoco se limita a lo anterior. De ahí que la apuesta por recuperar la educación presencial, desde Infantil hasta la Universidad, ha sido la mejor noticia ya que nadie duda de que ayudará a paliar las secuelas que los meses de confinamiento ha dejado en el alumnado.

Porque lo vivido entre mediados de marzo y finales de junio no va a pasar desapercibido. De hecho, los primeros efectos ya se han hecho visibles. El alumnado, según el último informe del Consejo Escolar de Navarra, obtuvo el pasado curso unos resultados académicos históricos. Los porcentajes de titulación en ESO (86%) y Bachillerato (93,6%) fueron altísimos así como la promoción en todos las etapas educativas. También creció el número de inscritos en la EvAU (antes conocida como Selectividad) y las notas de corte para entrar en las universidades públicas se dispararon. Esta mejora de los resultados que, en principio es una noticia positiva, puede volverse en contra de muchos estudiantes, a los que este curso se les va a hacer muy cuesta arriba y, salvo sorpresa, se verán obligados a repetir.

Los meses de confinamiento también suspendieron las prácticas en centros de trabajo que realiza el alumnado de Formación Profesional, que, en muchas ocasiones, se convierten en una excelente plataforma para lograr trabajo. Un obstáculo que puede dificultarles el acceso al mundo laboral, y más con la crisis económica que se avecina.

Otra consecuencia de la pandemia es que agranda las desigualdades económicas y sociales, y por tanto, educativas. Y es que, a pesar de que se ha recuperado la presencialidad, uno de cada tres escolares de Infantil y Primaria (en torno a 20.000 menores de 3 a 12 años) y cientos de estudiantes de Secundaria han pasado ya por un confinamiento, lo que supone tener que adaptarse a la enseñanza on line. Y es en casa, y no tanto en la escuela, donde esas diferencias socioeconómicas del alumnado se hacen más visibles. No sólo porque muchos escolares carecen de los recursos tecnológicos necesarios, a pesar del esfuerzo que ha realizado el Departamento de Educación, sino también porque no todas las familias ni todos los hogares pueden garantizar las condiciones de estudio adecuadas que necesitan los niños y niñas para el aprendizaje.

Los meses encerrados en casa y este curso atípico, en el que las mascarillas complican la creación de vínculos con el alumnado, y las medidas de distancia suponen un obstáculo para la transmisión de afectos, tan importante en edades tempranas, e influyen negativamente en la forma de relacionarse, también están pasando factura a nivel emocional y en la socialización. "El alumnado está ralentizado y sin el brillo y la alegría que les son propias", reconocía un profesor. Y es que, aunque la capacidad de adaptación de los escolares está fuera de toda duda, "ver la cercanía y el contacto físico como un riesgo no es positivo para su desarrollo", advierte otra maestra.

Así las cosas solo queda esperar que la situación no se alargue (aún más) en el tiempo y la enseñanza presencial se mantenga lo que resta de curso escolar. De ser así, las consecuencias de este impacto académico y emocional no serán irreparables.