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Vascones, musulmanes, francos, visigodos y vikingos

Navarra tomó cierto protagonismo un siglo más tarde que el reino de Asturias, pero los vascos de Pamplona, como los demás de los otros clanes insumisos, hubieron de soportar desde la segunda década del siglo VIII numerosos asaltos de los musulmanes. Éstos sólo lograron someterlos nominalmente, de forma circunstancial, en los años 718 y 738.

Por otro lado, la primera intervención de Carlomagno en el norte de España está fechada en 778, con el objeto de establecer un protectorado sobre los dirigentes sarracenos rebeldes al emir Abd al-Raman I, al parecer en connivencia con los Abbasíes. Su tentativa fue un rotundo fracaso, puesto que al arribar los francos a Zaragoza se les cerraron sus puertas, por lo que optaron por saquear Pamplona de retorno, sin contar con la emboscada que habrían de sufrir en los desfiladeros de Roncesvalles de mano de los propios vascones.

Los descendientes de Casius y de Fortún, ambos de estirpe visigoda, convertidos al islamismo y conocidos como los Banu Quasim, tomaron posiciones en el valle del Ebro y sus afluentes Gállego, Aragón y Arga, erigiendo el principado musulmán de Tudela. Uno de los miembros de esta familia, al-Mutarrif, llegaría a dominar Pamplona. Los vascones, descontentos con su forma de gobernar, y con la ayuda de los gascones, también vascos del otro lado de los Pirineos, le dieron muerte en el año 799, designando para sucederle al jefe de estirpe vasca Velasco. Entretanto Luis el Piadoso, el hijo de Carlomagno, desde Aquitania condujo la ocupación de varios valles pirenaicos, y poco después la conquista de Pamplona del año 806. Aun y todo, Velasco se mantendría en el poder una década como aliado de los francos.

Años después, en el 824, Iñigo Arista infringió una derrota a las tropas gasconas-carolingias en la segunda batalla de Roncesvalles, logrando eliminar la ingerencia franca y consolidar su poder y prestigio. Con él se iniciaba la dinastía Íñiga o Arista primera que reinaría en Pamplona durante el resto del siglo IX. Al morir Iñigo en el año 852, al parecer por causa de las heridas sufridas en la refriega contra las huestes de Abd al-Ramán II en el año 843, le sucedía su hijo García Iñiguez, quien también hubo de combatir pero contra Ordoño I de Asturias, con quien acabaría reconciliándose y promocionando el camino de Santiago.

Poco después, en 859, García Iñiguez era apresado por los normandos o vikingos, quienes habrían remontado el Ebro y el Arga, según algunos estudiosos; o irrumpido a través del Cantábrico, en opinión de otros. El caso es que lograron hacer prisionero al rey García, por el que pidieron un rescate de setenta mil monedas de oro, a fe de los cronistas, cifra desorbitada que no podía ser reunida con facilidad, por lo que el Monarca hubo de dejar como rehenes a sus propios hijos mientras marchaba en busca del dinero.

Los vikingos, quienes ya habían irrumpido con anterioridad en el Cantábrico, en sus embarcaciones características propulsadas por quince pares o más de remeros, eran el terror de los mares en aquella época. Utilizaban barcos alargados, ligeros y resistentes, que podían ser llevados a tierra a hombros de su dotación, salvando así también los accidentes de los ríos. Contaban con dos docenas o más de guerreros, armados de lanza, arco y espada de hierro. La masiva expedición del año 859, compuesta por decenas de navíos, no pudiendo desembarcar en Galicia por el rechazo del duque Pedro, se dirigió hacia el Mediterráneo tras doblar el Algarbe, causando desmanes sin cuento en varias ciudades del litoral, como Algeciras; o del interior, donde incendiaron Orihuela. Por lo que no sería tan extraño que habrían remontado después el Ebro y el Arga, llegando a Pamplona.

* Doctor en Historia