pamplona - Con 20 años se ha convertido en la revelación del Helvetia Anaitasuna esta temporada. Su seguridad y eficacia bajo los palos ha sorprendido a más de uno, pero detrás de este prometedor portero hay más. Hijo de dos figuras del atletismo navarro como son el fallecido José Luis Hernández y Gregoria Ferrer, estaba claro que su destino era dedicarse al deporte. Sergey Hernández sueña alto, es ambicioso y quiere que su futuro esté ligado al balonmano muchos años. Y a Dinamarca, país que adora.

Vaya día tan triste que ha salido en Pamplona. ¿Le gusta la lluvia o es más de sol?

-De sol, pero sin mucho calor. Me gusta que luzca, pero que no caliente demasiado.

Pero viviendo en esta ciudad y tras su etapa en Kolding (Dinamarca) estará más acostumbrado al frío, al mal tiempo...

-A la lluvia estoy bastante acostumbrado y a la nieve ya ni te cuento. Un año en Dinamarca nos nevó cuatro o cinco meses seguidos y la nieve acabó congelándose por el hielo. Al final estuvimos como seis meses viviendo así.

¿Y cómo se sobrelleva?

-Es muy incómodo andar sobre el hielo y cuando iba en bici al colegio, a veces acababa en el suelo. Agobia mucho, la verdad.

¿Con cuántos años se fue a vivir a Kolding?

-Con 12 para 13, fue aquel verano. A mi padre lo ficharon para ser el preparador físico del Kolding de balonmano. Él llevaba un año ya allí y como al final se hace duro estar sin la familia, mi madre y yo decidimos ir también para Dinamarca. Mis padres, además, veían muy bien que aprendiese otros idiomas.

¿Qué tal fue su experiencia allí?

-Inolvidable. Cuando forme una familia me gustaría volver allí a vivir. Me encantó su estilo de vida, muy de estar en casa.

¿Cómo era su día a día en esa ciudad?

-Los horarios eran bastante diferentes. Cuando cursaba la ESO, las clases empezaban hacia las 8.30 y duraban hasta las 13.30 o 14.00 h, dependiendo del día. Luego tenía toda la tarde libre y era más cómodo. En casa hacía la tarea y luego me iba a entrenar. La formación de balonmano es muy alta allí desde pequeños, requiere mucha concentración y tiempo.

¿Le costó adaptarse a su estilo de vida?

-No, desde el principio me gustó bastante. No tuve ningún problema. Soy tímido, pero cambiar de ciudad y moverme por el mundo me gusta bastante, y al final no queda otra que soltarte. Es una experiencia muy enriquecedora conocer otros lugares.

¿Hay muchas diferencias respecto a la vida de aquí?

-Sí, muchas. Dicen que es un país seguro, con menos robos, una economía mejor... Pero a mí lo que me llamó la atención es que la gente no es más feliz. Es más cerrada. En Pamplona entras a una cafetería, das los buenos días y te contesta hasta el de la cocina. Allí no es así, son más fríos. Es parte de su cultura.

¿Cuántos años residió en Dinamarca?

-Cinco.

Le pilló toda su adolescencia entonces, ¿no se le hizo duro?

-Al principio no quería ir, porque tenía a mis amigos aquí, mi colegio y, en definitiva, toda mi vida. Pero llegas luego a Kolding y te vas adaptando poco a poco. Los compañeros del equipo me ayudaron mucho. Allí es costumbre, con 13 años, cogerte la bici, ir a dormir a casa de los amigos y luego volver. Hay mucho carril bici y no hay tanto peligro. Eso sí, me vicié bastante a los juegos de ordenador, ya que al no hacer buen tiempo la gente hace más vida en casa.

Allí hay mucha cultura de balonmano.

-Sí, mucha cultura y mucho nivel. Allí se vive el balonmano intensamente, los pabellones se llenan aunque jueguen contra el último o contra un rival de la zona media. Aquí es diferente. En ese aspecto somos más fríos nosotros.

Con 20 años ha tenido la fortuna de viajar bastante.

-Así es. He tenido suerte de conocer otro país y de acabar hablando bastante bien su idioma. Una de las cosas malas que recuerdo, eso sí, es que se cenaba a las seis de la tarde.

¿Recomendaría a otros jóvenes viajar y vivir en otros países?

-Sí. Es una experiencia bonita.

La pena es que hoy en día irse fuera es más una obligación.

-Pues sí, sobre todo para los jóvenes, porque nuestro futuro laboral se está poniendo cada vez peor. Aquí ves a gente con 30 o 40 años viviendo con sus padres, porque muchas veces no queda otro remedio. Allá es impensable. Con poco más de 20 años, en cuanto tienen un trabajo, los jóvenes se van de alquiler. Luego, cuando ya tienen una familia, se compran la casa. Aquí los jóvenes lo tenemos más complicado.

Y eso que usted, con su edad, ya ha llegado a alcanzar su sueño de jugar en la elite.

-Ahora me estoy centrando más en el balonmano, en los estudios y en el cuidado de mi madre y también en el de mi perra. El año pasado, con el Primera Nacional, estaba más disperso y este año opté por hacer algún sacrificio. Casi no salgo ni de fiesta. Cuando ganamos al Puente Genil sí que lo hice con el equipo, pero ya está.

