608 kilómetros cada fin de semana para jugar con el equipo de su tierra, el esfuerzo ha tenido recompensa para Iñigo Bronte, un futbolista navarro que consiguió algo con lo que muchos jugadores sueñan. Volver al equipo de tu pueblo y lograr que este ascienda de categoría. El pasado sábado 3 de junio, el Calatrava ascendió a Preferente con un doblete de Iñigo. Sin embargo, la historia que este futbolista esconde va mucho más allá. Él fue el primer jugador español de la historia en jugar en la Primera División de Neozelandesa. Su fútbol ha viajado desde Carolina del Norte en Estados Unidos, hasta Wellington en Nueva Zelanda, pasando por Fitero. “Me fichó Osasuna cuando tenía 8 años, estuve allí jugando durante 10 temporadas”, explicaba Iñigo.

Ya en la Universidad de Navarra, empezó a estudiar Relaciones Internacionales. Sin emabrgo, su sitio no iba a ser Pamplona, sino Elon University, en Carolina del Norte, en Estados Unidos. Gracias a una beca, el joven navarro pudo estudiar allí Economía y Ciencias Políticas, mientras jugaba en la Primera División universitaria de fútbol. Sin embargo, cuando acabó la carrera comenzó el covid, por lo que se tuvo que volver a España, donde acabó los estudios que había comenzado en Pamplona. “Aquel año jugué en la Peña Sport y ascendimos a Segund RFEF, mientras hacía un máster de internacionalización de empresas”, comentaba Iñigo. 

Tras acabar el máster, le llegó una oferta de trabajo para irse a en Nueva Zelanda. Bronte explicaba: “Para el tema de ocio estaba un poco complicado, por el tema del covid y porque no había muchos españoles. Así que pensé que por el fútbol podía sacar algo”. Tras enviar varios vídeos a clubes y hablar con diferentes entrenadores, el Wellington United, un equipo de Primera División, se hizo con sus servicios. “Eso me ayudó mucho, el tener un grupo de gente para no estar solo, además lo podía compaginar muy bien con el trabajo”, decía. “Solía trabajar en la embajada de ocho a tres, más o menos, y por la tarde tenía los entrenamientos”, añadía Iñigo. 

Además, nos explica cómo es el fútbol en ese país: “ Allí, la primera división no es tan profesional como en España, es equiparable a una Segunda B aquí”. Iñigo comentaba que “es un fútbol completamente distinto, con mucha más ida y vuelta y mucho más anárquico. Al final los partidos acaban con resultados más abultados”. La experiencia de jugar a nivel profesional en otro país fue muy enriquecedora para él, pero Iñigo no fue precisamente a pasar el rato. El joven navarro consiguió que su equipo allí, recién ascendido a primera, lograse la permanencia siendo él el cuarto máximo goleador de la categoría, con ocho dianas de las 21 que anotó su equipo.

Y tras una exitosa temporada en el extranjero, Iñigo decidió volver a un sitio que estuviese un poco más cerca de casa, Madrid, aunque los motivos para quedarse los tenía. “Cuando acabó la temporada me surgió la oportunidad de quedarme jugando en la Tercera División de Australia. Lo tenía todo firmado, pero me dio un poco de ‘cague’ el quedarme otro año solo y lejos de casa”, explicaba. “Sigo teniendo la mosca detrás de la oreja de qué podría haber pasado si me hubiese quedado jugando, pero también quería estar cerca de mi familia”, añadía Iñigo. Al final, acabó jugando en el equipo de su pueblo, el Calatrava. “Cuando estaba en Nueva Zelanda hice un viaje por Australia y coincidí con un amigo de Fitero que estaba en la Junta Directiva del Calatrava. Estuvo peleando para que fichase por el equipo y al final consiguió engañarme para que fichase”, comentaba entre risas. 

Iñigo vive en Madrid y juega en Fitero, a 304 kilómetros de distancia. Pero el amor por su tierra y los suyos ha sido la gasolina que le ha llevado cada finde a jugar con el equipo. “Mi padre fue el primer entrenador del equipo durante 10 o 12 temporadas, y coincidió cuando yo nací”, decía Iñigo. Además, añadía: “Desde que aprendí a andar, estaba cada fin de semana viendo los partidos del equipo en el estadio. Llevo viendo al Calatrava desde que tengo uso de razón”. Quizás fue el azar, o quizás fue el propio fútbol, siempre tan caprichoso, lo que hizo que Iñigo marcase un doblete en Fitero para qu el Calatrava lograse ascender a Preferente. “En el último partido subió a verme mi abuelo, que va camino de cumplir los 101 años, y pude celebrar los goles con él, que estaba detrás de la portería”, contaba. “Le di un abrazo cuando marqué y fue la mejor amarilla que me han sacado en mi vida. Solo por poder celebrar un gol con mi abuelo ha merecido la pena todo el esfuerzo”, concluía Bronte. 

En cuanto a su futuro futbolísitco, Iñigo explicaba: “El año que viene no sé qué haré. No creo que siga en el Calatrava porque el esfuerzo de volver todos los fines de semana es inviable a largo plazo”. Además, añadía:“Por trabajo no sé si voy a quedarme en España o si me van a mandar a Panamá y también me buscaré algo relacionado con el fútbol. Si me quedo en Madrid, seguramente me busque algo”. 

Una historia única que nos regala el fútbol. Un jugador que volvió desde el otro lado del planeta a su tierra, y consiguió que el primer equipo que vieron sus ojos, ascendiese con él como protagonista de la hazaña.