pamplona - Dicen los antiguos fundadores de Los trece de Tejería, la primera peña txiki de Iruña (1955), que las cosas han cambiado mucho en la ciudad porque cuando ellos salían a la calle pasaban las tardes en las pasarelas, merendando manzanas con las que se habían hecho -sin maldad pero con mucha picardía- en las huertas de la Magdalena. Y cuando jugaban a fútbol, a los del banquillo les tocaba hacerse con la merienda, objetivo que cumplían para asegurarse un puesto en el siguiente partido. “Antes se hacía toda la vida en una peña, toda la semana, todos los días. Se iba con la meriendica”, explica Antonio Moreno, su presidente, recordando que la salida de las peñas en Sanfermines “era todo un espectáculo. Venía gente de los pueblos a verlas, había colas”.

En Sanfermines acudían a ver el encierro y después desayunaban en casa para reunirse todos a media mañana en el “biru”, la muralla situada encima del Jito Alai en el Labrit, tal y como la conocen los vecinos del Casco Viejo. Después tocaba dar una vuelta por el barrio y celebrar un almuerzo en el que no podían faltar las gaseosas “de bolo”. A la salida se incorporaban a la Alegría de Iruña, con la que establecieron un cariñoso hermanamiento y desde entonces siempre saldrían, como cualquier peña txiki de las actuales, “pero siempre manteniendo nuestra independencia”.

Hablar con Moreno (“fundador, primer presidente y el que guardaba la peña en su casa”), José Antonio Aramendía, Pedro Larreta, Vicente Iribas y Pedro Muruzábal (los tres de la “nueva remesa” de socios) es como regresar a un 7 de julio, caluroso y festivo, y olvidar por un momento el cielo oscuro y la ciclogénesis pamplonesa. Vecinos de la calle Tejería, todavía hoy -más de 60 años después de su fundación- mantienen el espíritu con el que nació esta pequeña sociedad, conformada entonces por chavales de diez años, que expiró en el 58 (algunos de sus miembros se mudaron o se incorporaron a la peña Alegría conforme fueron creciendo) y se retomó en 2011 con el objetivo de continuar su andadura y añadir nuevos miembros.

Ahora hacen un llamamiento, abriéndose a todos -también a las mujeres- con el reto de organizar nuevas actividades, homenajes y fiestas que remuevan el Casco Viejo. Ellos, que han vivido toda la vida en la misma calle, quieren verla viva y activa y celebrarán en junio su aniversario con homenajes a familias, regalos y alguna que otra sorpresa. Animan a todos a participar para formar parte de su historia, renovada, y de una peña que es como su familia, a la que ahora (de momento son 7) le falta algo de relevo.

Homenajes “Jesús Mari Parado, que cantó en la coral de cámara, director de los auroros durante muchos años; Ignacio Orbaiceta, campeón de España de ciclismo; Ignacio Zoco Esparza, jugador de Osasuna y del Real Madrid, nació en Garde pero se crió aquí; Ezponda, que arreglaba las cestas de los pelotaris de remonte? Esta calle es pequeña pero ha contado con muchas caras conocidas”, enumera Moreno. Algunos de ellos, sobre todo pelotaris de remonte, ya recibieron su particular homenaje por parte de los trece.

La idea nació en 1955, por parte de una cuadrilla de chavales de la calle Tejería, que decidieron formar la primera peña txiki de las fiestas de San Fermín. “En aquellos tiempos, en el barrio se hacían equipos de fútbol. Éramos 13 así que teníamos algún que otro problema para confeccionar la alineación -bromean-. Nos llamaban ‘las once panteras de Tejería’, porque siempre hacíamos correr al contrario”.

Para evitar discusiones decidieron fundar algo en lo que todos tuvieran cabida. Confeccionaron su primera pancarta, una tela que les costó 13 pesetas a cada uno, sujetada con los palos de un árbol (que también hacían las veces de portería de vez en cuando) y cada uno pintó el motivo que quiso. La conformaban entonces los hermanos Ayerra, Irisarri, Ciaurriz, Pina, Samper, Fabián Valls, Fernando Olaverri, Vicente Parado y Antonio Moreno.

Acudían puntuales a los fuegos, gigantes y demás atractivos de la fiesta. Nuevos personajes adornaron sus pancartas, como Zipi y Zape corriendo el encierro. En su primer año salieron solos animando las calles del barrio y al año siguiente la cosa se formalizó, crearon los primeros estatutos, con una premisa fundamental: no podía formar parte de la peña nadie más, sólo ellos 13, aunque eso no duró siempre.

“En tiempos nos llegamos a juntar unos 50, todos se querían apuntar. Pero todo el que no era de los 13 y quería llevar el cartel tenía que aportar algo: una bolsa de pipas, unas chucherías o una gaseosa de bolo”, recuerdan. Uno de sus valores fundamentales es el de la juventud, por eso fundaron la peña, y es algo que quieren mantener, ahora, con más fuerza.