pamplona
Medio planeta siguió sin pestañear la estela del terror y presenció cómo el vacío se abría ante sus pies. No era difícil. Las televisiones del globo retransmitían en directo el horror de dos aviones comerciales secuestrados por comandos terroristas suicidas y lanzados como obuses contra las Torres Gemelas de Nueva York. A diez años de los atentados que desencadenaron el cataclismo, el mundo aún no se ha repuesto. Con aviones convertidos en misiles, Estados Unidos, el coloso invencible, se volvió vulnerable.
El más efectivo y efectista ataque terrorista de la historia dejó 3.017 muertos, incluyendo los 19 terroristas y los 24 desaparecidos, y más de 6.000 heridos. Melissa Doi, de 32 años, que estaba en el Trade Center aquella mañana con un sol tan brillante que ofendía, logró hacer una llamada telefónica a los servicios de emergencia: "¿Voy a morir, no es cierto?". "¿Me puedo quedar en la línea con usted por favor? Siento que me muero", pidió Melissa. El operador que le respondió se quedó con ella cerca de media hora. Al final, la voz de Melissa se apagó.
Con el ascenso al paraíso de Mohamed Atta y sus hombres, los islamistas de Al Qaeda no solo dinamitaron el sistema, también hicieron estallar los estándares de seguridad. La idea de combinar pilotos kamikazes con aviones de pasajeros cargados de combustible pilló por sorpresa a Occidente. El Apocalipsis de las Torres Gemelas abría un nuevo infierno, el de una guerra santa que nos dejó una nueva era plagada de alarmas.
Estados Unidos, tocado
Iconos del poder civil y militar
En esta fecha que vivirá en la infamia -como dijo Franklin Roosevelt refiriéndose al ataque de Pearl Harbour-, nadie podía pensar que el inicio del ataque, a las 8.46 de la mañana (hora local), al corazón del sistema financiero y emblema del capitalismo, cambiaría la historia. A esa hora, un primer avión, el vuelo 11 de American Airlines, se había estrellado contra una de las Torres Gemelas del World Trade Center. Aún sin poder creer el espanto, a las 9.03 de la mañana, a las espaldas del presentador de televisión de turno, se veía llegar un segundo avión, el vuelo 175 de United Airlines, que embistió contra la segunda de las torres. Ya no había dudas. Era un atentado. La locura y la violencia del extremismo golpeaban en el corazón de Manhattan.
Fueron momentos de angustia. De ver gente corriendo de un lado a otro; de nubes de polvo y hollín que cubrían la ciudad, de horror injustificado. «Todavía cierro los ojos y veo cuerpos cayendo», relata con espanto el restaurador donostiarra Javier Ortega, al evocar aquella fatídica mañana. «Los tenía tan cerca que podía verles hasta el color de las corbatas. Se agarraban a la cornisa y, cuando ya no podían más, se dejaban caer». Momentos extremos para el propietario del restaurante Pintxos, en Grenwich Street, que vivía justo frente a las torres.
Las noticias se sucedían, dando con cada minuto, un giro aún más trágico. A las 9.37, un Boeing 757 de ochenta toneladas se estrelló en el Pentágono. Era el vuelo 77 de American Airlines. A las 10.03, un cuarto avión caía en Pennsylvania. Era el vuelo de los héroes, el 93 de United, cuya tripulación y pasaje había luchado con los secuestradores por el control del aparato.
El infierno
Las torres del fin del mundo
Dos horas más tarde de presenciar dos gigantescas teas ardiendo, sobrevino el fin del mundo. Porque lo que murió fue el mundo tal y como lo conocíamos. A las 09.59 se derrumba la torre sur. Veinticinco minutos más tarde, cayó la torre norte. La imagen de las Torres Gemelas derrumbándose como un castillo de naipes perdurará por siempre en la memoria. Sobre todo en la del puertorriqueño William Rodríguez que, con su llave milagrosa al cuello, la enseña como su salvadora. "Aquí donde la ves, sirvió para salvar once vidas. Los bomberos estaban perdidos intentando salir de la torre norte. Pero con mi llave maestra logramos abrir puertas y más puertas hasta escapar a tiempo del infierno". Rodríguez, limpiador en los rascacielos, fue uno de los últimos en salir con vida de aquella ratonera.
