pamplona - Han sido los paganos de proyectos tan ambiciosos como aquella peatonalización del Casco Viejo con galería subterránea que se puso en marcha hace veinte años y nunca les llegó. Y eso que, años después que lucieran sus losetas Mercaderes, Estafeta o la mismísima calle Mayor, aún consiguieron, no sin continuas reivindicaciones públicas, que se realizara una intervención, por lo menos superficial, en calles como, entre otras, Eslava, Jarauta, San Lorenzo o Descalzos. Ayer, vecinos, hosteleros y comerciantes de una de ellas, la calle Jarauta, una de las arterias más bulliciosas del Burgo de San Cernin, celebraron su día, el Jarautako Eguna, para hacerse visibles de nuevo, como lo fueron en los 80 y los 90, cuando Jarauta era la calle de moda de la marcha pamplonesa más joven.
El de ayer es su día, cuando la calle de las peñas viste sus mejores galas y se deja ver en todo su esplendor, con música, banquetes y sobremesas que reúnen a decenas de personas, pero sin duda Jarauta tiene otra cita inexcusable cada 6 de julio. Ramón García, propietario del Bar Giroa y hostelero en Jarauta desde que tenía 22 años, opina que el día del Chupinazo “es el día más especial del año, porque vuelven a Jarauta las generaciones de antes, las que tienen 30 años, pero también las de 40 y las de 50”, recuerda. El 6 de julio, sobre todo, pero también San Fermín, ayudan a los bares que quedan aún abiertos en Jarauta a mantenerse a flote, a pesar de que, como comentan los hosteleros, “la gente se cree que vivimos de los Sanfermines el resto del año, pero no es así. Ayuda, pero hoy en día Jarauta por la noche en San Fermín ya no es lo que era. Y quitando el 6 de julio, como pasa con otras zonas, la hora del vermú también es muy tranquila”, se lamenta.
Jarauta, como otras calles colindantes, tiene varias problemáticas encima de la mesa. Una de ellas, la rehabilitación de sus viviendas y, por ende, de sus fachadas, lo que contribuye a una imagen degradada de la zona. “Hay bloques enteros, como el número 86, donde no vive nadie”, explica García. Pisos sin tejado donde anidan las palomas y las ratas campan a sus anchas. Muchos de ellos son propiedad municipal, y en otros casos de dueños que no intervienen o inmuebles adquiridos por algunas de las peñas y sociedades gastronómicas (porque Jarauta es la calle por excelencia del buen comer y el buen beber). Allí se alojan, por ejemplo, Napardi, Gure Leku o el antes Depor, hoy Sociedad Gastronómica, los Irunshemes, la Sociedad Jarauta 79... y peñas como Los de Bronce, La Jarana, La Única y la Alegría de Iruña, amén de locales sanfermineros que abre El Txarko, Oberena, y otras que se acercan al Casco Viejo por fiestas. Porque cuando llegan los Sanfermines, todo el mundo quiere ir a Jarauta.
Núcleo del buen yantar, pero abandonada por el comercio y las instituciones, Jarauta hoy ya no es lo que era. Apenas queda una panadería y la peluquería del Francés, porque también cerró la carnicería de Mari. “Lo ideal sería que la revitalización llegara desde las viviendas, pero también desde el comercio y la hostelería”, indica García. El problema es que las bajeras están en otras manos, y no se pueden montar pequeños negocios, y en el caso de las actividades hosteleras, el estar declarada zona saturada impide abrir nuevas iniciativas. Ayer, cerca de 200 personas se reunieron en una comida popular en la calle Jarauta para conmemorar su día. En los próximos meses, el reciente derribo de Muebles Apesteguía permitirá dar un aire renovado a la plaza de Santa Ana, uno de los espacios de ocio del barrio, donde el huerto urbano ha traído también un soplo de aire fresco.