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Miranda de Arga, la torre del reloj

Se fundó en alto, siendo su iglesia la aglutinadora del caserío amurallado; en el XVIII mejoró su urbanismo sin salir de la muralla; a mitad del XX creció como nueva villa en el llanoUn reportaje y fotografía de Manuel Mª Sagüés Lacasa

Miranda de Arga, la torre del reloj

Miranda de Arga, junto a Tafalla, Larraga, Lerín y Mendigorría, componen la superficie pentagonal por donde discurre una más que interesante Ruta del Renacimiento. En la villa, histórica localidad del bajo Arga de la Ribera occidental, la pureza del glorioso siglo XVI queda firmada por la sillería del coro de la otrora Iglesia del patrono San Benito y hogaño de Nuestra Señora de la Asunción. Si bien el Rinascimento mirandés puede definirse como un sincretismo de una rica variedad de estilos, épocas y manifestaciones artísticas. Del XVI, como veremos, es buena parte de la Torre del Reloj. Su templo tiene cimientos medievales (s. XII) y obra gótica (s. XV); y su interior está enriquecido por sus retablos barrocos (s. XVII). En el caserío, que se agrupa de forma irregular en la querencia de la iglesia, destacan la Torre del Reloj y las casas barrocas, entre las que predomina por su valor patrimonial e histórico la de la familia de Bartolomé de Carranza. Desde la plazas de los Fueros y la Cruz hay otras en la notable pendiente que baja por la calle Pilares hasta el llano, donde, esplendoroso, se pavonea el Palacio de los Colomo, sede del ayuntamiento mirandés. Esta gran obra llama la atención por el sentido móvil y ascendente que provocan las columnas salomónicas de su imponente fachada. Este palacio fue mandado construir en 1695 por el noble local Juan José Vizcaíno.

La cita con Jesús Luis Andión Ripa, el alcalde, se vio retrasada hace unos días por torpeza del autor, que no por la propia bravuconería del río Arga, que invadía el llano y numerosos viales de acceso, aunque no tanto como otras históricas riadas que solo fueron capaces de dominar los Pechos del Raso, desde la Abejera de Elizalde hasta el barranco de Vayalengua.

El menú patrimonial de Miranda de Arga es muy amplio en su angosta y escabrosa orilla derecha, mas la ocasión solo permite plato único. Con la ayuda de Jesús Luis se escoge de la carta la Torre del Reloj, aunque la curiosidad y el ramalazo periodístico obligan primero a ascender hasta lo más alto del lugar, donde se ubican la ermita de la Virgen del Castillo y el Torreón, para ver mejor la amplitud de las tarascadas del Arga. El fornido Torreón, también conocido como Alto o Cuarto de Moros, tiene, además de mirador, la condición de ser el depositario del honor histórico de Miranda de Arga por ser un resto de una importante y antiquísima fortaleza musulmana y, luego, navarra.

La esbelta Torre del Reloj es la fiel testigo del paso del tiempo y de la vida de las gentes de Miranda de Arga; y también es un indicador que siempre quiere estar cargado de futuro. Y en esas están Jesús Luis Andión, Olga Ábrego y todos los vecinos con residencia fija en el pueblo.

La parte inferior de la Torre del Reloj queda abierta: es el Portalejo, uno de los antiguos portones de la muralla románica que circundaba la villa, que sirve de paso a la estrecha calle Daoiz y que se convierte en webcam, catalejo fijo y, ese día también, en estación de aforo, hacia el crecido meandro del Arga y hacia las tierras norteñas y nacientes.

Arriba, a casi quince metros de altura, se justifica el nombre popular de la torre por albergar el reloj público. El interés patrimonial de esta torre es especial por su importancia material, pero también por su calidad de ser la obra arquitectónica mudéjar más septentrional de Navarra. Los edificios mudéjares empiezan a levantarse desde que Miranda de Arga era plaza de la dinastía de los Banu Qasi. Esta preciosa torre tiene tres cuerpos distintos. El de más abajo es el soporte de toda la obra y está abierto por el mentado Portalejo, paso con bóveda de medio cañón apuntada, que en altura tiene una envergadura de cinco metros. Los vanos de unos tres metros de altura que hay sobre el Portalejo se cree que en su día estuvieron cubiertos por sendas vidrieras. Se sabe que durante la tercera guerra carlista estos huecos fueron tapados para mejor defensa.

El segundo cuerpo de la torre es un cubo de ladrillo construido en el siglo XVI y de clara influencia mudéjar. Está decorado jugando con el ladrillo para obtener un bello ritmo de formas geométricas a base de rombos, arquillos ciegos y escalonamientos.

El tercero es la culminación de la obra, donde está albergado el reloj con su maquinaria y el campanario. Presenta una planta octogonal, con arcos de medio punto en cada uno de sus lados. Este cuerpo es de época más tardía. El conjunto queda rematado por una cubierta piramidal.

La Torre del reloj ha tenido distintas funciones en sus casi 500 años de existencia. Durante mucho tiempo oficiaba de campanario y reloj de la iglesia. Durante las confrontaciones bélicas también funcionó como fortaleza militar y torre vigía de la muralla. Además, su Portalejo era uno de los accesos principales a la villa.

El que hoy se encuentre en muy buen estado es producto de varias e importantes restauraciones afrontadas en los siglos XVII y XVIII. Y la última actuación, que tuvo lugar en los dos últimos lustros. Se abrieron los vanos, se aseguraron varias partes de sus paredes y techumbre, y se instaló una escalera metálica de caracol de un centenar de escalones que da acceso al reloj y a las campanas. Una de ellas aporta el hecho curioso de que fuera girada 180 grados porque el golpeo en ellas en los cuarto de hora acabó agujereándola y dejándola discapacitada.

A pie de uno de sus tres nidos de cigüeñas, la vista tiene el privilegio de nadar por el caserío y recrearse con los caminos, campos y barrancos que se van haciendo lomas . Ondulaciones que se colorean con el verde intenso de los pinos carrascos y que tienen vocación de hacerse serrezuela y, finalmente, peña, que es la de Jenáriz (546 m).

Miranda de Arga, cuna honorable por su historia y por su grandeza (tuvo 2.200 habitantes a mediados del s. XIV y esplendor en el XVII y XVIII), tiene el esportón lleno de un patrimonio que desea compartir y quiere que se sepa valorar y conservar. Sin duda, merece la pena. Jesús Luis lo cuenta y entrega la llave que abre la puerta de la Torre del Reloj. Ven, mira y goza.