arece que todos tenemos ganas de que acabe este año 2020. Un año que deja tras de sí mucho sufrimiento. Montones de personas que han padecido la covid-19, muchos de ellos de forma grave, muchas personas que han fallecido por su causa, directa o indirectamente, una economía muy tocada sobre todo en algunos sectores.

Hay que decir que la pandemia no ha solucionado ninguno de los problemas sociales que teníamos antes de ella. Lo que ha hecho la pandemia que estamos sufriendo es poner de manifiesto algunos problemas que se venían denunciando, y ha hecho emerger algunos que prácticamente casi ni intuíamos.

Se ha puesto de manifiesto el problema de la vivienda. Familias que tuvieron que pasar todo el confinamiento encerrados en una habitación. Personas que se contagiaron y que fueron expulsadas de la vivienda donde tenían una habitación. Personas y familias para las cuales no era posible encontrar, no una vivienda, sino ni tan siquiera una habitación.

Si ya sabíamos que la vivienda era uno de los más graves problemas en nuestra sociedad, la pandemia lo ha hecho todavía más patente.

Lo mismo podríamos decir de otras problemáticas como la salud mental. Sabíamos de la debilidad de las coberturas en este ámbito. El confinamiento radical que hemos padecido ha agravado la situación de muchas personas. El aislamiento, la incertidumbre, la falta de atención han intensificado los sufrimientos de muchas personas.

También esta pandemia ha evidenciado la fragilidad de nuestra economía y la fragilidad del empleo. Multitud de ERTE han colocado en situación difícil a muchas familias que temen que algunos de ellos se transformen en ERE.

Son muchos los problemas que la situación que hemos vivido y estamos viviendo ha hecho más patente y los ha agravado.

Pero también, como apuntaba más arriba, han aparecido con fuerza algunos problemas que quizás conocíamos, pero a los que no habíamos dado importancia.

Uno de ellos es el de la llamada brecha digital. No habíamos imaginado que podía excluir o agravar la exclusión. En nuestra sociedad hay muchas personas que no tienen capacidad de poseer un ordenador, una tablet. No tienen capacidad para tener una conexión a Internet. Además, hay muchas personas, excluidos y no excluidos, que no tienen los conocimientos para manejarse con esos instrumentos. Pensemos simplemente en tantas personas mayores con muchos problemas para hacer gestiones en el banco desde que hay que hacerlas en el cajero o por internet.

Lo grave se ha producido cuando esta brecha digital se ha encontrado con el cierre de la atención presencial de las Administraciones públicas. Prácticamente no hay atención presencial en la Oficina de Extranjería, ni en la Seguridad Social, ni en Hacienda, ni en€ Las gestiones hay que realizarlas telemáticamente, y para muchas de ellas es necesario tener el Certificado Digital, que a muchos todavía suena a chino. Directamente la Administración ha dejado en la exclusión a montones de personas que no pueden realizar ninguna gestión con sus diversos departamentos. Y la pregunta que surge inmediatamente es: ¿qué está haciendo la Administración para solventar esta situación? ¿Qué están haciendo los cada vez más numerosos departamentos para evitar la exclusión de tanto ciudadano? Dejo la respuesta a cada uno de los lectores.

Todo hace indicar que la situación que estamos viviendo va a tener como consecuencia un aumento del desempleo. Parece seguro que se van a perder puestos de trabajo. Gracias a Dios en nuestra Comunidad la Renta Garantizada es un muro de contención. Evita que las situaciones de mayor indigencia sean mínimas. Pero las personas necesitamos trabajo, necesitamos realizarnos, necesitamos sentirnos útiles.

Por todo ello, de cara al futuro necesitamos políticas que de verdad propicien y faciliten la creación de empleo. Necesitamos un trabajo conjunto de lo privado y de lo público, en bien de toda la sociedad, para la creación de empleo. Empleo estable y de calidad.

Nuestra sociedad necesita de todos y, por ello, necesita de grandes pactos. Si antes apuntábamos al problema de la vivienda, este no se soluciona en una legislatura. Necesita de planes a medio y largo plazo, que necesitan a su vez el acuerdo de todos o al menos de la mayoría. Sin grandes acuerdos no solucionaremos nunca los grandes problemas que siempre afectan de manera más sangrante a los más débiles, a los más excluidos.

Lo mismo tendríamos que decir del ámbito sanitario y, en concreto, del mencionado ámbito de la salud mental. En este campo también hacen falta grandes pactos y planes a medio y largo plazo.

Los momentos que hemos vivido y estamos viviendo han sido y son verdaderamente duros. Pero la dureza de estos momentos nos tiene que ayudar a hacernos cargo de nuestra fragilidad, de la fragilidad de nuestra sociedad. El darnos cuenta de nuestra fragilidad nos tiene que ayudar a cambiar nuestros modos de actuar. Nos tiene que ayudar a ver un horizonte con luz, un horizonte que nos muestra la posibilidad de una sociedad y de una situación infinitamente mejor. Nos tiene que mostrar el camino para realizarlo, el camino del esfuerzo de todos, el camino de los planes a largo plazo, el camino que pretende no dejar a ningún ser humano en la cuneta, el camino de incluir a todos, el camino de hacer humanidad.

Quiero concluir estas líneas con un GRACIAS. Gracias a todos los que durante este tiempo y ahora mismo se están entregando de una forma u otra a los demás. Gracias, muy en concreto, a todos los trabajadores y voluntarios, que hasta en el confinamiento, hicieron posible mantener toda nuestra actividad de ayuda a los excluidos. Gracias a todos los donantes que en este duro tiempo hacen posible la labor de Cáritas y nos animan a seguir trabajando por un mundo mejor.