Jesse Williams, líder mundial del año en altura con 2,37 metros, se convirtió en el primer campeón del mundo estadounidense en veinte años al imponerse en la final con un salto de 2,35 metros, la misma marca que el ruso Aleksey Dmitrik. El norteamericano basó su victoria en un concurso perfecto, sin un solo fallo hasta que el listón subió a los 2,37 metros, altura con la que ya no pudo ninguno de los dos. La medalla de bronce fue para el bahamés Trevor Barry con tres centímetros menos. Desde que Charles Austin consiguió el título de altura en Tokio'91, ningún otro saltador estadounidense había logrado coronarse campeón del mundo en esta prueba.