Casi 8.000 kilómetros separan el Valle de Ibargoiti del monte Everest. Pero subir el puerto de Abínzano 27 veces consecutivas equivale a lo mismo en cuanto a desnivel positivo: 8.848 metros. El pasado domingo, en una jornada que se les fue de las manos y ha acabado este lunes, cinco amigos de Monreal y Alzórriz se propusieron convertir el entorno de su pueblo en la cima más alta del mundo. Con sus bicicletas completaron el reto gigante del Everesting desde las cinco de la madrugada y hasta pasada media noche, cuando los cinco llegaron a la plaza de Abínzano 27 cimas, 19 horas y 250 kilómetros de pedales después. Allí les recibieron los familiares y amigos que les arroparon durante el día.

Aitor Beriáin, Rubén Salinas, Juan Gangoiti y los hermanos Adrián y Pedro Portillo, todos ellos del CD Elomendi de Monreal y con edades comprendidas entre los 19 y los 24 años, siempre están haciendo deporte juntos “en carreras de montaña o en bici. También solemos ir en verano a la zona del Tourmalet, de vacaciones deportivas”, explica Rubén Salinas. Cuenta que en abril o mayo “empezamos con la coña de hacer este verano un Everesting. Primero fue una broma, pero nos pusimos a entrenar, nos lo propusimos en serio y a por ello”, dice.

Al principio plantearon el reto en la Higa de Monreal, pero “como la carretera no es tan buena y hay rampas bastante duras, pensamos hacerlo en Abínzano, a escasos 8 kilómetros de nuestros pueblos. Es un puerto al que recurrimos habitualmente porque nos pilla cerca de casa. Y nos pusimos manos a la obra”. Se prepararon para ese día “cada uno como pudimos. Cuando teníamos vacaciones o coincidíamos en días sueltos, y sobre todo en fines de semana, aprovechábamos para pechadas más gordas, de 150 kilómetros como mucho. Hemos ido a hacer puertos y desnivel y a meter horas, sin obsesionarnos y disfrutando de la bici, pero aprovechado para acumular desnivel positivo para ese momento”, argumenta Rubén.

Primeras horas del reto, amaneciendo. cedida

La víspera ya lo tenían todo organizado, con el material en el pueblo, la comida preparada en una casa –hicieron dos paradas de 15 minutos para reponer fuerzas, sobre todo con pasta y arroz– y una mesa de avituallamiento con barritas energéticas, gominolas y bollos en el recorrido. Y a las 5.00 horas del domingo, los cinco ya cambiados, iniciaron su particular reto. “Las primeras tres horas estuvimos solos, pero a partir de las 8 de la mañana empezó a venir gente, familiares y amigos. Fue una gozada el ambiente que se creó durante todo el día, en ningún momento estuvimos solos”, recuerda Salinas. Algunos les esperaban en el recorrido y otros les acompañaban en bici por carretera haciendo alguna subida.

 En casi 20 horas “tienes momentos de bajón y cuesta”, dudas que los deportistas superaron “manteniéndonos juntos y animándonos”. Y así completaron el reto “los cinco, que compartimos una misma pasión, y hacerlo todos a la vez fue muy bonito. Y sobre todo bajar al pueblo, y que te esté esperando gente conocida fue un subidón para todos”, rememora.

El recibimiento en Ibargoiti a los cinco deportistas pasada la media noche, una vez completado el reto. cedida

Con la satisfacción de un Eversting cumplido y el cuerpo aún dolorido, Rubén no tiene dudas de que habrá más retos. “Seguro que alguno se nos ocurre. Siempre andamos moviéndonos, algo prepararemos el año que viene”.