A pocos metros de las impactantes vistas de la antigua mina Concha II, el Museo de la Minería del País Vasco (Abanto-Zierbena) alberga una de las mayores colecciones de útiles mineros recogidos en montes y fábricas a lo largo de los años.

El museo surgió en los años 80, es aquí y no en cualquier otra parte de la zona minera debido a la desaparición del pueblo de Gallarta en los años 50. Poco a poco, los habitantes fueron viendo como su hogar se iba desplazando para dejar paso a lo que a día de hoy es un agujero enorme de la que fuera la mina Concha II. Los fundadores del museo tuvieron una sensibilidad mayor a la hora de elegir el lugar y de alguna manera poder mitigar el sentimiento de pérdida que quedó. Es un museo tradicional, en el que la mayoría de piezas expuestas son herramientas, utensilios, fotografías y planos que nos hablan de esa época en la que la minería era el motor de Bizkaia. Las prendas dicen más de nosotros de lo que pensamos y muchas veces son fotografías de lo que hemos sido.

Engrasadores encaramados sobre el tranvía aéreo de las minas.

Para entender mejor la labor del Museo hay que remontarse a los orígenes de la minería en Bizkaia. La zona en la que todo tiene su origen está dentro del valle de Somorrostro, donde las concesiones mineras eran comunales y se explotaban según los fueros, unos privilegios solamente aplicables a la gente de la zona, bastante delimitados, pues se podían hasta heredar. Tiempo después hubo un cambio muy importante. Tras la segunda Guerra Carlista se abolieron los fueros y se estableció el sistema liberal. El cambio en la legislación permitió que algunas personas con intereses económicos en la extracción del hierro y compañías internacionales, mayormente de Inglaterra, interviniesen en este negocio.

Así se formaron empresas mixtas, con algo de capital extranjero y asociadas con algunas personas de la zona. Hay empresas muy grandes pero también otras familiares, por lo tanto, nos encontramos en un momento bastante convulso políticamente, y la explotación pasa a ser masiva. La producción y la extracción de hierro se multiplica, y desde 1873 hasta 1913 aproximadamente es cuando se da la mayor extracción de mineral de hierro. Los ingleses querían ser líderes en la producción de acero, pues es un momento en el que están construyendo los ferrocarriles del Oeste y para ello necesitaban la materia prima: nuestro mineral.

Empiezan a crearse muchas compañías como la Franco-Belga y la Orconera, y la familia Ybarra, que intervienen en el negocio de la minería. El negocio no queda solamente en la extracción, sino también en el transporte del mineral, por lo que surgen navieras y ferrocarriles, siendo un desarrollo mucho mayor.

El trabajo del minero es un muy manual y al no haber nada mecanizado, la extracción de hierro consiste solamente en romper la piedra y lavar el mineral, por lo que nadie requería de una formación previa. Cualquiera podía realizar esas largas jornadas y la población empieza a cambiar. A todos los habitantes de la zona se suma la llegada de gente de otras provincias atraída por el trabajo. Deja de ser una sociedad rural y pasa a haber grandes diferencias sociales, desde gente que no tenía ni calzado hasta la oligarquía vasca que vivía en Neguri. Al margen de esa pequeña burbuja de alta sociedad, la mayor parte de la población vivía en unas condiciones de miseria. Tal era el punto, que cuando llovía lo único que podían hacer era ponerse un saco encima. Puede parecer algo lejana esta situación, pero no deja de ser algo reciente en nuestra historia, sólo hace falta remontarse un par de décadas atrás.

Vista aérea de la mina al aire libre Concha II.

El vestuario

Las diferencias entre quienes trabajaban en la mina y el resto eran notables. “En el colegio de monjas en Santurce llevaban un vestido bonito y aquí uno negro” me cuenta Haizea Uribelarrea, directora del museo. Era todo muy básico, la gente vestía para cubrirse, usaban tejidos muy neutros, no había color, prácticamente todos vestían igual. La diferencias estaban entre clases sociales, la gente con dinero vestía al estilo inglés, pero en la mina iban como podían. “Me han llegado a contar que las sardineras de Santurce se quitaban las alpargatas para no desgastar la suela”,- dice Haizea. Muchas de estas historias no están en los libros, lo único que podemos saber es lo que cuenta la gente o alguna fotografía. La moda no existía como tal, pero tampoco la ropa de trabajo, no había uniformes, los mineros iban con txapela y era algo normal perder la vida trabajando.

En el siglo XX se empieza a mecanizar el trabajo y se van creando diferentes empresas siderúrgicas como los Altos Hornos de Vizcaya (1902-1995). Todo un siglo relacionado con la minería y la siderurgia. Lo que se vivió en esa época difícilmente vuelva a pasar en Bizkaia. La gran crisis fue en los años 70, el franquismo y la autarquía tampoco hicieron bien, y al incorporarse España al mercado europeo estaba bastante atrasada y produjo el declive. Además, muchas empresas pequeñas acabaron convirtiéndose en Agruminsa (Agrupación Minera S.A.). Los que se quedaban en la mina contaban que estaba peor visto el quedarse y mejor valorado el irse a una empresa siderúrgica. La extracción dejó de ser rentable aparte de que la calidad del mineral disminuyó.

El museo minero

El museo abrió cuando todavía estaba activa la minería. La mina Concha II se cerró en el año 93, pero desde hacía diez años ya no se trabajaba a cielo abierto, solo en subterráneo. Es precisamente la mina a cielo abierto uno de los lugares que provoca más sorpresa entre los visitantes por su tamaño.

La gente de los alrededores recuerda ese sentimiento de lo que ha sido la cultura de la zona al acercarse al museo y los que llegan de fuera se sorprenden de poder ver una mina tan grande y comprobar la importancia que tuvo.

El sueño que tienen por delante todos los que hacen posible que siga existiendo el museo es poder hacer la mina visitable y ofrecer una experiencia más completa además de poder ver las salas.

Hace unas semanas Kim Kardashian acudía a la MET Gala con el vestido con el que Marilyn Monroe le cantó el famoso Happy Birthday al presidente JFK. Hoy en día muchas piezas de artistas se convierten en objetos que acaban siendo subastados por cantidades millonarias. Cuando piensen en lo que compran no dejen de pensar en lo que hay detrás, y quién sabe, algún día pueden acabar en un museo.