La tradicional romería a Roncesvalles, que presume de ser una de las más antiguas de Navarra (se conoce su existencia desde, al menos, el siglo XVI) se retomó ayer después de dos años sin poder celebrarse por el covid.

Las túnicas negras y las cruces de madera características pudieron volver a verse en Orreaga. Con el tiempo a su favor y un día soleado perfecto para andar que les acompañó en su caminata, los vecinos del valle de Arce/Artzibar y de Orotz-Betelu participaron de nuevo en la tradicional procesión, partiendo a las 6.00 horas desde Orotz-Betelu y a las 7.00 desde Arce, en una romería en la que participaron en torno a 110 cruceros, como apuntó el alcalde de Arce, Carlos Oroz.

Tras una larga caminata, se reunieron todos en la venta de Aurizberri-Espinal a las 8.45 horas para celebrar el tradicional almuerzo, uno de los momentos más especiales y esperados del día. Y una hora más tarde partían de nuevo todos juntos en dirección a Roncesvalles.

Debido a las grandes y pesadas cruces de madera que portan los penitentes, las cruces parroquiales que representan a cada pueblo, los trajes regionales y la multitud de vecinos que participan cada año, se trata de la procesión más espectacular del Pirineo. Un día muy especial para todos que ayer pudo volver a recuperarse en lo que fue una jornada “redonda” en todos los sentidos, explicaba Javier Larrea, alcalde de Orotz-Betelu: “Se ha vivido todo con mucha naturalidad, se veía un ambiente muy sano, alegre y tranquilo y había muchas ganas”, afirmó.

Un reencuentro doble

Como contó Larrea, la romería de este año significó un reencuentro doble para los vecinos. Por un lado, el reencuentro que viven cada año con las personas más lejanas que no vienen tanto al pueblo pero que se acercan religiosamente a esta cita, algo que les permite volver a ver caras conocidas tras mucho tiempo.

Y por otro, el reencuentro que supone poder volver a celebrar la romería tras dos años de parón. Eran ya muchas las ganas que tenían los vecinos de recuperar la normalidad y la tradición que les une y se reflejó en la gran cantidad de gente que participó ayer.

Relevo generacional

En la romería de este año participaron personas de todas las edades entre los 5 y los 80, pero Larrea destacó sobre todo lo bonito que fue ver a mucha gente joven en la caminata. Personas que “no se olvidan de este día” y que participan con ganas. “Es importante que las nuevas generaciones tengan arraigo con estas cosas, porque quiere decir que les importa el pueblo y las tradiciones”, manifestó Larrea.

Y precisamente fueron los primos Enaitz y Orreaga Vizcay, de un año y medio de edad, los que renovaron el relevo generacional en su primer año de procesión. La niña llevó el traje del valle de Arce y el niño fue de crucero, con una cruz pequeña y la túnica negra. Fueron los más pequeños en la romería, pero proceden de una familia en la que es tradición acudir a la romería. Como relató su abuela, Merche Martínez, su marido (el abuelo de los primos) siempre ha participado en la procesión, al igual que sus tíos y el padre de Orreaga, que camina portando la cruz del caserío de Espoz.

“Para mí ha sido muy emocionante, una emoción terrible”, aseguró Martínez. Los pequeños fueron bautizados en el caserío el año pasado, siendo los primeros no solo en la procesión, sino también en continuar el legado de la familia, que llevaba 93 años sin bautizar a nadie en Espoz.