Un vía crucis sin peregrinos pero muy concurrido llenó hoy las calles de la Ciudad Vieja de Jerusalén, que había permanecido casi desierta desde el comienzo de la pandemia y que vivió un nuevo Viernes Santo atípico aunque con sabor a la normalidad precoronavirus.

Fueron varios cientos de personas las que se concentraron en la ciudadela, sobre todo, fieles locales palestinos, religiosos de las comunidades católicas de Tierra Santa y residentes internacionales de la región.

Juntos siguieron los pasos del Calvario de Jesús, desde la iglesia de la Flagelación, que señala donde Cristo fue condenado, hasta la basílica del Santo Sepulcro, donde la tradición indica que fue crucificado, muerto y sepultado.

La procesión fue encabezada por un grupo de franciscanos, seguidos por cientos de fieles que pararon en cada una de las catorce estaciones de la Vía Dolorosa, donde oraron en italiano, inglés y español.

Detrás de ellos avanzó también un gran grupo de fieles palestinos, que rezaron en árabe y que fueron quienes portaron las dos grandes cruces de madera.

Durante todo el recorrido estuvieron acompañados además por decenas de policías de fronteras israelíes, que facilitaron su circulación con múltiples vallados en las callejuelas de la Ciudad Vieja, ubicada en la parte oriental de Jerusalén, bajo ocupación y anexión israelí.

Detrás de estos vallados se amontonaron residentes musulmanes de la ciudadela y decenas de turistas israelíes, que aprovecharon las vacaciones de la Pascua judía (Pésaj) para visitar la Ciudad Santa y observar la ceremonia, y que se sumaron a los comerciantes locales palestinos, desacostumbrados a las multitudes tras un año en el que sufrieron como pocos la ausencia de turistas.

Desde el comienzo de la pandemia de coronavirus Israel veta el ingreso de turistas para evitar contagios, algo que volvió a privar hoy a Jerusalén de los miles de peregrinos que llegan año a año para estas fechas.

A pesar de esto, la veloz campaña de vacunación israelí, que alcanzó ya a más del 50 % de la población y que ha permitido la reapertura casi total de la economía, explica la gran afluencia de hoy, que contrasta con la gris ceremonia del año pasado, cuando tan solo cuatro franciscanos realizaron el recorrido.

"Me siento inmensamente agradecida con Dios por la oportunidad de haberme permitido estar aquí hoy en Jerusalén, viviendo un año más de la pasión de Cristo", dijo a Efe Ángela, colombiana residente en la ciudad de Tel Aviv.

"Es importante ya que es después de esta pandemia tan terrible que ha tenido que vivir el mundo, que podamos vivir un momento más espiritual, acercarnos a Él, y a través de esta pasión pedirle que por favor nos ilumine y nos ayude a salir de la pandemia", agregó.

Quienes en esta ocasión no pudieron asistir fueron muchos palestinos cristianos de Cisjordania ocupada y la bloqueada Franja de Gaza, tras una reducción en la cantidad de permisos otorgados por Israel a causa de la pandemia, que en las últimas semanas ha registrado picos de contagios en ambos territorios.

A diferencia de años anteriores, en los que cientos de gazatíes y algunas decenas de miles de residentes de Cisjordania se acercaban a la Ciudad Santa para celebrar la Pascua, en esta ocasión no hubo cristianos del enclave costero y fueron solo 5.000 los palestinos que se sumaron desde el otro lado del muro a las celebraciones de la comunidad local.

"Es cierto que esta Semana Santa es especial, porque no hay peregrinos, porque no hay nada, pero los cristianos locales, los continuadores del tiempo de Jesús en esta Tierra Santa, son los que están apoyando nuestra fe", expresó a Efe el padre Manolo Lama, de 60 años, oriundo de Sevilla y residente de la ciudad cisjordana de Beit Sahur.

Las liturgias continuarán esta noche en Jerusalén, incluyendo la ceremonia del funeral de Cristo en la basílica del Santo Sepulcro, previa a las ceremonias del Sábado de Gloria y el Domingo de Resurrección.