pamplona - Notar una mirada diferente.

No ser yo misma para esconder mi limitación.

No poder cumplir mis sueños de futuro.

Romper mis estudios y mi ansiada cultura.

Vivir notando los siseos, el engaño.

Salir expulsada, “no puede ser”.

Saberse diferente sin entender por qué. Ser medida en los errores con distinto rasero.

Febrero de 2016, en un viaje a Tudela del Taller de Poesía de Anfas brotaron de manera espontánea estos sentimientos que embargaban a sus participantes, y en aquel momento decidieron en grupo que crearían un poema.

Así escribieron Discapacidad, una poesía en dos partes: la primera, repleta de sensaciones vividas con dolor y plena consciencia, y la segunda, hecha de sentimientos positivos con los que alimentan sus días.

Regalar sonrisas ignorando por qué mi madre lloraba.

Tener en mi familia todo el amor necesario.

Luchar y conseguir grandes retos.

Poder disfrutar de un bello amanecer.

Sentir el aroma de la lavanda en flor.

Caminar siguiendo el curso de un río.

Escuchar la “Sinfonía inacabada”.

Acercarse y descubrir los grandes poetas.

Crear un poema junto a mis compañeros.

Gozar de la poesía.

Cargado de significado, Discapacidad es una pequeña muestra del Taller de Poesía de Anfas, formado por ocho componentes: Carlos Extramiana (55 años, trabaja en Anfas), Victorio Latasa (55 años, Tasubinsa), María Jesús Goñi (58 años), Isabel Vallés, (68 años), Sara Gastón (28 años, fundación Bidean Laboral), Bárbara Trébol (34 años, funcionaria en Hacienda), Miguel Pérez (22 años) y Jon Ander Baleztena (35 años, Tasubinsa).

Se reúnen una tarde al mes, desde que surgió la propuesta de hacer un taller de poesía libre. El primero se realizó en noviembre de 2013. Contaban con José Luis Allo e Isabel Hualde, poetas del Ateneo Navarro, y con ellos comenzaron a recitar, leer y comentar todo tipo de poesías. Al frente del mismo están hoy, Inma Biurrun y Cristina Liso, voluntarias, poetas y amigas. Maite Arizaleta es la encargada del grupo.

Se reúnen una tarde al mes, explica Inma, a quien, en 2102, se le presentó la oportunidad de sustituir a Isabel Hualde. “Dejé rápidamente la plancha, donde era voluntaria , y me pasé con gusto a la poesía”, recuerda. Con ella se iniciaron en la composición. Posteriormente se incorporó Cristina Liso para sustituir a Allo.

“El taller consiste en la escritura de sus propios poemas: tema, contenido, estructura, vocabulario, ritmo, dicción, expresividad y entonación, y cada cual trabaja lo que más necesita. “Son muy conscientes de cuáles son sus puntos fuertes y cuáles deben trabajar en su comunicación con el público”, apunta la poeta y voluntaria.

Su compañera y amiga Cristina Liso añade que “el taller permite tener objetivos concretos, conocer la poesía y sus autores, recitarlos correctamente, llegar a escribir pequeños y bellos poemas y participar en distintos recitales. Enseña a expresar mejor los sentimientos, a estar ante el público a ser creativos y a trabajar interioridad y espiritualidad”.

ENCUENTRO En la tarde de nuestro encuentro, hay mucha emoción y una actitud desbordante ante la lectura poética que se propone. Primero, hay que elegir poetas: Ángel González, Alfonsina Estorni, Francisca Aguirre o Joan Margarit. “Tienen sus preferencias”, apunta Inma. Después, vendrán los versos de la cosecha propia.

El punto de partida fueron los micropoemas, escribir a partir de una fotografía, también los haikus, “una buenísima técnica para empezar a escribir”, recalca la poeta. A María Jesús le encantan. Explica su estructura y la transmisión de sensaciones y aclara mirando por encima de sus gafas: “Son de lectura doble, hay que leerlos dos veces”.

Han encontrado en la poesía su herramienta. “Es una forma de expresar mis sentimientos”, apunta María Jesús. También el método para mejorar lo que más les cuesta. Valoran la relaciones, la riqueza y la complicidad del grupo. Bárbara sentía inquietud y quería probar.

Cultura, sabiduría, sentimientos, son palabras que afloran y síntoma de su motivación. El hecho de poder acudir a los talleres es algo que en sí mismo emociona a Isabel. “Poder venir aquí, estos compañeros, aprender, recitar?.”. A Jon le animó su madre, profesora de Filología Clásica. A Ander le provoca “simpatía, desarrollo de la compasión, conocimiento de poetas”. Por su parte, Sara siente en su corazón el deleite del público en los recitales, y Miguel, el último en llegar, goza de las letras y con la música del piano.

“Es una actividad que desarrolla mucho el sentimiento de pertenencia al grupo. La relación es muy cordial y dinámica”, añade Cristina. Y, sobre todo, se divierten.

Esfuerzo y dedicación se ponen de manifiesto sobre, todo al rememorar los proyectos en los que han trabajado junto a otras asociaciones: la Orquesta Sinfónica de Navarra, La flor más grande del mundo , de José Saramago (Teatro Gaztambide Tudela); con La Pamplonesa en su centenario. (Teatro Gayarre). Actuaciones que “imponen” y otras en la Casa de la Juventud, en el Ateneo o en Sangüesa, con el proyecto Somos Esp@ciales.

Guardan en sus corazones la reciente visita del poeta Joan Margarit premio Cervantes 2019), cuya obra literaria trabajan “por su tratamiento y sensibilidad hacia la discapacidad vivida con su propia hija fallecida, Joana, su gran humanidad y ternura”. Como en su admirado Margarit, la capacidad de consuelo de la poesía se hace grande en este grupo. “Es un lenguaje universal, tiene la capacidad de igualarnos y es sanadora, porque va a lo esencial, a lo auténtico. Les permite no sentirse perros azules en el mundo: al poeta le pasa lo mismo que a mí”, resumen las voluntarias.

Es el Taller de Poesía de Anfas, la capacidad creativa de la discapacidad, donde la cosecha crece.