- Los bombardeos de instalaciones militares y estructuras de defensa y la entrada de los tanques rusos en dirección a Kiev durante las primeras horas de ayer convierten en conflicto bélico de duración y consecuencias impredecibles un enfrentamiento político y geográgico que durante siglos ha trascendido las relaciones internacionales y adquirido un amplio reflejo en las culturas de ambos paises.

Un largometraje de ficción, Donbass (2018), de uno de los documentalistas más sólidos del panorama cinematográfico internacional, Sergei Loznitsa -bielorruso de nacimiento pero ucraniano de adopción-, quien ha dedicado gran parte de su trabajo a hablar del enfrentamiento entre Ucrania y Rusia, retrata los absurdos de la guerra en trece capítulos que narran el enfrentamiento desde 2014 entre el Ejército ucraniano y las milicias separatistas prorrusas de esa región homónima. Ya antes, en Maidan (2014), Loznitsa se valió de las imágenes, sin narración al plantar su cámara, en plano fijo y dejar que la realidad se convirtiera en imágenes. “Los políticos rusos actuales tienen los mismos planes expansionistas, me parece curioso que en Europa nadie se haya dado cuenta de la amenaza, Europa está ignorando que la amenaza es real”, dijo Loznitsa en una reciente visita a Madrid.

Pero el conflicto histórico ha tenido también su reflejo en la literatura. Dimas Prychyslyy, escritor nacido en Ucrania y residente en España y ganador del Premio 25 Primaveras de Novela, destaca a uno de los autores más relevantes que ha abordado este tema, el poeta, novelista, ensayista y traductor ucraniano Serhij Zhadán. En su libro The Orphanage (2017), Zhadán cuenta una historia devastadora de la lucha de los civiles atrapados en el conflicto en el este de Ucrania, una cruda novela en la que relata la historia de un profesor de lengua ucraniana que, cuando soldados hostiles invaden una ciudad vecina, parte hacia el orfanato donde vive su sobrino Sasha, ahora en territorio ocupado, para traer al niño a casa.

Desde un punto de vista más histórico, el autor superventas Vasyl Shklyar aborda el tema en El cuervo negro, donde habla de la insurrección de 1920 contra el ejercido durante la Guerra de independencia de Ucrania, una novela en la que se basó la película del mismo nombre dirigida en 2019 por Taras Tkachenko.

Sin embargo, es un extranjero, el italiano Igort quien ahonda en Cuadernos ucranianos (2011) en la verdadera razón del resquemor ucraniano hacia Rusia al relatar las biografías de los supervivientes del “holodomor”, término cuya traducción aproximada sería “matar de hambre”, un sustantivo que ha pasado a la historia como “el genocidio ucraniano”.

Entre 1932 y 1933, la entonces URSS provocó una hambruna criminal en la República de Ucrania. Los campesinos habían rechazado la colectivización impulsada desde Moscú, que en represalia confiscó las reservas alimenticias de millones de ucranianos. La situación derivó en la muerte de un cuarto de la población del país. Un holocausto que, según el artista italiano, “sigue siendo un tema tabú”.

Y aunque puede poarecer trivial ante el enorme drama de una invasión y sus consecuencias enbn forma de enfrentamiento bélico entre ambios paises, la rivalidad llega incluso a la música y la televisión. Este mismo año, la ucraniana Alina Pash se retiró de la representación de su paìs en Eurovisión por las acusaciones tras una simple visita a la Crimea ocupada por Rusia. Y unos pocos años antes, en 2016, el triunfo de Ucrania en dicho concurso violento a Rusia y estuvo a punto de enconar aún más el enfrentamiento: Aunque en Eurovisión están prohibidas las canciones con mensaje político, Jamala compitió y venció con el tema 1944, que narraba un hecho histórico, la deportación de miles de tártaros de Crimea.

Sí, el enfrentamiento entre Ucrania y Rusia, larvado pero latente durante todo el siglo pese a la supuesta hermandad que siempre ha esgrimido Moscú, está hasta en la sopa. Literalmente. Ucrani y Rusia se disputan la paternidad de una sopa, la borscht o borshch, a base de remolacha, con un característico color rojizo, cuya autoría y representatividad se disputan. hasta el punto de que Ucrania pidió el año pasado a la Unesco su reconocimiento como patrimonio cultural inmaterial para poner punto y final al debate con un dossier de 700 páginas. Lo curioso es que desde Moscú se alega que cuando se creó no existían ni Rusia ni Ucrania, sino el reino eslavo de la Rus de Kiev, una federación de tribus eslavas orientales que previvió entre los siglpos IX y XIII a la que unos y otros llevan al menos en parte sus origenes.