La segunda mesa del Foro Hiria, celebrada en el marco de la Semana Navarra de la Ciberseguridad, reunió este lunes a tres voces clave en el ecosistema digital foral para abordar “La ciberseguridad desde el prisma del talento, la sensibilización y la ciudadanía”. El debate giró en torno a una idea compartida: la seguridad digital no es solo una cuestión técnica, sino un desafío que implica a toda la sociedad.

Moderada por Teresa Carrasco, experta en Ciberseguridad del Navarra Cybersecurity Center (NavCC), la sesión contó con las intervenciones de Mikel Izal, director de la Cátedra de Ciberseguridad de la UPNA; José María Movilla, agente primero del Grupo de Delitos Informáticos de la Policía Foral; e Imanol Remón, estudiante del Máster en Ciberseguridad de la UPNA. Los tres reflexionaron sobre el papel del talento, la formación y la concienciación en un escenario en el que las amenazas digitales crecen y evolucionan con rapidez.

Ciberseguridad como competencia transversal

El primero en tomar la palabra fue Mikel Izal, quien defendió la necesidad de integrar la ciberseguridad como una competencia transversal en todas las áreas del conocimiento. “Nosotros, en informática y telecomunicaciones, impartimos ciberseguridad, pero todas las ingenierías deberían tenerla”, señaló. Para el director, el reto no es solo técnico, sino cultural: “Debemos ser capaces de reaccionar a los ataques. Deberíamos no solo sensibilizar a las carreras técnicas, también a todos los demás”.

Izal subrayó que la formación debe ir acompañada de experiencias prácticas. Por ello, desde la Cátedra de Ciberseguridad impulsan iniciativas como un club de hacking que busca crear comunidad y detectar talento. “Intentamos promocionar el conocimiento mediante la creación de un club de hacking y buscar a estudiantes a los que les guste, para que ese conocimiento se haga comunidad y se propague”, explicó.

El club organiza competiciones periódicas en las que los participantes ponen a prueba sus habilidades. “Es la mejor forma de aprender”, aseguró Izal. Estas competiciones permiten al alumnado practicar, conocerse y crear un punto de encuentro entre personas y empresas. “Nos ayuda a encontrar talento y, a su vez, les abre puertas laborales”, afirmó.

El académico se detuvo también en el desequilibrio de género que persiste en los estudios técnicos. “Tanto en el club como en el máster de ciberseguridad, el grupo de mujeres es reducido. Es un problema común a todas las carreras STEAM. Necesitamos todo el talento posible. Intentamos mostrar referentes femeninos para inspirar a otras chicas”.

Izal cerró su intervención con una idea que resonó en la sala: “El talento no solo consiste en detectar ataques, sino en construir sistemas que, por sí solos, no puedan ser atacados”.

La realidad de los delitos informáticos

El testimonio de José María Movilla aportó una visión más cruda, la del día a día en la lucha contra el cibercrimen. “El año pasado registramos unas 6.000 denuncias en nuestro ámbito”, afirmó. De ellas, entre el 65 % y el 70 % estaban vinculadas a delitos económicos. “Han subido mucho. Las denuncias de empresas son menos habituales, pero más dolorosas, porque pueden llevarlas a la ruina”, advirtió.

Movilla insistió en que la prevención empieza por la educación. “A los chicos y chicas hay que enseñarles desde abajo. Tendría que ser un examen. Y a un abuelo también hay que explicarle que con un simple SMS le pueden quitar todo el dinero”, dijo. Para el agente, cada público necesita un lenguaje diferente: “A las empresas hay que hablarles de inversiones; a los jóvenes, de hábitos digitales; y a los mayores, de confianza”.

Su mensaje fue directo: “6.000 denuncias son 6.000 problemas. No siempre llegamos al final, pero siempre lo intentamos”. Añadió que la ciberseguridad no entiende de género.

Movilla lamentó el exceso de exposición en redes sociales. “Ponemos demasiadas cosas en internet. El malo os investiga, crea un perfil y ataca por donde menos lo esperáis”, alertó. En su opinión, la clave pasa por la colaboración: “Tenemos que aunar esfuerzos. Nos debemos al secreto profesional, no podemos contar todo lo que sabemos, pero podríamos estar más en contacto con otros grupos”.

El agente defendió que invertir en seguridad digital es rentable: “La ciberseguridad cuesta dinero, pero merece la pena. Un ataque puede ser devastador, y prevenirlo siempre es más barato que repararlo”. La Policía Foral trabaja también en la sensibilización, ofreciendo charlas a menores y seniors: “La idea es que sean conscientes desde pequeños y que nadie se quede atrás”.

34

Fotos del Foro Hiria sobre ciberseguridad Patxi Cascante

El valor del aprendizaje

El cierre de la mesa corrió a cargo de Imanol Remón, quien aportó la perspectiva del estudiante. “Lo que me terminó de motivar para realizar el máster en ciberseguridad fue la iniciativa de NavCC de crear un grupo de hacking dentro de la universidad”, contó. Esa experiencia, dijo, fue clave para convertir su curiosidad en vocación: “Una forma sencilla de motivarnos a los estudiantes es con este tipo de retos competitivos. Motiva bastante, y además te permite obtener oportunidades laborales reales”.

Remón consideró que Navarra tiene un buen caldo de cultivo para el desarrollo de esta disciplina, aunque aún queda recorrido. “Hay demanda de profesionales, pero falta desarrollo. Va a ir creciendo según aumente la necesidad de implantar la ciberseguridad en las empresas”, auguró.

El joven estudiante lanzó también un mensaje a favor de la inclusión: “La universidad está abierta para todo el mundo y me gustaría que más mujeres encontraran en esto una motivación”.

Comunidad, talento y ciudadanía

Tras escuchar a los tres ponentes, quedó claro que la ciberseguridad no puede depender solo de expertos. Debe formar parte de la cultura colectiva, de la educación y de la responsabilidad individual.

La conversación derivó hacia la importancia de generar comunidad. El club de hacking impulsado por la UPNA se presentó como ejemplo de un espacio donde se cruzan aprendizaje, colaboración y talento.

Las competiciones periódicas, los encuentros con empresas y la práctica real se plantearon como herramientas eficaces para retener talento y evitar su fuga fuera de Navarra.

A su vez, se debatió sobre la necesidad de impulsar la sensibilización desde edades tempranas. Los ponentes coincidieron en que los niños y adolescentes deben aprender a identificar riesgos digitales con la misma naturalidad con la que aprenden a cruzar un paso de cebra. “La educación digital debería ser obligatoria”, apuntó Movilla.

Hacia una cultura de la seguridad

La mesa concluyó con un mensaje compartido: la ciberseguridad es, ante todo, una cuestión de conciencia. No se trata solo de tecnología, sino de responsabilidad social. Navarra, coincidieron, cuenta con los elementos necesarios —universidad, instituciones y tejido empresarial— para construir un ecosistema sólido de talento digital.

Al término del encuentro, el público se quedó con tres ideas claras: la ciberseguridad debe enseñarse en todas las carreras, la ciudadanía debe asumir su papel activo y el talento local, que no depende de géneros, necesita espacios donde crecer.

Esta segunda mesa del Foro Hiria demostró que, más allá de los cortafuegos y los algoritmos, la verdadera defensa digital empieza en las personas.