o está situado en las etapas oficiales, pero es el único alojamiento de Lintzoain, en el valle de Erro, que alberga a los peregrinos que quieren tomarse el Camino de Santiago con más tranquilidad. Porque a veces el cuerpo demanda hacer un descanso y viene bien parar en La Posada El Camino tras caminar 15 kilómetros desde Roncesvalles. Al menos para aquellos que no se encuentran en condiciones de continuar hasta Zubiri por unas empinadas cuestas y completar los 22 kilómetros de esta segunda etapa del Camino Francés.

De la bienvenida a esta pequeña pero acogedora pensión se encarga la alegre pareja formada por Carmen Villar y Luis Mata. De Valencia ella y de Bizkaia él, se encontraron casualmente en el año 2011 en Deba, haciendo el Camino de Santiago del Norte. Tras un tiempo de relación, decidieron dejar sus vidas atrás para embaucarse en un proyecto que les apasionaba: regentar una casa rural en pleno Camino. "Me gustaba el mundillo que se genera en los albergues, ese ambiente, y siempre nos ha gustado la naturaleza y lo verde", expone Luis. Para ello, durante un año realizaron el Camino de Santiago en coche desde Roncesvalles hasta la frontera con Galicia en busca de casas, hasta que en 2016 se decidieron por ésta. "Íbamos a comprar un terreno en Lintzoain y construir una nueva casa, porque todas las que vimos se nos iban de presupuesto, pero al ver ésta, la vimos muy bonita y muy equipada. Y luego, al ver la ganbara, nos enamoró", recuerdan.

Carmen, firmando las credenciales de los peregrinos.

Desde entonces, han trabajado duro para atender en las 4 habitaciones que tiene La Posada, dos dobles y dos triples, más el espacio común del comedor y del desván, que cuenta con una sala de juegos. Su clientela son mayoritariamente los peregrinos, aunque también acogen familias. Sólo en 2019 recibieron una media de 3 peregrinos por día y, aunque nada tiene que ver con los datos que registran otros albergues que se trabajan en las paradas estratégicas de cada etapa, siguen trabajando con la ilusión de acoger nuevos visitantes. "Estamos encantadísimos de la vida. Ellos te traen ilusión, experiencias...Te llega gente de todo el mundo y es muy enriquecedor ver cómo se relacionan", aseveran.

Porque para ellos atender no sólo es trabajo, sino que disfrutan de las vivencias que trae cada peregrino. Son pocas las horas las que los caminantes pueden compartir con ellos, pero lo que más aprecian son los divertidos ratos que surgen cuando conversan con los peregrinos. "Cada uno viene con su mochila llena de piedras, es la riqueza de la historia de cada uno. Son muy poquitas horas, pero tienen una necesidad muy grande de contar historias", añaden.

la lección

De Extremadura a Navarra

El camino tranquilo

Animados por un familiar, la familia extremeña formada por Agustín, de 45 años, María Luisa, de 47 años, y su hija Lourdes, de 15 años, son tres de los clientes que han reservado esta semana una noche en La Posada El Camino. Deseando estaban de realizar el Camino de Santiago y, a su vez, conocer la provincia de Navarra. "Siempre habíamos querido hacer el Camino. Venimos de una zona de campo y nos gusta hacer senderismo. Para nosotros ha sido un año catalizador, no sólo por el covid sino por experiencias cercanas y, te das cuenta de que si lo dejas pasar, igual no lo puedes hacer nunca", aseguran. Más reticente se mostraba Mª Luisa, enfermera natural de Jaén, a la que el miedo se le apoderaba. "Yo no estaba convencida, le decía a Agustín que nos merecemos un hotel de cinco estrellas, no caminar con tanta gente cuando no estoy acostumbrada a andar, pero me lo organizaron entre padre e hija y no había vuelta atrás", dice entre risas.

Una vez mentalizados, tenían claro que vendrían a disfrutar y a vivir una experiencia familiar "lejos de todas las prisas y las rutinas del día a día", por eso decidieron dividir su viaje de 10 días en siete etapas, hasta La Rioja, para caminar una media de 15 kilómetros por día y pernoctar en alojamientos con habitación privada y lejos de masificaciones.

Hasta el momento, no ha habido razones para arrepentirse. Desde que salieron de Roncesvalles, ni ha sido tan duro como esperaban, ni se han encontrado con tanta gente como creían. De hecho, son muchas las cosas positivas que sacan de este primer día. "La gente es muy amable, las casonas con la estructura típica tan cuidadas, todas adornadas con flores coloridas, qué bien se conservan, y también es muy interesante la parte histórica", declaran.

Antes de que Luis y Carmen les ofrezcan una deliciosa cena y se vayan a descansar, han disfrutado de una agradable charla en el jardín. Porque esos ratos de compartir, de reír y de aprender de las relaciones sociales, son los que al final enriquecen el alma. Y eso no se paga con dinero. "Sólo llevamos una mochila con nosotros. Aquí te das cuenta de qué poco se necesita para vivir", dice Mª Luisa. "Ésa, sin duda, es la lección más importante que se aprende en el camino", concluyen los anfitriones de La Posada.

"Los peregrinos tienen una necesidad muy grande de contar historias"

Propietarios de Posada El Camino

"Llevamos sólo una mochila. Aquí te das cuenta de qué poco se necesita para vivir"

Peregrina residente en Extremadura