¿Cómo ha cambiado el panorama en los últimos treinta años?

Tenemos una sociedad más urbana y más desconocedora del medio rural. Y ese abandono, junto con el cambio climático, tiene consecuencias graves, como los incendios.

¿Hay más incendios?

El monte ha cambiado y el fuego avanza más rápido y con mayor intensidad. Si hubiera lo que llamamos un mosaico de espacios abiertos, pastoreo extensivo vivo, matorral, bosquetes... ahí el fuego avanza mucho menos. Pero si abandonamos los usos tradicionales y concentramos la actividad en grandes explotaciones, tendremos más riesgos de grandes incendios.

¿Qué puede pasar?

Por ahora sufrimos fuegos que podemos llamar tradicionales. Pero pronto podemos tener grandes incendios a nivel Pirineos, o Prepirineos, un incendio que empieza en Navarra y termine en Huesca, o al revés. Y eso es por el abandono del medio rural.

¿Abandonar los usos tradicionales tiene un coste?

Durante siglos, agricultores y ganaderas han manejado el territorio de forma extensiva. Esto ha cambiado. Se está produciendo un cambio global, donde incluyo el cambio climático, y esto va a tener mucha influencia en los incendios. El proceso de urbanización a nivel planetario, que es imparable, y el abandono del territorio, hace que el medio se vaya asilvestrando.

¿El cambio climático es un catalizador?

Una forma de vida más distribuida mitigaría el cambio climático. Por eso, la ley apunta mucho en esa dirección al hablar de movilidad sostenible, de consumo de proximidad, de distribución, de comunidades energéticas...

La ley es pionera.

Ha sido un proceso largo y de mucho trabajo y hemos quedado satisfechos. Es obvio que la ley no puede dejar 100% satisfecho a todo el mundo. Pero hemos intentado hacer un texto que consiguiera el máximo consenso posible, además de que el trabajo en comisión parlamentaria fue intenso. Pero la ley no acaba aquí. Ahora hay que exigir su cumplimiento

¿Cómo podemos afrontar el cambio climático?

Ante el cambio climático debemos adaptarnos y luchar por mitigarlo. Inundaciones las ha habido siempre, pero veremos como las del estilo a las de Tafalla en julio de 2019 o las de diciembre de 2021 van a ser cada vez más recurrentes. En cuanto a la mitigación, debemos atender a los sectores que producen más emisiones: la industria, los transportes y la movilidad y la edificación.

¿Qué podemos hacer?

Lo primero que tenemos que hacer es consumir menos energía. Por ejemplo, la ley trabaja mucho en la edificación eficiente. Pero tenemos que cambiar nuestros hábitos: no podemos usar el coche a todas horas, y tenemos que consumir productos locales. Hay una frase que me gusta mucho: tenemos dos armas contra el cambio climático, que son la cuchara y el tenedor. Nuestras decisiones cotidianas influyen mucho.

¿Qué ocurre con la energía?

Esto tiene que cambiar en los próximos diez años. Mire los tejados en ciudades y polígonos industriales: apenas se ven placas solares. Tenemos más de 20.000 hectáreas de superficie urbana a aprovechar. Pero no solo debemos fijarnos en la energía del sol: yo siempre hablo de energía de kilómetro cero, que es la biomasa, la de residuos agrícolas y ganaderos, y que debemos potenciar.

Se trata de revisar el modelo, ¿no?

Igual deberíamos hacer al revés de lo que se hizo hace treinta años, que se cambiaron las estufas de leña por las de gasoil. La biometanización que tiene que sustituir en lo posible al gas fósil de Argelia. Fomentemos la energía solar, pero también la nuestra, la de biomasa forestal.

El que no entre por el planeta, que entre por el bolsillo.

Debemos pensar en conceptos como la contención, la austeridad, la sobriedad... Era el chip con el que vivían nuestros abuelos, que no vivían en el mundo de la opulencia de ahora, en el que podemos comprarnos toda la ropa que queramos, la usamos una vez y luego, en el mejor de los casos, la donamos. Eso no puede ser.

No es sostenible, pero es que además no es de sentido común, para entendernos.

En un planeta con recursos limitados no puede ser. Tenemos que tener muy metido en la cabeza que no podemos comernos el planeta que vamos a dejar a las futuras generaciones, y que tenemos que ser más solidarios con otras sociedades menos desarrolladas repartiendo los recursos. ¿Vamos a ser más felices por irnos a destinos exóticos de vacaciones cuando tenemos a 200 km paraísos que no conocemos?

¿Es una forma de ver el mundo que debemos cambiar?

No somos los amos del planeta. No vamos a acabar con el planeta, de lo que se trata es de modificar nuestro sistema de vida derrochador y opulento. El planeta puede vivir sin nosotros, los seres humanos desapareceremos y la tierra permanecerá.

¿La primera en dar ejemplo tiene que ser la Administración?

Totalmente, y esto es algo que tenemos que subrayar. Te pongo un ejemplo simple: muchos colegios públicos de pueblos de Navarra tendrían que cambiar sus calderas de combustible fósil a una caldera de biomasa. Por eso una parte importante de la ley está dedicada a la administración sostenible.

¿Se necesita involucrar a todo el mundo?

Por eso hay una Asamblea ciudadana y un Consejo Social. El mismo grado de consenso logrado en la elaboración de la ley tiene que haber en el desarrollo de la ley.

¿Y se cuenta con buenos mimbres?

Sí. Por ejemplo, en Navarra, existe un camino recorrido en la transición energética. Ahora una prioridad debe ser la repotenciación, cambiando aerogeneradores por unos más modernos y potentes.