eN la mañana del primer domingo de agosto, por cuarto año concecutivo, la villa de Isaba se convierte en escenario para escenificar una parte de su historia, y mostrar su manera de vestir a lo largo de los tiempos. El Día de la Indumentaria Roncalesa-Erronkari Janzkearen Eguna, organizado por la asociación cultural Kurruskla, desde aquella experimental mañana de 1910, es ya una jornada cultural arraigada en la localidad.

Para ello, desde el barrio de abajo ascendían ayer roncaleses y roncalesas a la plaza de la Villa ataviados con sus trajes para acudir a la fiesta que tiene como objetivo rescatarlos y darlos a conocer además, como una forma de ser y de vivir.

La nueva edición de la cita con la indumentaria roncalesa estuvo dedicada a la conmemoración del bicentenario del incendio de la villa por las tropas francesas, aquel 13 de mayo de 1813; domingo de vestir las mejores galas del valle para ir a la iglesia, y en ella tomaron parte más de un centenar de izabarras.

Cumpliendo con el programa, a las 12.30 horas se inició el acto conmemorativo con una clase de la época, en la que el maestro, don Santiago, representado por José Ignacio Hualde, hizo leer a sus alumnos el catecismo civil de España para que tomaran conciencia del peligro que suponía la invasión de las tropas napoleónicas. Era el primer acto antes de que Jesús Mari Barace lanzara el bando de alerta, que anunciaba la llegada de las tropas, al frente de las cuales se encontraba el general Abbé, y ordenaba la evacuación a falta de medios humanos y materiales para un posible enfrentamiento, y el desalojo del hospital con la huida hacia el monte, salvando todo lo posible, con el compromiso de volver a levantar la villa. En este momento, los miembros de la asociación cultural convertidos en actores se lanzaron a la plaza con sus pertenencias, tratando de poner a buen recaudo, baúles, muebles, comida e incluso retratos de sus antepasados, y a salvo a los heridos.

En el tercer acto, después de tocar a arrebato, entraron los invasores franceses haciendo ondear su bandera, mientras prendían fuego al ayuntamiento, como símbolo de aquella quema atroz hace doscientos años, en la que sólo dejaron en pie 30 de sus 158 casas.

Fieles a su compromiso, los habitantes de Isaba volvieron desde las montañas para reconstruir la villa, y por el coraje demostrado, en el bicentenario de aquella fatídica jornada, ayer sus descendientes les brindaron el aplauso final, antes de partir en comitiva al anfiteatro, "Pax Avant", para mostrar la indumentaria roncalesa.

El desfile partió desde la plaza de la villa, pasando por el antiguo hospital, hasta el escenario donde un año más se mostró la riqueza cultural de sus trajes, bajo un intenso sol y elevada temperatura.

Julio Beretens, Amaia Baglietto, José Ramón Sanz y María Rosa Urzainqui dieron lectura en euskera y castellano al sentir de la asociación a la que pertenecen, en la que consideran es "una jornada útil, necesaria y pedagógica socialmente hablando". Junto a ellos, se pone de manifiesto la implicación vecinal por rescatar el patrimonio, no sólo de Isaba, si no de las siete villas del valle, en el que se han confeccionado 200 trajes. Trajes y bandera representan para la asociación más que una forma de vestir, una manera de ser. "Hablan del valor en la batalla, en el río, en la bardena, de dignidad y de orgullo. Representan a esta tierra, y lo que ello significa", manifestaron.

Acto seguido, dieron un paso adelante los trajes festivos, con los que iban a la iglesia, y los ordinarios, los que se vestían para faenar con el ganado, la tierra o en el hogar. Jubones, mantillas, collares, zuecos, albarcas o calzones comunican por sí mismos y cuentan historias de roncaleses de ayer rescatadas por los de hoy.

Y para que no se pierda el patrimonio y la memoria, como decía Eduardo Albéniz, que junto a su familia participó en la jornada, el Pirineo navarro cuenta con la última obra del escritor e investigador local Fernando Hualde Gállego titulada Indumentaria Roncalesa, que aporta cientos de datos e historias sobre el tema.