El director general del Museo Guggenheim de Bilbao, Juan Ignacio Vidarte, recibió su Hitz Saria al esfuerzo de manos del consejero delegado de Iberdrola Energía, David Martínez. El primero que ha recibido en la que ha venido siendo sido su hogar profesional y su proyecto vital. “Creo que este premio hay que dedicarlo a la sociedad vasca, que es la que ha estado detrás del proyecto del museo”, respondió a la petición de dedicatoria de Anne Igartiburu.

“Este es un proyecto que surge en unos momentos muy complicados para este país, por muchos motivos, y donde hubo la capacidad de enfrentar esa situación y de afrontar el futuro”, recordó.

Juan Ignacio Vidarte (Bilbao 1956) encarna de manera perenne cierto concepto de elegancia sobria, discreción en las maneras y manifestaciones, mesura y buen gusto. El joven Vidarte se licenció en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Deusto a finales de una década de los setenta en las que nadie podría adivinar que un gran edificio de titanio se levantaría en la Campa de los Ingleses, justo frente al campus universitario, en la otra orilla de la ría.

Como si estuviera preparándose para el que sería su proyecto vital, Vidarte voló a Estados Unidos, sede la Fundación Solomon Guggenheim, para completar estudios de posgrado en el prestigioso Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).

En 1992 aceptó la propuesta de dirigir lo que aún sonaba como sueño etéreo: el Consorcio del Proyecto Guggenheim Bilbao. Se trataba de la institución responsable de la construcción del museo Guggenheim en la capital de Bizkaia. En 1996, Juan Ignacio Vidarte fue nombrado director del museo que había contribuido a materializar. Ha dedicado media vida a convertir en titanio y vidrio algo que pasó de necesidad a sueño casi inalcanzable y que hace ya décadas que se ha transformado en una experiencia de éxito seguida e imitada mundialmente. Sin embargo, en las palabras de Vidarte jamás se abre un resquicio al orgullo personal. De impecable azul oscuro, en el escenario volvió a resaltar la importancia de los acuerdos, el impulso colectivo y el compromiso con la complicidad tejida. Con la palabra dada.

“La sociedad vasca y las instituciones fueron el apoyo necesario”, reconoció. Describió el proyecto del Guggenheim como “muy coral y donde ese esfuerzo público, en el liderazgo del proyecto, fue acompañado por abundante apoyo privado también”.

Enumeró el responsable desde su inicio del icónico museo los valores que le han animado en el desarrollo de su tarea. Y señaló especialmente el esfuerzo y la capacidad de trabajo. “ Y los valores que han surgido una vez ha acabado el proyecto, que han sido la resiliencia, la capacidad de tomar trabajar en equipo, de buscar siempre acuerdos y, por supuesto, la empatía”, abundó.