Pudieron cogobernar

– La banda sonora de estas líneas la pone el grupo Carolina Durante. “Todos mis amigos se llaman Cayetano. No votan al PP; votan a Ciudadanos”, cantaban los madrileños en la primera versión de uno de sus éxitos más reconocidos y reconocibles. Luego, la realidad les impuso un cambio y la cosa quedó en “Todos mi amigos se llaman Cayetano. Ahora votan a Vox; antes, a Ciudadanos”. Ardo en deseos de conocer el próximo giro, porque estamos a un cuarto de hora de que la alusión al partido naranja resulte del todo extemporánea e incomprensible para los futuros oyentes del tema musical. No es que lo mío sean las profecías, pero estoy por apostarme una cena en Arzak o donde Koldo Rodero a que de aquí a un año habremos borrado de nuestra memoria al grupúsculo cada vez peor avenido que, de haberlo querido su petulante antiguo líder, el figurín figurón que atiende por Albert Rivera, habría formado coalición de gobierno con el PSOE después de las elecciones de abril de 2019 con los 57 escaños de vellón que arrampló entonces. Solo seis meses después, se quedó con 10, y gracias.

Nadie atendía

– Y esa decena exigua de culiparlantes son los que mantiene la inminente enterradora de la cosa, Inés Arrimadas, a la que ayer volvimos a ver toda engorilada en los fastos del 44 aniversario de la Constitución española leyéndonos la cartilla a los sediciosos, privilegiados del cuponazo y otras gentes de mal vivir. Supongo que, a esa hora, la mayoría de ustedes andaba con el vermú. Pero a mí me tocaba guardia y tuve que prestarle algo parecido a atención a la doña. Ante el micrófono instalado en el exterior de las cortes españolísimas, la individua farfulló no sé qué sobre la necesidad de “proteger, cuidar y cumplir” la (mal llamada) carta magna, ante las “amenazas del gobierno de Pedro Sánchez y sus socios”. En realidad, era un simple movimiento de labios al que nadie prestaba atención.

Pena o risa

– En lo que todo el mundo pensaba al asistir a su parrapla delante de los leones era en lo poquito que le queda en el convento. Y, si son malos como este pérfido tecleador, en lo que nos vamos a divertir como espectadores de la impúdica descomposición pública del partidajo que basó buena parte de su ideario en el insulto grosero a la ciudadanía de los cuatro territorios forales. Por si nos faltaban ingredientes cómicos en la patética agonía, a la lideresa le ha salido competencia —el tal Edmundo Bal— en la tontiloca disputa para quedarse con los restos de serie del invento. No se sabe si da más pena o risa. Las dos cosas, seguramente.