Tres erres (RRR): recuperar, restaurar y reubicar. Así decidieron llamarle en Muez al proyecto para rehabilitación del viejo reloj de mesa de la torre de la iglesia que durante 200 años ha marcado las horas de esta pequeña y atractiva localidad del valle de Guesálaz. Un reloj de cuya instalación no queda rastro en los archivos pero que ya en 1756 hay referencia escrita de que los maestros de la escuela se les pagaría por darle cuerda. Una tarea diaria que se mantuvo en el tiempo y que fue pasando de mano en mano hasta 1962, que dejó de hacerse ya que su encargado Aquilino Lizarraga, se trasladó con su familia a vivir a Pamplona. Casi sesenta años sin que nadie subiera las hermosas escaleras de caracol hacia el campanario donde el reloj de mesa contaba con un pequeño habitáculo conectado con una campana en el la parte alta del tejado de la iglesia, que ya no tañía.

Recuperación

Más de medio siglo de silencio hasta que hace tres años se decidió que una de las labores del auzolán de Muez podría ser limpiar el reloj de la iglesia. Aquí se descubrió una maquinaria intacta, todavía bien engrasada por el trabajo “concienzudo” del Aquilino Lizarraga que preservó de la oxidación y de las restos de las palomas, aseguró Mari Carmen Vidaurre, una de las participantes en este grupo local que han recuperado uno de los tesoros escondidos y silenciosos en la iglesia de su pueblo. “Aquí contamos con el asesoramiento de la fundación Yeregui, nacida de la saga Yeregui de Leiza y que luego se expandió también a Guipúzcoa. Ellos nos dijeron que lo que teníamos era un tesoro y desde entonces trabajamos en el pueblo con la ilusión de verlo de nuevo en funcionamiento”, aseguró Mari Carmen, quien está segura de que las precauciones de Aquilino “mas que protegerlo, le salvaron la vida al reloj”. Los trabajos de recuperación se iniciaron y para ello se sacó de su cuarto “con el visto bueno de Príncipe de Viana que también nos asesoró en este proceso”.

Restauración

Posteriormente, se comenzó la restauración para la que se contó con dos relojeros “uno es de Alsasua y el otro de Campanas pero nos han pedido que no quieren figurar con su nombre”, aseguró Vidaurre. Lo cierto es que el trabajo de estos dos expertos ha sido decisivo a la hora de desmontar y montar pieza el reloj. Un trabajo, eso sí, que ha contado con la ayuda de decenas de vecinos y vecinas “el número desde luego supera los 35 que empezamos el año pasado”. Un proceso que consistió en el desmontaje y montaje de las 53 piezas, incluido el péndulo de 135 centímetros de longitud, además de las 9 ruedas de hierro forjado y bronce. Esta pieza se encuentra enmarcada dentro de una estructura de madera “que tan solo hemos retocado algunos travesaños” y funciona con el peso de dos piedras de 28 y 47 kilos. “Ya nos aseguraron de que la edad y uso de las piezas del reloj hacía poco viable que siguiera funcionando de manera permanente: supimos que teníamos que recuperar el reloj para verlo y para disfrutarlo”, aseguró Vidaurre. Buena parte de las ruedas dentadas, ejes y otras piezas del reloj han sufrido mucho desgaste por lo que no pueden exponerse a su uso tal y como estaba diseñado en un principio.

El reloj cuenta con una tecnología “francesa” muy desarrollada ya para esas fechas de principios del siglo XVIII. Consta de dos sistemas mecánicos: “uno que controla el tiempo y el otro tiene que ver con las horas, y para cada uno de ellos hay una pesa diferente”. Entre sus cicatrices muestra alguna reparación y sustitución de piezas. La más relevante podría ser la que le realizó Miquélez, un relojero de Estella que dejo su firma en el reloj allá por 1860.

Reubicación

La parte final del proyecto fue la erre de la reubicación una vez que estaba claro que no volvería al habitáculo de la torre. Y para ello se buscó un lugar del templo donde no afectara a los 40 espacios de tumbas de madera que contiene la planta de la iglesia de Santa Eulalia de Muez. “Aquí desde siempre cada familia tenemos nuestro sitio en la iglesia. Antes no había bancos y veníamos con sillas para ocuparlos”, comentó Vidaurre. Con todo, al reloj se le ha buscado un hueco debajo del coro y al lado de la puerta de acceso a la torre. También se la ha colocado una iluminación que hace visible su mecánica y que lo convierte en un precioso objeto de decoración culminado por una pequeña campana “también antigua, de alrededor de 1830” que funciona con el resto de la “sonería” dando las horas y las medias. La ubicación se corresponde con una estructura de piedra que protegía las tumbas del subsuelo de la iglesia.

El reloj, con todo, forma parte de los vienes inmatriculados de la iglesia: “hablamos con el arzobispado y no nos han puesto ninguna pega para iniciar la restauración. Siempre nos hemos sentido apoyados por el párroco y pensamos que es un bien que debíamos recuperar para nuestro pueblo”, aseguró Vidaurre.

Quien esté interesado en ver esta joya podrá hacerlo en las próximas festividades de Muez. “Lo pondremos en funcionamiento en las jornadas de la Batalla de Valdejunquera en julio y también a final de agosto que celebramos la fiesta del valle de Guesálaz en Muez”, aseguro Vidaurre. Desde Tierras de Iranzu afirmaron que se trata de un tesoro “tanto por su tecnología mecánica de origen francés como por su antigüedad”. Era la herramienta con la que se marcaban las horas y también las actividades más importantes como en su momento pudo ser el ángelus “con el que se detenían todos los trabajos domésticos y en el campo”. Con todo, desde este pasado domingo, el viejo reloj de Muez ha comenzado a marcar otros tiempos dentro del templo. “Una vez recuperado, restaurado y reubicado, lo podemos oír y admirar”, finalizó Mari Carmen.