eguiremos hasta que podamos. Mientras tengamos salud, aquí estaremos". Ana María Arregui y Miguel Ángel Vallejo se miran y sonríen al mismo tiempo, como buscando la afirmación y la complicidad en las palabras que acaban de pronunciar. Este año han cumplido 25 años con el peso a sus espaldas de organizar, preparar, mantener y proteger una de las tradiciones más antiguas, relevantes y queridas por la ciudad, más allá de valores religiosos: La Bajada del Ángel. En 1997, tras el fallecimiento repentino de María Álava, tía de Ana María y que estuvo cerca de 40 años realizándolo (desde 1958), el legado pasó a sus manos, algo para lo que ya se habían estado preparando desde diez años atrás, desde 1987. "La verdad es que no es fácil pasarlo a nadie, de momento sería imposible".

Su casa, su imagen y sus voces se han convertido en un referente para los más de 30 niños y niñas que han pasado por sus manos en este tiempo de cambios, a caballo entre el siglo XX y XXI. Supieron dar el paso e incluir a las niñas en la ceremonia, algo que les costó muchas críticas y la retirada de algunos saludos. Incluso los más contrarios entonces, hoy elogian aquel paso, silencioso, sin alharacas, pero firme y seguro que se dio en 2008.

Bajo sus manos la Bajada del Ángel se ha mantenido y se ha convertido en un referente para el turismo de Tudela y Navarra. Sin embargo, su sencillez y discreción hace que muchos no conozcan sus rostros o que incluso no sepan que son responsables de que todo funcione y cuadre cada año para que la imagen en los medios y televisiones sea tan perfecta. Su trabajo es de las puertas del templete hacia dentro. Hablar con ambos es como abrir un libro de la historia de Tudela que aún no se ha escrito.

El primer niño del que se encargaron desde su elección hasta su preparación y vestimenta fue Íñigo Huguet Barea, el primero sin María Álava pero que aún se vistió en casa de María. El último de la etapa anterior había sido Sergio Iturre, que fue elegido por María, pero entrenado y aleccionado por Miguel Ángel y Ana Mari.

Los nombres brotan sin dificultad a su memoria y cuándo un apellido no les sale se enzarzan en un intercambio de datos que sólo ellos conocen hasta que dan con la tecla, "¡eso es!". "Aquel año fuimos a varios colegios. Griseras y San Julian. En aquel 1997 era difícil encontrar, los niños no solían querer. Había uno muy pequeño que decía todo el rato 'yo quiero', 'yo quiero', una y otra vez. Lo hizo muy bien", recuerdan ambos. Aquel Ángel tuvo su historia, como todos, ya que tenía problemas de corazón, algo que no les dijeron hasta que no estuvo ya elegido. "Nos dijo su padre, 'he hablado con el médico y si el quiere no hay ningún inconveniente'. Así que nos lo callamos y no dijimos nada a nadie", apunta Miguel Ángel llevándose el dedo índice a la boca. "El padre, el pobre lo pasó mal. Estuvo toda la ceremonia llorando. Normalmente el padre sube a la Casa del Reloj y la madre se queda abajo, porque ellos suelen estar más enteros. En este caso, no. Él estuvo abajo en la plaza con nosotros, muy nervioso y no quería mirar. Le dijimos 'esto son 5 minutos si no miras te lo pierdes'".

Su asunción de esta tradición vino poco a poco. Un día, María, una mujer de carácter, les dijo, "yo veo que se alarga mucho y me estoy haciendo mayor" y les empezó a pedir ayuda. "Estuvimos 10 años haciéndolo con ella. El primer año que le ayudamos fue el de Diego Escribano y hacía los 100 años que mi abuela y mi tía llevaban ya organizando el Ángel", apunta Ana María. Ese año su tía María le dijo "quiero que vengas para ver como se viste a la Virgen" y ya no lo dejó. "Ese año nos dijo como se hacían las cosas y el domingo fuimos a su casa para ver como les vestía. Al siguiente fuimos ya a buscar Ángel con ella a la Virgen de la Cabeza. Su director nos seleccionó a 3 ó 4 y elegimos a Elías Tabuenca, que lo hizo dos años seguidos, y a Fernando Pelarda".

También el marido de Ana María, Miguel Ángel Vallejo, fue participando y asistiendo a los ensayos, donde ayudaba. "Le daba 'palo' pasar el peso de todo a otro de fuera de la familia. Creía que era una carga. Yo le dije 'no tengo ningún inconveniente' y me repetía '¿tu te harías cargo?' y es como si se le hubiera abierto el cielo. Yo creo que se fiaba de mí". Por ese motivo todo fue quedando atado así que cuando de repente el 15 de enero de 1997 murió en casa de su hijo en Madrid, todo estaba preparado y el testigo estaba ya pasado.

Aunque parezca que nada ha cambiado, la forma de elección, los detalles y otros pormenores han ido evolucionando con el tiempo. Ana Mari recuerda como "ya antes de que tomara el testigo mi tía el Ángel se elegía de entre los más pobres, los que estaban en la Misericordia e iba el sábado santo por todo Tudela pidiendo por las casas vestido de Ángel", pero a María Álava no le gustaba esa escena, "¿el Ángel pidiendo por las calle?, nada de eso". Por ese motivo, transformó el saquete donde metía el dinero en lugar donde ahora se llena de Aleluyas para lanzar, papeles en los que se puede leer la frase "alégrate María, porque tu hijo ha resucitado", en un paso inicial también llevó papelitos de colores con la palabra "Aleluya" impresa. Por ese motivo cada año pasaron a organizar una lotería con la que consiguen una buena propina para darle a los niños o niñas que hacen de Ángel. "Uno de los ángeles más veteranos nos contó cómo con lo que le dieron un año, 1.000 pesetas, se compró una bici, y al año siguiente, que repitió, un reloj de pulsera", explica Miguel Ángel. "Los más viejos decían que en su casa habían vivido dos o tres meses con lo que sacaban de propinas por la calle. Eran niños de familias muy humildes", añade Ana Mari.

