Dicen que la cocina es una cuestión de tiempo, de dedicarle a cada cosa el que necesite. Y una de ellas es dejar pasar el tiempo necesario para que la olla con agua rompa a hervir antes de introducir lo que se quiera cocer. Oficialmente, el agua hierve al alcanzar los 100 °C. Esto es lo que dice la física, que también explica que algunas variaciones en la presión atmosférica pueden cambiar algo este dato.

Pero vivimos en una época en que las prisas, la impaciencia, el “es para ayer” parecen ser una circunstancia de la que pocos escapan. Por este motivo, para muchos es casi una tortura tener que esperar que el agua de la olla que hemos puesto al fuego tarde en ponerse a hervir y podamos seguir con el cocinado.

El agua hierbe en una olla lista para cocer lo que sea necesario. Freepik

Aunque la impaciencia de cada cual es única y la física básica muy cabezona, hay cosas que no podemos cambiar, pero sí aplicar algunos trucos para acelerar algo el proceso en el que el agua alcanza la temperatura de ebullición. Estos son algunos:

Usar la olla adecuada

Cualquier olla sirve para hervir agua, pero algunas son más eficaces que otras. De hecho, las que cuentan con un fondo más fino calientan antes el agua que las de culo gordo. Además, también hay que tener en cuenta la proporción entre anchura y altura. Las estrechas y altas tardan más en calentar todo el agua que las anchas y bajas. El calor se distribuye más rápido si hay más agua cerca de la fuente de calor y tiene que ascender menos. Pero ojo, la altura debe ser suficiente para que el agua, al hervir, no se desborde.

Agua precalentada

Este truco es tan sencillo y básico como que el agua que ponemos en la olla, en el puchero, ya tenga cierta temperatura. Lo más sencillo: abrir el agua caliente del grifo, lo que hará que llegue antes a ebullición con la ventaja añadida de que hará falta menos energía para lograrlo. Una variación de esto es calentar primero el agua en el microondas y después pasarla a la olla. Una tercera opción es utilizar un hervidor, aparato que al calentar directamente el agua acelera bastante el proceso.

Se pueden combinar este y el truco anterior calentando el agua en varias ollas más pequeñas y luego juntarla en la más grande.

Poner una tapa

Una olla destapada pierde mucho calor, por lo que el agua tardará más en hervir. Si se le pone una tapa, el calor se concentrará en su interior y antes llegará el agua a los 100 °C. Según la Agencia de la Transición Ecológica (Ademe), este simple gesto de tapar la olla ahorra hasta un 25 % de energía en cada cocción. Y si además es la tapa correcta, que ajusta como debe y no una que hemos encontrado en un cajón y que “hace la función”, mejor.

Agua con sal

Añadir sal antes de que llegue a hervir puede acelerar algo el proceso de ebullición, pero hay ciertas dudas sobre su eficacia final. El agua salada tiene un punto de ebullición algo más alto que el agua dulce, y además depende de la cantidad de sal, por lo que puede ser contraproducente. Además, según para qué se quiera ese agua, un exceso de sal puede estropear el guiso final.

Usar agua filtrada

En zonas en las que el agua sea especialmentee dura o de una alta mineralización, el agua tarda más en hervir, por lo que filtrarla antes de ponerla en la olla, o de beberla si tienes problemas de riñón, puede ser una muy buena estrategia para que se alcance más rápido ese punto deseado.

Aprovechar el foco de calor

El tamaño del fuego, en su más amplio sentido del término, también es importante y debe adecuarse al diámetro de la olla que se utilice. Un fuego pequeño y una olla ancha juntos harán que tarde mucho en calentar el agua, mientras que al revés se perderá de forma inútil mucho calor. Además, según los tipos de cocina, la de inducción es la más rápida al utilizar campos electromagnéticos para calentar directamente la base de la olla y la transferencia de calor es más eficiente.