La primera torre se había venido abajo y por la explanada que se abre ante el Municipal Building y el acceso al puente de Brooklyn corría una multitud despavorida, muchos cubiertos de polvo blanco de la cabeza a los pies, algunas mujeres descalzas o con los zapatos de tacón en la mano, sin saber que los puentes y túneles de Manhattan habían sido también clausurados.
La versión ofrecida a raíz de la investigación llevada a cabo estableció que su derrumbe se debió al daño causado en las columnas de contención, que fueron sometidas a temperaturas de hasta mil grados centígrados, por lo que los materiales no pudieron soportar la estructura. Los escombros del World Trade Center solo dejaron de humear allá por Navidad.
Aparte de las dos torres gemelas de 110 plantas cada una, cinco edificios del World Trade Center resultaron destruidos o seriamente dañados, entre ellos el edificio 7 del WTC y el hotel Marriott, cuatro estaciones del metro y la iglesia cristiana ortodoxa de San Nicolás. En el condado de Arlington, una porción del Pentágono fue severamente dañada por el fuego y el impacto del avión. Al cabo de un rato, una sección entera del edificio se derrumbó.
supervivientes afectados
Las víctimas más olvidadas
En las horas siguientes, se inició una operación de búsqueda y rescate a gran escala con más de 350 perros adiestrados y centenares de especialistas. Solo se logró encontrar a unos pocos supervivientes malheridos. La recuperación de cadáveres, calcinados y muchos evaporados, llevó meses. Simplemente apagar todos los fuegos que ardían entre los escombros se demoró semanas y el desescombro completo no concluyó hasta mayo de 2002.
Todavía hoy, algunos de los supervivientes están peor que los familiares de las víctimas. La foto de Louie Cacchioli, vestido con su uniforme de bombero totalmente empolvado, dio la vuelta al mundo. Cacchioli terminaría retirándose del cuerpo, un año después, incapaz de remontar de las secuelas emocionales del 11-S. Y eso que consiguió evacuar a medio centenar de oficinistas por la escalera de emergencia de la primera torre. «No hay un día en el que no piense en mis compañeros y en lo que pasó», evoca. «Sufría el síndrome de culpabilidad del superviviente. Racionalmente sabía que no era culpa mía, pero no podía dejar de preguntarme porqué yo sí pude salir y ellos, no».
La terrible masacre supuso para Estados Unidos el fin de su eterna adolescencia. Sus ciudadanos tuvieron que aprender, no solo a encajar las puñaladas aéreas, sino a repetirse ¿por qué nos odian? y se vieron obligados a aprender a vivir en una nueva normalidad, mirando siempre sus espaldas. Aún queda algún enigma del día que se tambaleó América. Y en la era de Internet, las teorías conspiratorias circulan como la pólvora al encuentro de la verdad oficial.
08.46 h.
El impacto. La conmoción reina en Manhattan. La TV muestra una torre del World Trade Center ardiendo. Con 17 minutos de diferencia, a las 9.03, un nuevo avión impacta en la segunda torre. Las dos torres tienen incendios en sus pisos superiores y despiden densas columnas de humo.
13.04 h.
Alerta máxima. Bush se dirige al país, asegura que se han tomado todas las medidas de seguridad y sostiene que su país cazará a los responsables. Un minuto antes, desde Kabul, un representante de los talibanes afirma que Bin Laden no es responsable de los ataques.
12.13 h.
Tumba de bomberos. El alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, asegura que el número de víctimas es inimaginable. "Son más de lo que cualquiera de nosotros pueda creer", y dice que un gran número de bomberos y policías estaba en el interior de los edificios cuando colapsaron.
09.37 h.
Caos total. Pasada media hora, el vuelo 77 de American Airlines impacta en el Pentágono, en Washinton DC. A las 10.03 horas, un cuarto avión se estrella en Shanksville, Pennsylvania. A esa hora, Nueva York ya había cerrado su espacio aéreo y sus puentes y túneles.
09.59 h.
El colapso. La torre sur del World Trade Center, que fue golpeada por el segundo avión, colapsa, dejando Nueva York cubierta de humo y tierra. La torre norte se desploma a las 10.28. Testigos aseguran que muchas personas que estaban en los edificios decidieron lanzarse por las ventanas.
10.42 h.
Un inmenso cráter. La humareda del cráter de las torres es visible por toda la ciudad. Las autoridades piden a los vecinos que no salgan de sus casas, y a quienes están en la calle que caminen con calma hacia el norte, el lado opuesto al lugar donde colapsaron las Torres Gemelas.