Otro de los cambios que han visto hacer ha sido la desaparición de la peluca de pelo rizado rubio que se ponía a los querubines, hasta que llegó Diego Escribano (1987). "Fue nuestro primer contacto con un niño Ángel. Tenía un pelo precioso y se decidió quitar la peluca y ya nadie la llevó más. Para que no saliera con ese pelo tan negro, su madre le llevó a una peluquera y le dieron unos reflejos dorados con un spray. Salió un Ángel precioso y dijimos 'a partir de ahora todos saldrán con su pelo'".

Uno de los cambios que se han introducido con el paso del tiempo y que parece que nadie se ha percatado es algo tan relevante como que el Ángel le anuncie a María a voz en grito "alégrate María, porque tu hijo ha resucitado". Esa frase no se decía hacía décadas, antes de que María Álava tomara la organización el Ángel llegaba en silencio, retiraba el luto y se marchaba e silencio. Ahora es quizás, uno de los símbolos de esta tradición que, sin embargo, tiene menos de 70 años.

La maroma por la que descienden hasta la imagen de la Virgen también ha cambiado en el último siglo. La instalación de un kiosco en el año 1921 hizo que se cambiara la maroma ya que hasta entonces el descenso se había hecho en línea recta, ya que la cuerda unía el segundo piso de la Casa del Reloj con el piso del edificio justo enfrente. Unas dos ventanas a la derecha del emplazamiento actual. La colocación del kiosco obligó a desplazarlo para salvar el obstáculo.

La relación entre esta familia y los niños y niñas que se enfundan este papel es muy especial. Apenas tienen contacto dos ó tres días a la semana durante tres meses, pero la conexión que se establece va mucho más allá del año en que son protagonistas. Muchos de ellos vuelven cada año para acompañar al nuevo Ángel y reunirse con el resto, es una especie de comunidad unidos por un nexo invisible, como una hermandad o una cofradía. "Les sigues la pista ya toda la vida, incluso cuando hay alguna cosa especial les llamamos. La relación es muy buena; todos los años ganamos alguna familia amiga", sonríe Ana Mari, "y alguna enemiga también cuando les dices que no", añade Miguel Ángel. Antes llamaban a todas las familias a las que les decían que su hijo o hija no era el más idóneo para hacer el Ángel, hasta que un padre les dijo "pues no te preocupes ya le compraré yo un corsé para que lo haga". "Era agotador", concluye Miguel Ángel.

Más allá de la soltura, lo que les decide para elegir a uno u otra es la determinación, por eso lo primero que les preguntan es "¿tu quieres?, ¿sabes a que has venido?", la clave es que quieran. "Se les ve en la cara la ilusión y son los que mejor salen. Pueden ser tímidos, pero tener claro que quieren hacerlo. ¿Cuántos vienen y no saben a qué vienen o no han visto nunca el Ángel en vivo? Después de preguntar tres veces seguidas '¿tú quieres hacerlo?', muchos se retratan. Los 10 minutos que estás con ellos, dan de sí. Si un niño se viene abajo ante 3 ó 4 personas mayores que le preguntan imagina ante miles de personas en las alturas. Es una presión muy grande".

Desde que se abre la puerta, ellos, que se colocan muy cerca de donde se pone la Virgen, saben si el Ángel está o no nervioso y cómo va a salir, "este año con Verónica desde que se abrió la puerta se sabía que iba a triunfar". Para tratar de reducir esa impresión y que no se sienta hasta el último minuto, nunca suben al niño o la niña al segundo piso de la Casa del Reloj, ni ven el templete hasta el día de la ceremonia, "lo mejor es que todo sea novedad para que no piensen en ello". Otra de las incorporaciones a la preparación que han hecho Ana Mari y Miguel Ángel ha sido el ensayo colgado del techo en un garaje, para que el niño o la niña tenga una sensación más parecida a lo que va a ser y el corsé se pueda probar en condiciones similares a las del Domingo de Resurrección. Es sin duda la cita que más gusta a los y las protagonistas.

En estos 25 años se agolpan las anécdotas y los recuerdos que podrían llenar páginas y páginas, como el niño que tuvo que adelgazar 3 kilos en unas pocas semanas para poder entrar en el corsé porque se había descuidado con los dulces, las palomas que acompañaban a la retirada del luto y que comenzaron a soltar en 1986 pero que hace unos años se retiraron porque llenaban a los portadores, las andas y a la Virgen de excrementos. Para la historia quedan también la suspensión de los dos años 2020 y 2021, por la pandemia, algo que les llenó de dolor, "da mucha pena con los que no lo hicieron. A Aimar le quedaba un mes para hacerlo y estaba ilusionadísismo. Quedaban los ensayos del garaje. Lo hubiera hecho muy bien". Todavía les quedan muchos años de seguir, pero el legado, el trabajo silencioso y la aportación de esta familia a la historia de Tudela quedará siempre en la mente de los tudelanos y tudelanas.

"Con Diego Escribano se decidió quitar la peluca a los niños que hacían de ángel. Tenía un pelo precioso"

"Los niños iban vestidos de ángeles el Sábado Santo pidiendo dinero por las casas, pero María dijo

¿El ángel pidiendo dinero?, lo eliminó y el saco del dinero se usa ahora para las aleluyas'"

"Antes de que María Álava se hiciera cargo del Ángel no se decía 'Alégrate María, porque tu hijo ha resucitado'.

Se cogía en silencio"

Organizadores de la Bajada del Ángel