Tiene 20 años, también tendrá que disfrutar un poco...

-Ya, pero como dice mi madre, “si quieres llegar a lo más alto, tienes que sacrificarte”. Así que dejo de salir y me centro más en lo que quiero. Y lo que quiero es vivir del balonmano y ganarlo todo. Esa es mi ilusión. Me suelo acordar mucho también de lo que me decía mi padre: “Sueña grande hasta que tengas casi pesadillas del sueño que tienes”. Al final, si luchas por tus sueños, se cumplen.

Con sus apellidos, Hernández y Ferrer, está claro que su futuro estaba vinculado al mundo deportivo.

-Eso es. Desde pequeño me ha gustado mucho el deporte. Recuerdo estar de pequeño en Larrabide con mi padre, que entrenaba a jugadores como Balic, Garralda o Gurutz Aginagalde, y al final acabé jugando al balonmano.

¿Cómo es crecer en una familia donde se vive tanto el deporte?

-Te dan consejos por todos los lados. Si estás en un mal momento, saben cómo apoyarte. Y también te animan mucho cuando las cosas salen bien. Te comprenden más fácil.

¿Qué recuerdos guarda de su padre?

-Muchísimos. Algunos que me vienen ahora mismo, el pasar noches con él viendo películas de ninjas o de indios y vaqueros, y comiendo helado de limón. Cuando estaba en Larrabide se le veía muy contento, porque siempre fue un apasionado de su trabajo. Le encantaba.

Con lo mucho que se ha vivido en su casa el atletismo, llama la atención que se haya decantado por el balonmano.

-Siempre estaba con una pelota en la mano, botando sin parar. Era una manía y creo que en parte fue por eso. Y, bueno, también es verdad que no me llamaba mucho lo de correr. Por eso estoy en la portería, ya que no requiere mucho físico. Me gusta correr, pero lo que sea más de 5 o 6 kilómetros ya lo paso mal. Prefiero quedarme en la puerta, correr 6 metros y me vale.

Tiene unos rasgos muy característicos, se llama Sergey, nació en Rusia y vino a Navarra muy pequeño al ser adoptado por sus padres.

-Sí, mucha gente no lo sabe, solo la cercana. Llegué con tres años y medio y, según me cuenta mi madre, aprendí español en solo tres meses. Parece que soy noruego, sueco o danés y, con la altura que tengo, a veces por la calle me preguntan de dónde soy. Yo contesto que navarro.

¿Se considera entonces navarro?

-Esa pregunta me la hace mucha gente, pero no sé realmente contestarla. He vivido en tantas culturas... Dinamarca se me quedó muy marcada y casi diría que ahora mismo me siento más danés que español. Pero de aquí a un año a lo mejor te digo que me siento más español que danés, ruso o lo que sea.

Es de todos los sitios...

-Sí, de todos los sitios y de ninguno. Soy una mezcla de todo.

¿Le llama visitar algún día su lugar de origen?

-Ahora mismo no, para nada.

¿Qué otras aficiones tiene?

-Me encanta estar con mi perra. Se llama Sira y es una golden flat de diez meses. Hace poco era un cachorro de cuatro kilos y ahora ya pesa 28 o 29 y está todo el rato encima. Es muy adorable y la quiero mucho. Casi diría que es como una hermana. Nos incordiamos también mucho. Además de estar con ella, me gusta también jugar al ordenador.

¿Y también fue una afición para usted su etapa de modelo o cómo vivió esta experiencia?

-Fue un momento. Me dijeron que lo probara, que era alto, que tenía planta, y yo decía que no. Pero al final me apunté a una agencia y reconozco que también lo hice por dinero, porque de modelo se gana muy bien. Hice cinco o seis trabajos, pero acabé dejándolo. Me decían además que tenía que adelgazar y que la estatura media más o menos era 1,85 m, y yo mido 1,96. La verdad es que con el balonmano, los estudios, los amigos y demás tampoco tenía mucho tiempo. Lo de modelo era lo último y lo dejé.

¿Es verdad que fue también pelo Pantene?

-Sí. Es más, fui incluso a Madrid y fue una experiencia brutal. El estar un fin de semana allí a lo grande, con gente muy famosa... Y yo a lucir el pelo, no quedaba otra.

Antes lo llevaba más largo...

-Sí, porque en Dinamarca es más costumbre también. Antes llevaba coleta para entrenar y para jugar, pero decidí cortármelo.

Esa etapa ya la tiene cerrada y ahora está más centrado en el balonmano y en sus estudios de Comercio Internacional. ¿Qué tal le van?

-Bien, este año más centrado. La verdad es que compagino bien todo.

¿Cómo se ve en el futuro?

-Casado, con tres hijos -me gustaría dos gemelas y un niño- y viviendo en Dinamarca. Y si puede ser, viviendo del balonmano. Allí o donde sea. Además, si es posible, me encantaría conseguir la Champions, un Europeo, un Mundial e ir a una Olimpiada... Me gustaría ganarlo todo.