Arce y Orotz Betelu demuestran el "tirón" de las romerías a la Real Colegiata de Roncesvalles
Cientos de peregrinos participaron ayer en una de las nueve procesiones que dan la bienvenida a mayo
roncesvalles. Con todos los elementos de la naturaleza a su favor en su peregrinar a Roncesvalles, la procesión del Valle de Arce alcanzó ayer, a las 10.30 horas, la Real Colegiata en un ambiente casi medieval, perfectamente jerarquizada en sus estamentos (religioso, político y civil), entre el solemne repicar de campanas del templo gótico (conocidas como las campanas del peregrino), el respeto que provocan los entunicados con sus cruces en alto, el canto popular de la Salve de romeros, y el dulce resonar, entre otros, del pájaro carpintero, una de las especias que habitan entre los hayedos y abetales de este bosque pirenaico.
Estandartes de asociaciones religiosas, las 18 cruces parroquiales con sus párrocos, los alcaldes de Arce y Orotz Betelu ataviados con los trajes típicos, y los Mayordomos del año componían la cabeza de la comitiva procesional, reforzada por decenas de penitentes, con la cruz cogida por un tramo horizontal con sus manos levantadas por encima de las cabezas y apoyado el vertical en sus espaldas, y seguidos por cientos de peregrinos llegados del valle y de otros muchos puntos de la geografía navarra donde ahora viven pero que tienen en esta tierra sus raíces.
la virgen Romeros y cruceros llenaron ayer la basílica para adorar a su reina, la virgen de Orreaga, en una de las romerías más multitudinarias de los últimos años, tal y como reconoce el alcalde del Valle de Arce José Ignacio Videgain, que ayer vistió el traje de gala por último año al despedirse de la política municipal. "Dicen que va decayendo el fervor religioso pero la verdad es que en las procesiones no se refleja, la gente responde de manera muy fiel y, de hecho, cada año se incorporan nuevas cruces", destacó. Es el caso de Martín Pedroarena, de ocho años, que ayer cargó por primera vez su pequeña cruz de madera y amaneció a las seis de la mañana en Olaldea (Orotz Betelu) para acompañar a su hermano Asier, penitente desde hace tres, y a su padre Dionisio, que lleva 20 años manteniendo viva la tradición y que aseguró que "sigue habiendo mucha fe en la Virgen de Roncesvalles, la tradición por sí sola no mantiene algo tan vivo".
Los hay con más años de constancia, la propia vida. Diez años cargando la cruz parroquial y otros 40 portando la de madera, la que distingue al auténtico pirenaico y que se lleva por dentro incluso cuando se va detrás, sin túnica. Martín tiene 70 años, y su hijo Asier la lleva desde los 14 años. "La tradición se mantiene como antes, aunque los tiempos han cambiado evidentemente, los de Lakabe bajaban antes con machos para llevar los almuerzos... lo que cambia es la forma de disfrutar del día. Antes comíamos al aire libre, en el prado de la Virgen, y era también una forma de evadirte, de disfrutar de un día de fiesta, de juntarse, porque las ocasiones eran muy pocas", destacó Martín José Erro.
El Prior de la Colegiata Jesús Idoate señaló que "el fervor, el entusiasmo y la participación de mayores, jóvenes y niños pequeños, con cruces que las hacen los abuelos y entregan como testigo, ponen en duda el proceso de secularización del que tanto se habla. El espíritu religioso y cultural de estas procesiones se mantiene". Cada año comienzan en Aezkoa, continúan en Luzaide, siguen Arce, el domingo que viene le toca al Valle de Erro, seguramente la más numerosa, y continuarán en Espinal-Aurizberri, Burguete, Aoiz y Baja Navarra. "Cada una de ellas tiene su identidad, la francesa es muy participativa y toda ella en euskera, la de Arce es una de las más antiguas, sobrias y piadosas, la de Erro la más multitudinaria, la de Aezkoa es muy señorial con los trajes típicos...", indica. "Todos vienen con sus plegarias, es un acto espontáneo, todos le piden a la Virgen por sus familias y sus seres queridos, y también contribuye a que haya una cohesión más fuerte entre la familia, pero también entre los vecinos y entre los mismos valles", añadió.
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