Con 78 días por delante, hoy han comenzado las obras de recuperación y construcción del antiguo Humilladero de Tudela, del que apenas quedan los cimientos y parte de los lienzos laterales. Desde 1540 servía para que quienes llegaran a Tudela, se “humillaran” ante la cruz antes de seguir camino o penetrar en la ciudad, como sucedía en casi todas las localidades. La firma Valuarte Conservación debe acabar los trabajos el 29 de marzo para que el Ayuntamiento pueda recibir la subvención de 75.000 € de los fondos europeos Leader. Sin embargo, el pliego con el que se adjudicó daba 4 meses para su realización. El presupuesto asciende a 309.300 euros. Uno de los responsables de la empresa, Juan Antonio Durán ha destacado que “dependeremos de las condiciones climatológicas para ver si podemos llegar”.

Pese a que el alcalde, Alejandro Toquero ha señalado que se trata de “una reivindicación histórica y algo que nunca se había previsto en Tudela”, lo cierto es que es la tercera ocasión en que se realizan proyectos para su recuperación, pero nunca se habían iniciado antes las obras. Abandonado al otro lado de la ciudad, donde su función religiosa desapareció tras la guerra de la independencia contra los franceses (1808-1814), desde entonces sufrió un sin fin de cambio de usos, cobro de portazgos, corral, vivienda, fuerte liberal contra carlistas o almacén. Como ha indicado Toquero en el inicio de las obras, “mucha gente lo va a descubrir, porque no lo conocían. Va a ser un punto de inicio turístico para descubrir la ciudad”. No en vano desde él se contemplan buena parte de los puntos más relevantes de la ciudad: el puente, el Ebro, La Mejana, la catedral, la iglesia de la Magdalena y el Corazón de Jesús; el perfil que define a Tudela.

Según el proyecto de Joaquín Torres, Verónica Quintanilla, Javier Urdaci y AM Ingenieros se propone “mantener las cotas actuales del pavimento exterior, creando una zona de protección del monumento para evitar que actuaciones posteriores puedan volver a dañarlo”. Así, el acceso al interior se platea con escaleras, ocupando la pequeña superficie de la vivienda adosada que se hizo por delante para salvar la elevación que se creó en el camino adyacente (una mota construida para sujetar al Ebro). El proyecto (que rehabilitará 93 m2) propone conservar todo lo posible, consolidando lo existente. Se eliminarán las reparaciones realizadas con cemento y se picarán los revocos interiores. Se retirarán todos los restos de instalaciones obsoletas tanto metálicas, como de madera y eléctricas. Los ladrillos deteriorados serán sustituidos por unos similares en color, dimensiones y forma. Para el aspecto exterior se hará una cubierta a cuatro aguas, se colocará teja de color pajizo, similar a la vieja existente en el casco histórico, y la cubierta se rematará con una cruz metálica.

Sin embargo, el nuevo Humilladero no será exento y permanecerá atado a la nave anexa, por lo que solo tres de los cuatro arcos estarán vacíos y el cuarto permanecerá tapiado. “Vamos a tratar de que se conserve y no se venga abajo y dentro de la promoción turística futura podría ser un punto importante. Quizás se podría plantear anexar esta nave y que fuera un centro de interpretación o que tuviera un uso complementario, si quisieran los dueños”, ha explicado ayer la edil de Cultura, Merche Añón.

Si bien el Humilladero era un lugar que solía existir en todos los municipios, el de Tudela debía ser especialmente rico y decorado a manos del escultor francés Baltasar Febre, muy diferente al más sobrio que se reconstruirá en la actualidad.

El historiador Luis María Marín Royo descubrió un documento escrito por un tudelano en 1630 en el que, con precisión, describe el hermoso conjunto que era este monumento con muestras del mudéjar que guardaba en su interior y una preciosa cruz de piedra de estilo renacentista. “Esta cercado de piedra picada, y tiene para subir a él cinco escalones de piedra (...) hay encima de cada parte un león de piedra muy bien labrado de la anchura de la pared. El patio a donde esta el Calvario es empedrado de piedra menuda, y en medio d’el, sobre cuatro columnas muy grandes de piedra y ladrillo, se funda un cimborrio (...) de manera que están las cuatro columnas en escuadra (...) y en medio d’ella una muy grande y cuadrada que sirve de pedestal de la cruz, la cual es de piedra, y la columna rodeada de serafines labrados con gran arte. Luego hay otra piedra en que está la Madre de Dios y los apóstoles, y sobre esta, la cruz con muy curiosos remates. El pie de la cruz, donde están los serafines, no tiene color alguno, la cruz dorada, el Cristo y la Madre de Dios, y el san Joan que tiene a los lados. Y la otra Madre de Dios, y los apóstoles y los ángeles que tienen el título de la cruz están iluminados y dorados en los ropajes y encarnados en lo demás. Lo de la parte descubierta, donde da el agua, es todo de azulejos de colores verde oscuro y verde mar, y azules y blancos, que encajados como las escamas de los peces hacen unos visos trazados muy apacibles a la vista”.

Sin embargo, en 1643, una fuerte riada anegó el Humilladero y seguramente lo arruinó porque debió ser restaurado en 1690. Su existencia documental desapareció hasta la Guerra de la Independencia en que tras la voladura del puente por Espoz y Mina pasó a usarse como edificio para cobrar el portazgo y en la tercera guerra carlista como puesto avanzado liberal.

En 1985 el Ayuntamiento decidió comprar el edificio, que se encontraba en ruinas. A partir de ahí se encargó un proyecto de reconstrucción que elaboraron Joaquín González, José Alfonso Pezonaga y Carlos Elizalde, que estimaba un coste de unos 13,2 millones de pesetas, entre obras y expropiación de edificios anexos, (79.300 euros actuales). En 1990 se entregó el proyecto y el Gobierno foral llegó a conceder una ayuda de 9 millones de pesetas, pero no se acometió.