burlada - “Estamos ante un problema de salud de primerísima categoría. Se llama radiación y es consecuencia directa de la colocación de antenas. Y solo hace falta que una compañía telefónica señale con el dedo un lugar, porque la ley les ampara”, denuncia Marisa Ruiz, integrante de la plataforma Burlada Habitable.

La plataforma se creó hace 10 años para evitar que una antena echara raíces en la plaza Constitución. Lograron que esta y otras dos picoantenas de la calle Mayor (más pequeñas e instaladas a pocos metros del suelo) trasladaran su domicilio lejos del casco urbano. Antes, otra antena situada junto al colegio Ermitaberri también generó polémica y supuso el germen de la plataforma.

Hoy estos vecinos vuelven a la carga obligados por lo que consideran una nueva amenaza. “En la azotea del Hotel Burlada está ya instalada la estructura para colocar antenas de telefonía”, alerta el colectivo, que en tres semanas ha recogido 3.162 firmas para exigir al hotel situado en la calle La Fuente “su paralización e inmediato desmantelamiento”.

“En el pueblo existe una gran preocupación que va a derivar en un conflicto social”, apunta Javier Elizburu, cuya vivienda se sitúa a escasos 20 metros de la antena de la polémica. Este vecino ha recurrido contra la modificación del Plan Territorial de Infraestructuras presentada por la operadora Vodafone y aprobada por el Gobierno de Navarra. También lo ha hecho otro vecino a título individual, una comunidad y el propio Ayuntamiento de Burlada. “No sé si servirá para impedir la legalización de la instalación, pero por lo menos sirve para retrasarla y dar margen para trabajar”, dice Javier. En su recurso asegura que las coordenadas UTM que figuran en la resolución se corresponden “con un pueblo de León”. Argumenta que “fundamentan la resolución en leyes obsoletas”, y denuncia que la zona de protección del proyecto no contempla su vivienda. “Si llegan a meterla en el dibujo probablemente hubieran tenido problemas, pero la han obviado”.

Por último, esgrime que la ley no permite la instalación de antenas en un radio inferior a 100 metros respecto a centros médicos, colegios o residencias de ancianos. “Pero en mi casa no estoy protegido. Ahí dejo de ser anciano, dejo de ser niño y dejo de ser enfermo. Y esa es la legislación que tenemos”.

Un breve paseo por internet basta para descubrir la enorme disparidad de criterios en torno a este asunto y sus riesgos o no para la salud. “Uno de los argumentos que utilizan quienes dicen que esto es inocuo es que no hay ningún aval científico que demuestre que sean perjudiciales. Decir eso hoy en día, con la cantidad de personas enfermas que hay, es una aberración. Pero es la opinión preponderante”, lamenta Álex Couso. “No estamos en contra de la tecnología, simplemente queremos que se regule y se pongan unas normas”.

“Pensemos en la salud. Por lo menos vamos a basarnos en el principio de precaución y a mantener una distancia adecuada para que podamos aprovecharnos de la tecnología sin que sea tan dañina para todos”, dice por su parte Peio Iribarren.

La plataforma basa su alegato en ese principio de precaución y en los “muchísimos estudios que están demostrando que la exposición continuada a las radiaciones provocadas por las antenas de telefonía afecta al sistema nervioso central, provocando en muy corto espacio trastornos en el sueño, cefaleas, depresión, hiperactividad en niños, zumbido de oídos, afecciones cutáneas...”, explica en un texto que buzoneará por la localidad. “En muchos casos se termina desarrollando electrosensibilidad, la incapacidad de estar donde haya una persona con móvil, cines, reuniones, bares, transporte público, incluso teniendo que irse de casa a causa del wifi del vecino”, sigue el texto.

“La Organización Mundial de la Salud ha dicho que las radiaciones electromagnéticas son cancerígenas”, esgrime Marisa, que apunta también que la hipersensibilidad electromagnética “está reconocida como enfermedad incapacitante en Suecia. No somos cuatro neuróticos los que lo decimos. Y la gente que la sufre lo pasa muy mal y termina aislada”.

reunión sin frutos Recientemente representantes del hotel, de la plataforma y del equipo de Gobierno se reunieron en torno a una mesa para buscar soluciones. No dio frutos. “La propiedad del Hotel -que declinó la invitación de este medio para pronunciarse sobre la polémica-, nos dijo: ‘con lo que cobro de la antena pago el sueldo de un empleado durante un año’. Esa es la única razón por la que nos van a poner una antena. Les da igual la salud de todos los vecinos, o que se tengan que ir de sus casas”, critica Damián Guerra, miembro de la plataforma y de Asanacem (Asociación de afectados de Navarra por campos electromagnéticos). “¿Qué nos queda? Movilizarnos”, asegura.

“Estamos obligados porque lo que está en juego es nuestra salud. Y no vamos a parar”, añade Iribarren, que percibe ahora más respaldo, sensibilización e interés vecinal que hace 10 años, cuando dieron forma a la plataforma. “Además, si la antena se pone en ese punto llegarán muchas más. Provocaría un efecto llamada”.

Para finalizar, Marisa recalca la importancia de una ciudadanía informada. “¿Qué quiere la gente que dejemos a nuestros hijos? Una sociedad 5G para que puedan cazar marcianitos por la calle, o una ciudad limpia donde las antenas estén lejos de las personas?”.